(25 de junio del 2021. El Venezolano).- “La vida es el arte del encuentro, aunque haya tanto desencuentro por la vida.” Papa Francisco.
En estos tiempos sombríos de soledad y hastío, reflexionando sobre lo que es la vida y tratando de mantener el optimismo, por que a pesar de todo la vida es bella, me he dado cuenta que en ella hay un espacio para todo, un tiempo para la nada, y hasta para la observación de lo absurdo. Sin embargo, siempre hay una incompletitud y no todo está visto. Podríamos filosofar por siglos sobre las injusticias de la vida, sus paradojas, y sobre la absurdidez de muchas acciones, y siempre nos sorprenderemos.
Lo que se erigió como símbolo de nuestra gesta de independencia, hoy se transformó en un campo para la brujería desde las cumbres del poder en Venezuela. Quién esté esperando una reacción de los militares ante tan grotesco y bochornoso espectáculo se dará cuenta que la vida es también ese entramado de pasiones y ambiciones donde se desvanecen muchas ilusiones, que en momentos pareciera que nuestra vida se convierte en retazos de esfuerzos en vano, de satisfacciones incompletas.
No debe haber asombro, David Placer debe estar ufano y satisfecho con dos libros que revelan que el absurdo en Venezuela tampoco tiene límites. Constituyen un reportaje sobre lo arriba expresado, a los cuales he hecho referencia en otras ocasiones. En “Los brujos de Chávez. La magia como expresión de la política”, manifiesta que “el verdadero cemento de la revolución bolivariana, el que consolida las simpatías y las convicciones, no es otro que el mundo mágico-religioso”, ya que la debilidad de Chávez por estos temas religiosos fue aprovechada por el gobierno cubano para sembrar de santeros y babalawos las oficinas públicas, los ministerios y los estamentos militares.
Nos recuerda el ritual santero hecho públicamente junto a sus babalawos, con los huesos de El Libertador, y no olvidemos la foto que circuló profusamente por las redes, de nuestro flamante ministro de la defensa, aún en ejercicio, postrado entre las piernas y a los pies de Fidel en inequívoca señal de reverencia.
En el libro “El dictador y sus demonios”, David Placer nos cuenta que “es la historia de un presidente que fue a tocar las puertas del Edén y terminó atrapado en el peor de los infiernos. Y con el país a cuestas.” Nos dice que para minimizar sus demonios, para aplacar sus miedos, ha usado como ningún otro el espionaje, la represión, la tortura y el adoctrinamiento en proporciones insospechadas. En el templo se mostraba como un siervo apacible, pero en la privacidad de su despacho se transformaba en un dictador furibundo obsesionado con mantenerse en el poder.
El monumento de Carabobo ha dejado de ser el símbolo del forjamiento de ideales, de tejido de sueños, de sucesión de anhelos, para convertirse en un campo abierto para la brujería, la santería y el aquelarre de los demonios del régimen que acompañan al dictador y su mentor. Contra esa expresión de la absoluta absurdidez y la maldad de los hombres hay que luchar. Confiemos en la ayuda de Dios y la fortaleza de nuestra vocación cristiana para ahuyentar los demonios que se han aposentado en los cielos de la Patria, para después ir al encuentro por la vida decente y sin vergüenza.