(09 de enero del 2021. El Venezolano).- Donald Trump ha perdido la gran oportunidad de convertirse en líder mundial de un movimiento que aglutinara el pensamiento conservador y liberal en el mundo entero. Un movimiento que habría hecho tanta falta, como falta hacen todos los equilibrios políticos en las sociedades. Son esos equilibrios y contrapesos los que garantizan longevidad a los modelos políticos y largos periodos en los que se pueden desenvolver armoniosamente la economía, la cultura y las relaciones sociales en los países.
Las rupturas son evidentemente importantes y necesarias cíclicamente para que las sociedades no se mineralicen o se pudran como el agua estancada. Pero más importante que las rupturas, que cortan nudos gordianos, son los periodos de recomposición que son los que permiten crear nuevos paradigmas y nuevos valores.
Trump tenía en sus alforjas material suficiente para plantar batalla política y doctrinaria en favor de sus ideas. Pero, una vez más en la historia y confirmando lo que nos dijo George Louis Leclerc, Conde de Buffon, “el estilo es el hombre”, la personalidad de Trump se convirtió en su peor enemigo. Pensó que cultivando la polarizacion y la agresividad, invocando y estimulando las pasiones subterráneas de la sociedad conservadora norteamericana; aupando el nacionalismo exacerbado y el culto a su personalidad; y convirtiendo en consignas las necesidades sentidas de los pobres norteamericanos, de los obreros del cinturón industrial y las que siempre han tenido los poderosos agricultores del emblemático “corn belt” norteamericano, que tanto le sirvieron en la campaña contra Clinton, podían servirle también para gobernar.
Falto alguien que le comentara el famoso proverbio venezolano que nos enseña que “una cosa es con guitarra y otra cosa es con bandola”. Trump siguió empujando la polarización, y la división de los norteamericanos y, lo agarró la tercera ley de Newton que nos explica que cuando a un cuerpo en reposo se le aplica una fuerza en una dirección determinada, éste desarrolla otra de igual intensidad, en la dirección contraria. Trump despertó fuerzas dormidas de la sociedad norteamericana que seguían con desinterés la política y los unió en contra de su conducta, pero sobre todo de su actitud. Despertó a un oso invernando y ya sabemos que pasa cuando alguien tiene esa ocurrencia.
En sus últimos días, incluso habiendo perdido las elecciones, Trump habría podido escoger el camino de mirar al futuro y dejar a Biden con el plomo en el ala de unas elecciones dudosas y con una minoría en el senado. Una vez más su conducta lo traiciono: Perdió los senadores de Georgia, un estado republicano donde la victoria estaba cantada y termino con el sainete peligrosísimo del asedio al Capitolio que derramó todos los vasos de la paciencia de muchísimos congresistas republicanos y las del propio Pence, su más fiel escudero, que debe haber dormido tranquilo por primera vez en muchos meses después de esa noche de la confirmación.
La patética imagen de aquel hombre que afirmo que él podía “matar a 5 personas en la Quinta Avenida de Nueva York” y que a pesar de eso, la gente votaría por él, declarando que dejaría la Casa Blanca el 20, de enero, será recordada también como la de un proyecto fallido que pudo haber liderado en el mundo entero.
Ese proyecto ha quedado huérfano, al menos en los Estados Unidos. Con Trump quedaran algunos fanáticos de la Asociación Nacional del Rifle y del KKK y el esperpéntico “Yelowstone Wolf”, el brujo de la tribu que se sentó en la silla de Pence en el Congreso para hacerse un selfie y que nos mandó desde la calle un emocionado llamado a los venezolanos para “recuperar nuestro país”. Sus puntos de apoyo en el partido republicano fueron menguando, hasta casi desaparecer, a medida que pasaban los días y crecía su desmesura. Ese justamente era el punto de apoyo que habría tenido que cultivar para cualquier eventual regreso.
Ese mundo del pensamiento conservador quedara a la deriva y “mutatis mutandi” ocurrirá lo mismo que ocurrió cuando desapareció la Unión Soviética y con ella, el statu quo de equilibrios y balance de poderes (a veces precarios) que vivió el mundo durante toda la guerra fría.
Por supuesto que habrá candidatos para llenarlo. VOX, Boris Johnson, Bolsonaro, pero ninguno tendrá las posibilidades que Trump tuvo en sus manos. Dicen que los dioses ciegan a quienes quieren perder.
Vendrán unos nuevos equilibrios (o desequilibrios, nunca se sabe), la geopolítica del mundo conocerá cambios notables. El planeta post pandemia será un lugar más duro para vivir que el que tenemos. Ya veremos cuáles son las nuevas tendencias que nos depara el destino. Los venezolanos lo que queremos es que alguna de esas nuevas realidades nos ayude para salir de la pesadilla que vivimos desde hace 20 años.
Por lo pronto, Biden tendrá que hacer milagros para desmontar la polarización que está instalada. Dependiendo de cómo le vaya en esa tarea, le ira bien o mal a la primera potencia del planeta.
Que los Reyes Magos hayan dejado un poco de sensatez, la necesitamos todos.