(29 de diciembre del 2020. El Venezolano).- La comisión vaticana Covid-19 y la Academia Pontificia para la Vida han instado a los líderes económicos y políticos mundiales a llevar a cabo una distribución «justa y equitativa» de las vacunas que dé prioridad a los que más lo necesitan al tiempo que han incidido en la «responsabilidad moral» que subsiste tras la aceptación de las mismas.
«El rechazo de la vacuna puede constituir un riesgo para los demás», sentencian los funcionarios del Vaticano en un documento que se ha hecho público este martes. Así, se hacen eco del reciente mensaje de Navidad del Papa e invitan a los líderes mundiales a resistir la tentación de adherirse a un «nacionalismo de la vacuna», del mismo modo que inciden en la necesidad de cooperar.
«La justicia, la solidaridad y la inclusión son los principales criterios que se deben seguir para hacer frente a los desafíos que plantea esta emergencia planetaria», explica el texto. «Las empresas que pueden ser evaluadas de forma positiva aquellas que contribuyen a la inclusión de los marginados, a la promoción de los últimos, al bien común y al cuidado de la creación», agrega.
El documento no sólo incide en el momento final de la administración de la vacuna sino en todo su «ciclo de vida», en alusión a la investigación y la producción. «De la información disponible –se lee en el documento– se desprende que sólo algunas de las vacunas que ahora están a punto de ser aprobadas emplean en varias etapas del proceso líneas celulares de fetos abortados voluntariamente hace unos decenios, mientras que otras sólo las utilizan en fases puntuales de pruebas de laboratorio».
Sobre este tema, la Academia Pontificia para la Vida descartó recientemente «que exista una colaboración moralmente relevante entre quienes utilizan estas vacunas hoy en día y la práctica del aborto voluntario». Por lo tanto, el documento dice que «todas las vacunas clínicamente recomendadas pueden ser utilizadas con la conciencia segura de que el uso de tales vacunas no significa una especie de cooperación con el aborto voluntario».
En cuanto a las patentes, el documento pide interpretar la vacuna «como un bien al que todos tienen acceso, sin discriminaciones, de acuerdo con el principio del destino universal de los bienes, también mencionado por el Papa Francisco«. El único objetivo de la explotación comercial «no es éticamente aceptable en el campo de la medicina y la atención de la salud», añade.
«Las inversiones en el campo de la medicina deben encontrar su significado más profundo en la solidaridad humana», prosigue, y ve necesario identificar «sistemas apropiados que fomenten la transparencia y la colaboración, en lugar del antagonismo y la competencia», por lo que pide superar todas las formas de «nacionalismo de la vacuna» relacionadas con el intento de los diferentes estados de «tener su propia vacuna más rápidamente».
En este punto, señala que la producción industrial de la vacuna podría convertirse en «una operación colaborativa entre los Estados, las empresas farmacéuticas y otras organizaciones». Respecto a la aprobación de la vacuna en condiciones de emergencia, cree «necesario coordinar los procedimientos necesarios» y «promover el reconocimiento mutuo entre las autoridades reguladoras».
En cuanto a la administración, la Comisión Vaticana Covid-19 y la Academia Pontificia para la Vida apoyan posiciones convergentes sobre las prioridades «que deben reservarse a las categorías profesionales que se dedican a servicios de interés común, en particular al personal de atención de la salud, pero también a otras actividades que requieren el contacto con el público para servicios esenciales (como escuelas, seguridad pública), a grupos de los más vulnerables (como ancianos y enfermos con patologías particulares)».
Este criterio, señala el documento, no resuelve todas las situaciones. «Queda, por ejemplo, la zona gris de las posibles prioridades a establecer dentro del mismo grupo de riesgo», subraya. La distribución de vacunas también requiere un conjunto de herramientas que permitan la «accesibilidad universal».
Así, recomienda elaborar un programa de distribución «que tenga en cuenta la colaboración necesaria para hacer frente a los obstáculos logísticos-organizativos en zonas inaccesibles (cadena de frío, transporte, personal sanitario, utilización de nuevas tecnologías, etc.)». A su juicio, la Organización Mundial de la Salud sigue siendo «un importante punto de referencia que debe reforzarse y mejorarse en los aspectos que están resultando insuficientes y problemáticos».
En cuanto a la responsabilidad moral de someterse a la vacunación, la Comisión Vaticana Covid-19 y la Academia Pontificia para la Vida reiteran que esta cuestión implica «una relación entre la salud personal y la salud pública, mostrando su estrecha interdependencia», en el que el rechazo de la vacuna también puede suponer un riesgo para los demás.
Al respecto, recuerda que «el hecho de enfermarse lleva a un aumento de las hospitalizaciones que sobrecarga a los sistemas de salud, hasta un posible colapso, como está ocurriendo en varios países durante esta pandemia, lo que dificulta el acceso a la atención médica, una vez más a expensas de los que tienen menos recursos».
Por todo ello, aboga por una vacuna segura y eficaz, disponible para todos y con un precio que permite una distribución equitativa. Estas son las prioridades para asegurar un tratamiento integral que «tenga en cuenta y valorice» también las situaciones locales: «se desarrollarán recursos para asistir a las Iglesias locales en la preparación de esta iniciativa y de los protocolos de tratamiento para comunidades particulares».
Además, la Iglesia se pone al servicio de «la curación del mundo» utilizando sus voces, extendidas por todo el planeta, «para hablar, exhortar y contribuir a asegurar que las vacunas y los cuidados de calidad estén disponibles para nuestra familia mundial, especialmente para las personas vulnerables».
CONSTRUIR UN MUNDO POST-COVID
Para finalizar, el prefecto del Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral, el Cardenal Peter Turkson expresa su gratitud «a la comunidad científica por haber desarrollado la vacuna en un tiempo récord». «Ahora depende de nosotros –añade– asegurarnos de que esté disponible para todos, especialmente para los más vulnerables». Es una medida de justicia. Debemos demostrar, de una vez por todas, que somos una única familia humana».
Por su parte, el arzobispo Vincenzo Paglia, presidente de la Academia Pontificia para la Vida, subraya que la pandemia ha puesto de relieve la condición de «interconexión que une a la humanidad». «Junto con la Comisión Vaticana Covid-19, el compromiso compartido con muchos partner sigue mostrando las lecciones que la familia humana puede aprender, y para desarrollar una ética de riesgo y solidaridad, dirigida a proteger a los más vulnerables de la sociedad», concluye.
«Lo que acaba de comenzar es una fase crucial», explica Monseñor Bruno-Marie Duffe, secretario del Dicasterio para el Servicio de Desarrollo Humano Integral. «Estamos en un punto de inflexión en la pandemia de Covid-19 y tenemos la oportunidad de empezar a definir el mundo que queremos ver después de la pandemia», afirma.
«La forma en que se distribuyen las vacunas», subraya finalmente el Padre Augusto Zampini, Secretario Adjunto del mismo Dicasterio, «es el primer paso que deben dar los líderes mundiales en su compromiso con la equidad y la justicia como principios para construir un mejor mundo post-Covid».
Europa Press