(10 de diciembre del 2024. El Venezolano).- El desmoronamiento del régimen de Bashar al Asaad el pasado domingo no llegó con el estruendo de las bombas, sino con el susurro inexorable de la historia: una caída que se deslizó entre las grietas de un régimen que durante 14 años burló al mundo con la complicidad de Rusia e Irán. Su huida, más silenciosa que heroica, reordenó las fichas del poder en el tablero del Medio Oriente y recordó, como un eco eterno, que ningún autócrata podrá escapar del juicio en un mundo cada vez más estrecho.
En tan solo 10 días, una ofensiva relámpago por parte de un grupo de rebeldes armados provenientes del temido grupo terrorista Al Qaeda y respaldados financieramente por Turquía, derrotaron un régimen sólido de más de medio siglo de pesadillas surrealistas de la familia Al Assad, que ahora ante el irremediable final a las que están destinadas todas las cosas de la vida, supone una pérdida significativa, no solo para Irán sino también para Rusia, dos de sus más fieles aliados en la región, ya que Siria fue durante años el eslabón vital para controlar tan importante eje en tan conflictiva zona.
La pérdida de este aliado estratégico en la región es devastador para este grupo, pues Siria era clave para el suministro de armas a Hezbolá y su radio de acción hacia el Líbano. El golpe militar fue al mismo tiempo un golpe político y diplomático que al fin de cuentas debilitará la posición de Teherán frente a sus potenciales enemigos: Israel, Turquía y Estados Unidos.
Para Israel la derrota de Asad es motivo de celebración. Durante años, el régimen sirio alimentó la creciente amenaza de Hezbolá en el Líbano. Aunque Hezbolá no ha sufrido una derrota militar significativa, sus recursos y capacidades se han visto minimizados a una presión considerable. Debilitado ante la guerra que sostiene con Israel, queda en riesgo la infraestructura militar iraní en la región.
Sin embargo el vacío de poder en Siria también genera incertidumbre para todos los vecinos conflictivos de la zona. Las facciones rebeldes que han tomado Damasco por asalto pueden ser aún más peligrosas que el propio régimen nefasto que ha asesinado cientos de miles de ciudadanos sirios, incluyendo niños. No se trata de ningún grupo con ansias de instaurar una democracia y por el contrario su ADN tiene más cosas en común con un Estado Islamita, pero a su favor podríamos decir que en menos de 48 horas liberó a miles de presos políticos de las fosas de la muerte del médico Al Assad.
El Efecto Espejo: Siria y Venezuela
La caída de Bashar Al Asaad ha abierto el debate sobre el «efecto espejo» de las dictaduras en el mundo, particularmente en Venezuela. El régimen de Nicolás Maduro, aunque menos cercano a Irán y Rusia que Al Asaad, comparte el mismo patrón de autocracia, represión y dependencia de actores externos como Rusia e Irán para sostenerse en el poder.
Ambos líderes se han visto impulsados por la militarización de sus gobiernos y el uso de la represión como principal arma para enfrentar la oposición. En el caso de Venezuela, los paralelismos son evidentes. Esta caída no solo marca el final de la dictadura de Al Assad, sino que refleja el agotamiento de un modelo de gobernanza autoritaria, similar al que aún sostiene a Nicolás Maduro en Venezuela, pese a la pérdida de toda lógica para mantenerse en el poder sin ningún tipo de legitimidad, credibilidad, ni poder externo que lo sustente. Tanto cambió el mundo en 10 años para Al Assad y Maduro.
La huida del dictador sirio y la derrota del eje ruso-iraní que lo sostenía fue una noticia que corrió a la velocidad de la luz e impactó en todo el planeta este domingo y generó una gran cantidad de reacciones tanto de mandatarios como de internautas en redes y web, que no perdieron trazo a la bola de información y desinformación que arrastró el conflicto aún en pleno desarrollo.
Ambos líderes, aunque distantes geográficamente, comparten un destino común en un mundo que ya no tolera dictaduras opresivas, especialmente aquellas que se perpetúan a través de la represión, el control militar y la alianza con potencias extranjeras.
Tanto Bashar al Asaad en Siria como Nicolás Maduro en Venezuela han utilizado la represión masiva para mantenerse en el poder. En Siria, el régimen de Asad no dudó en emplear la violencia extrema, con bombardeos a civiles, torturas sistemáticas y el uso de armas químicas contra su propio pueblo. Maduro, por su parte, ha recurrido a la violencia policial y paramilitar contra manifestantes pacíficos y opositores, además de forjar un aparato de control basado en la intimidación, la tortura y la desaparición forzada. Ambos han sido señalados por organismos internacionales como responsables de graves violaciones a los derechos humanos, y este factor es clave en su desgaste y eventual decadencia, y sin duda alguna, ambos dictadores serán juzgados a futuro por tribunales competentes por sus innumerables crímenes y asesinatos.
Por esa misma razón ambos regímenes han sido sancionados por los gobiernos democráticos de América y Europa. En el caso de Siria como una forma de castigar el comportamiento del dictador en relación con sus crímenes de guerra y el uso de armas químicas contra su propia población. En el caso de Maduro por los constantes secuestros, persecuciones y asesinatos contra la población venezolana, así como la destrucción económica de la nación, bombardeada por sus actividades de corrupción y narcotráfico, que convirtieron al ex emporio petrolero en una inmensa corporación criminal que opera desde Miraflores.
El colapso de Al Asaad y la perversión del régimen de Maduro también se inscriben en un fenómeno más amplio: la globalización y el poder de la conectividad digital. En el pasado, las dictaduras podían operar en relativa oscuridad, manteniendo el control mediante una estricta censura de la información y el aislamiento de su población del mundo exterior. Pero en la tercera década del siglo 21 las redes sociales, el acceso satelital a internet y el auge de las tecnologías digitales han cambiado este panorama de manera radical. Estamos ante un mundo donde cada evento se documenta y se difunde de forma masiva e instantánea. La capacidad de los regímenes autoritarios para ocultar sus crímenes se ha reducido considerablemente exponiendo la brutalidad de ambas dictaduras en tiempo real, listo para usar para cuando lleguen los días del juicio.