Hoy Venezuela resuena con una luz distinta en el mundo. La concesión del Premio Nobel de la Paz 2025 a María Corina Machado no es solo un homenaje a una mujer valiente: es el reconocimiento internacional del coraje, la tenacidad y la esperanza de nosotros los venezolanos.
Nos sentimos orgullosos y conmovidos este viernes 10 de octubre.
Orgullosos de que una venezolana haya sido capaz de llevar esta lucha por la democracia hasta las más altas esferas del reconocimiento global. Orgullosos de que se premie la firmeza de quien no ha negociado sus principios frente a un Estado criminalizado en todas sus instancias. Conmovidos porque este galardón demuestra que la causa venezolana trasciende fronteras, y que el mundo observa con admiración la resistencia de quienes no se rinden ante un Estado siniestro.
Hace dos años tuve la oportunidad de entrevistar a María Corina y, allí En Vivo, advertí algo que pocas veces he visto en un líder latino: fortaleza y firmeza. No vi en ella debilidad o vacilación ante amenazas o persecuciones que muchos han sufrido en silencio. Vi, y lo digo sin exagerar, a una mujer decidida, consciente del precio, dispuesta a darlo todo por la libertad y la dignidad de nuestra querida Venezuela.
El Comité Nobel subrayó en su fallo que María Corina es premiada por su trabajo incansable en la promoción de los derechos democráticos y por su lucha para lograr una transición justa y pacífica entre la dictadura y la democracia. Ese reconocimiento internacional también es para el pueblo de Venezuela: para todos los venezolanos que hemos resistido, porque este Nobel es la señal de que el mundo reconoce que Venezuela no está derrotada y que la lucha por la democracia es irreversible.
Este galardón también marca un hecho histórico: María Corina Machado se convierte apenas en la segunda mujer hispana en recibir el Nobel de la Paz, después de la guatemalteca Rigoberta Menchú Tum, premiada en 1992. Tres décadas han pasado desde aquel reconocimiento, y hoy Venezuela escribe una nueva página en la historia universal de la democracia.
No deja de ser paradójico que este galardón, símbolo de justicia y dignidad, recaiga ahora en una mujer que ha enfrentado sin tregua la dictadura criminal de Maduro, cuando en el pasado el propio Hugo Chávez, artífice de la tragedia venezolana y responsable del colapso democrático de los últimos 25 años, llegó a ser nominado a este mismo premio, pero nunca lo alcanzó. La historia pone en su lugar a cada quien: la dictadura quedó marcada por la violencia y la destrucción, mientras la resistencia democrática obtiene hoy el reconocimiento mundial.
Este Nobel no es el final de la historia; es una renovada energía, un mensaje potente para quienes aún creen que la democracia es un ideal lejano. Es un llamado claro: la justicia llegará, la libertad vencerá, y la voz de Venezuela no será jamás silenciada.
Venezuela será libre.