(14 de octubre del 2021. El Venezolano).- “Considero un agravio contra el espíritu aprovecharse del deseo de saber de alguien, uno de los más nobles y humanos, para inculcarle falsedades.” Fernando Savater.
Vivimos un presente de desenfreno de todo tipo a expensas de la salud de la Nación. El valor de la palabra, que antes se valoraba tanto como un documento escrito, se ha perdido; hoy la palabra oral no tiene ningún valor, no hay quien la acepte, no tiene sentido intentar darla en garantía porqué ya ni siquiera se respetan los documentos firmados. El perjurio y el engreimiento son poses características de quienes han tomado el país por asalto y por quienes se creen poseedores de la verdad. Somos una sociedad en disolución, dividida por el odio y la ambición donde los instrumentos más usados son el engaño y la traición.
Se cultiva la ignorancia del pueblo, uno de los ingredientes más perversos de la miseria humana, para tratar de instalar una falsa revolución, la cual a diferencia de otras, se ha tratado de edificar sobre falsos valores del pasado, como ya lo expresara claramente Angel B Viso, “las revoluciones terribles no solamente pretenden justificarse mediante la razón, sino fundarse en la ilusión de un precedente remoto, difícil de distinguir de la utopía.” Otros, han pretendido construir una democracia sin principios, que responda a sus propios intereses o los de su grupo.
Después de más de treinta años de una asonada militarista fracasada en medio del ruido de unos tanques y del miedo propio de soldados engañados y comandantes cobardes, nos debe llevar a una reflexión profunda sobre el pasado y el destino presente y futuro del país, no para entreternos en la celebración de elecciones organizadas por los delincuentes contra quienes luchamos, o para la complacencia de falsos demócratas a quienes despreciamos hoy, sino para sobreponernos a los Tartufos y los Yagos que pululan hoy en la política venezolana, sin vergüenza alguna y sin sonrojo, y para quienes Alí Babá y los cuarenta ladrones es su libro de cabecera.
Nos estamos habituando, como lo he escrito antes, por inconsciencia o por indiferencia, a tratar como natural los malos hábitos, perversiones, desvaríos, y caprichos de los gobernantes y dirigentes políticos. Ha sido tan profunda y extensa la pérdida de valores en Venezuela, que ante el escandaloso, incompetente y vanidoso ejercicio del poder, tendemos a justificarlo todo, hasta nuestras equivocadas y condenables actitudes, como aquellos padres que ante la falta de moral propia, tratan de ocultar, o peor aún, de celebrar las malas andanzas de sus hijos.
Hemos permitido que el país sufra las conclusiones fatales de las que nos advirtieron Dunning y Krugger, de que “los incompetentes no sólo llegan a conclusiones erróneas y toman decisiones desafortunadas sino que su incompetencia les impide darse cuenta de ello.” Con el agravante de que no sólo estamos siendo gobernados por incompetentes, sino además, por charlatanes y embusteros, aunque hay que distinguir entre unos y otros, ya que éstos últimos, conocen la verdad pero la ocultan y desfiguran para obtener algún tipo de ventaja, en tanto los charlatanes, simplemente la ignoran, no le prestan atención en lo absoluto.