(23 de marzo del 2021. EL Venezolano).- Cuando el planeta tiene más de un año conviviendo con la pandemia de COVID-19, podemos decir que nuestros temores mas negros respecto a Venezuela se han hecho realidad: es innegable que esta tragedia ha tomado al país más que desprevenido, totalmente indefenso.
Comencemos por alertar que un régimen opaco, que no permite el acceso a la información, que desdeña las cifras, que las maquilla o que simplemente las deja de registrar, es el peor enemigo que puede tener una nación en medio de una emergencia sanitaria.
Tomemos como ejemplo que, según reporta, CNN en Español, las cifras oficiales del gobierno afirman que al 17 de marzo el país sumaba 1.459 muertos por covid-19.
Sin embargo, el alcalde de San Cristóbal, Gustavo Delgado, citado por la misma fuente, dice que, según sus propias cifras oficiales, solo en ese municipio se reportaba un total de 849 víctimas de la enfermedad desde que se declaró el estado de emergencia el 13 de marzo de 2020.
Esto representaría un 58,19% del total del número de fallecidos en el ámbito nacional y 6,10 veces más que la cifra de muertes reflejada en el reporte regional.
No hay que buscar mucho para encontrar que las autoridades se están tomando este asunto bastante a la ligera, y que lo hacen con un descaro pasmoso.
Vale acotar que el medio citado se comunicó con el Ministerio de Comunicación e Información, el Ministerio de Salud y la Vicepresidencia de Venezuela para conocer su versión; pero no obtuvo respuesta. Algo que tampoco sorprende.
Mientras tanto, se aprietan las tuercas ante lo que los voceros oficialistas acusan como un repunte, que se debería a las fiestas de carnaval que sucedieron en muchos lugares sin las medidas más elementales, las mismas que se han aplicado de manera relajada y a conveniencia de quienes ostentan el poder; e incluso han sido utilizadas para reprimir aún más por algunos funcionarios de turno.
Es así como han aparecido términos rimbombantes, que pretenden hacer creer que se está trabajando: “cerco sanitario”, “cuarentena radical”.
El venezolano promedio se pregunta cómo se puede mantener en casa con la normativa más reciente, cuando vive al día y no puede dejar de salir a buscar su sustento.
Por otro lado, resulta un chiste doloroso el solicitar que se incremente la higiene en un país con un servicio de agua que ya se ha hecho irregular por definición.
El experto en políticas públicas y director de la ONG Ojo Avizor, Norberto Baussón, reveló en febrero pasado al sitio web de noticias Infobae, que la falla en el suministro afecta a casi 9 de cada 10 hogares venezolanos.
Y a esto se suma que muchas de las insuficientes dosis de vacunas rusas Sputnik IV que han llegado, han ido a parar prioritariamente a los afortunados que tienen alguna posición de cierta relevancia en el entramado gubernamental.
Decisiones más políticas que científicas no han dejado paso a otros fabricantes de vacunas, que quizá las podrían suministrar en mayor cantidad, en menor tiempo y con costos más ventajosos.
La única luz al final del túnel es el reciente acuerdo entre el régimen madurista y el presidente interino Juan Guaidó, para adquirir 12 millones de vacunas. ¿Se podrá detener esta tragedia en Venezuela? ¿O sus cifras escondidas seguirán aumentando?