(10 de agosto del 2022. El Venezolano).- Esta nota la escribo en una madrugada clara y estrellada de esta tranquila isla en el océano atlántico, no lejos del desierto del Sahara, profundo mar con aguas que a esta hora lucen tranquilas e imperturbables y que sentado enfrente del ordenador puedo escuchar con regularidad el golpeteo de sus olas cuando se encuentran de frente con las milenarias y oscuras rocas volcánicas, les ruego estimados lectores que me permitan hacer referencia a un hecho que comporta tristeza, lo cual pareciera ser aislado pero envuelve la gran mayoría de la sociedad venezolana, diría que a toda ella. Deseo hacer referencia a un brillante ciudadano venezolano quien creyó que sus aptitudes físicas e intelectuales las podía poner al servicio de su patria, pero que la inocencia de un manso pueblo, y para rematar es un pueblo de muy corta memoria, esa aspiración se convirtió en una desgracia para él, para su familia y no solo, sino para la sociedad venezolana en general.
Escrito por Raúl Ochoa Cuenca
Cuandoen el año de 1985 Héctor Hernández Da Costa decidió emprender sus estudios como cadete en la Academia Militar de Venezuela, seguramente no imaginó que después de 33 años y de haber sido uno de los estudiantes más brillantes que haya pasado por lo que anteriormente fue una ilustre casa de estudios, donde en sus aulas se formaban hombres dignos, leales servidores del pueblo y garantes de las libertades de la patria que Bolívar con sangre emancipó para que sirviese al mundo como ejemplo de libertades, se encontraría en una mazmorra por una decisión de la compañera de vida de Nicolas Maduro, el muy cuestionado presidente y quien está solicitado por las autoridades judiciales de los Estados Unidos de América, acusado de crímenes de lesa humanidad, ofreciéndose 15 millones de dólares para quien colabore con su captura. Siendo él mismo, Nicolas Maduro quien se hace llamar presidente constitucional de Venezuela.
Ante la impotencia de los demócratas venezolanos frente a hordas disfrazadas de militares, quienes anteriormente, cuando eran realmente militares honraban aquella histórica frase de la anteriormente respetada y admirada Guardia Nacional: El Honor es Nuestra Divisa, y ante la ilegal, por inconstitucional decisión de un magistrado quien no administrando justicia, a este Guardia Nacional ( General), lo sentenció a 16 años de prisión no podemos que constatar este hecho cómo la supresión de los derechos básicos de la población venezolana es política de estado.
El hoy general de brigada Hernández Da Costa se graduó como subteniente en 1989 ocupando el primer lugar en el orden de mérito y con mención summa cum laude. También realizó el Postgrado de Especialización en Criminalística en el Instituto Universitario Policía Científica (1994-1995), donde se destaca como alumno de honor y recibe la mención summa cum laude. Entre 1996-1997 hizo el Postgrado de Especialización en Gerencia de Seguridad Pública en la Escuela Superior de la Guardia Nacional Bolivariana, obteniendo la mención summa cun laude. Entre 2004-2005 realizó el Curso de Comando y Estado Mayor con participación internacional en la Academia Superior de Mando de la Fuerza Armada Alemana (Clausewitz Kaserne) en Hamburgo, Alemania, curso donde fue el alumno extranjero más destacado obteniendo la Mención Excelente. Habla correctamente alemán.
Pero antes de finalizar esta muy limitada reseña de Hernández Da Costa, creo importante como una muestra más de la podredumbre de estos delincuentes enconchados en el Palacio de Miraflores, transcribir una declaración que el general (r) Cristopher Figuera diera al diario venezolano Tal Cual: El ex jefe del Sebin dijo que el general Hernandez era envidiado por su brillantez e integridad. En ese sentido, comentó que Alexander Gramcko, el encargado de los interrogatorios y de las torturas en la Dirección General de Contrainteligencia Militar, hizo una especie de “análisis” e hizo una lista de sospechosos en el caso e incluyó a varios altos oficiales estando conscientes de su inocencia, entre ellos al general Hernandez. Durante ese juicio sumario en un salón de Miraflores y presidido por la inefable Cilita, cuando a ella le preguntaron qué hacían con este brillante oficial ya que todo indicaba que era inocente de ese “ manipulado” magnicidio, la académica y primera combatiente (sic) respondió en un bello e impoluto castellano: “Mala suerte para él, que se friegue”. Realmente la académica doña Cilita utilizó otro verbo, uno soez, como era de esperarse.
Concluyó con una frase que leo en las redes sociales a un General hoy en exilio y exprofesor de Hernandez en la Academia Militar: “Estoy tan seguro de la inocencia del general Hernández Da Costa de los delitos de los cuales se le acusa, que siendo tan brillante, pero tan brillante, que si de verdad hubiese llevado a cabo el ataque, el preso sería Nicolas Maduro y no él”.