(02 de julio del 2020. El Venezolano).- El percutir es un acto despiadado. Pero el percutir sobre un cuero con las manos o baquetas, el repicar sobre una membrana tensada, una madera o metal; puede ser una obra de arte sonoro. Los buenos percusionistas saben sacar a sus instrumentos sonidos determinados (que dan notas como el piano o timbal sinfónico) o sonidos no determinados (como la conga, la tambora y el cencerro) son sonidos que
generan ritmos, que suenan en clave.
Ellos logran convertir los tiempos débiles del compás, en fuertes. Y los tiempos fuertes en silencios o tiempos tutofortes. Ser un buen percusionista es ser un buen golpeador que crea música. En si, es una labor suprema del arte. Julito Rivera fue un gran percusionista, un maestro respetado del
timbal caribe. Dedicó el grueso de vida a ejecutarlo en Guaco y con su
banda propia de salsa clásica.
Había nacido en Maracaibo el 28 de febrero de 1966, pero hizo de la Costa Oriental del Lago su extensa morada. Ciudad Ojeda fue su primer escenario.
Entró a Guaco en 1988, entonces era un joven de apenas 22 años de edad. Se unía al poderoso clan liderado por Fernando Valladares en la batería, Johnny Flores en la tambora y Alexis Muíño Moreno en la charrasca. En esa banda se mantuvo por 32 años sin bemoles ni intermitencias.
En una ocasión Guaco tocó en la Feria de la Chinita y yo estaba animando en esa tarima, los presenté con orgullo acentuado. Luego del show, el líder histórico de Guaco; Gustavo Aguado León, me invitó escuchar en primicia su último álbum, era Amazonas. Fuimos al modesto vehículo japonés de Julito y al son de unos ambarinos escoceses escuchamos tema por tema varias veces en la alta madrugada marabina. Era evidente la relación filial que se había generado entre Gustavo y Julito, se evidenciaba una hermandad blindada, a prueba de vicisitudes y egos exacerbados.
Luego de recorrer con su timbal toda América, buena parte de Europa y
Japón, y de lograr el reconocimiento de grandes músicos como Frank
Irizarry, Argenis Peña y Luisito Quintero, se despidió de este
escenario terrenal, se marchó el timbalero de la sonrisa afable, con
su boina emblemática. Fue la mañana del lunes 29 de junio 2020, se
marchó con apenas 54 años de edad, su corazón que tanto latió al ritmo
de su música, se paró para siempre. La escena musical venezolana
se vistió de negro luctuos, y la legió guaquera llora su prematura e
inesperada muerte.
Yo me quedaré con su imagen de caballero de la percusión, de melómano
apasionado, comentarista avezado del movimiento salsero mundial.
Muchas veces lo vi en mi emisora SUITE 89.1FM hablando con propiedad
sobre las producciones de la salsa.Recuerdo su visitas al campeonato
intergaitero en el estadio La Encrucijada junto a su amado hermano.
En Julito Rivera la muerte es la nada, pero no del todo, porque su
timbal se hizo cielo, y su música será música que fecunda.
León Magno Montiel
@leonmagnom