(05 de agosto del 2020. El Venezolano).- Esta semana me llegó, por esos reenvíos de las redes sociales, un video de Nella Rojas, cantante venezolana, que ya había visto y escuchado anteriormente. En este trabajo musical ella expresa un gran sentimiento de nostalgia por Venezuela, el cual está inspirado en el tema “Volveré a mi Tierra”. En la primera imagen Nella aparece en medio de una ciudad transitada, cosmopolita, como lo es New York, que igual podría ser Madrid, Londres o Buenos Aires, y donde la interprete canta al final de la primera estrofa un verso que dice: “sabemos de dónde venimos”.
Ese sentimiento de nostalgia, me llevó a pensar que venimos de un país, con muchos aciertos y errores, que debe transformarse en algo mucho mejor de lo que fue la cuarta república. No venimos precisamente de esta Venezuela que ha sido convertida en algo ajeno, anómalo, inhumano y muy extraño para la mayoría de nosotros, aunque su esencia cultural y de gran valor esté ahí. Es por eso que hay que mantener la mirada y el pensamiento en el futuro; entender, visualizar y planificar pensando que esto no será eterno y que mientras mantengamos a flote nuestra cultura habrá país. El coro de esta extraordinaria canción, cantado por Nella, lo tomo prestado y sin su consentimiento:
Volveré a mi tierra
A pasear sus calles y a pisar su arena
Volveré a mi tierra
Venezuela grande, querida y eternaVolveré a mi tierra
A cantarle al mar y a la luna llena
Volveré a mi tierra
Donde está mi gente valiente y despierta
El tema, además, me hace reflexionar que, en estos tiempos de pandemia, muchos venezolanos se han quedados atrapados en aeropuertos y lugares lejanos; sorprendidos por el virus y con pocos recursos para mantenerse. Muchos de esos venezolanos, en este momento, necesitan regresar para recuperar algo de normalidad en sus vidas; aun sabiendo que las condiciones en la que encuentra la Venezuela actual no es la mejor.
Todos sabemos que hoy Venezuela está desparramada por todo el mundo, pero la realidad es que nunca fuimos un país de inmigrantes. Hoy día, algunos pocos de esa gran diáspora, como dije anteriormente, tratan de regresar por diferentes motivos, no sólo por la pandemia. Por eso creo pertinente decirles a aquellos detractores inescrupulosos que ven con malos ojos a los que retornan, que nadie se hubiese ido de Venezuela de haber tenido un mínimo de condiciones y algo de futuro. Sin embargo, es bueno aclarar, que cualquier persona puede salir e intentar buscar una mejor vida, y si no lo logra, es justo que pueda regresar; ya que la ciudadanía no está sujeta a tener o no éxito como inmigrante, es sencillamente un derecho como venezolano.
En este momento, por todo lo que acontece en el mundo debido al Covid-19, un gobierno serio, entiendo que este régimen no lo es, realizaría una campaña para darle la bienvenida a sus compatriotas y prepararía un plan orientado para que los ciudadanos que retornen por tierra o por aire, puedan hacerlo; cumpliendo por supuesto, con una estrategia de confinamiento para evitar el contagio hacia otros venezolanos. Ahora, para la dictadura venezolana un plan estratégico, razonable y humanitario nunca ha tenido sentido. Por eso, los venezolanos que por ejemplo llegaron en un vuelo de Madrid fueron clasificados, muy a lo revolucionario; los que tenían dinero, digamos unos 100 euros al día, podían quedarse en un hotel, los otros que no podían alojarse en un hotel fueron llevados a Los Caracas, allá no los aceptaron y los enviaron al Alba Caracas, donde tampoco fueron admitidos; al final cómo todo lo que hace este incompetente régimen, los ciudadanos venezolanos terminaron en una autopista de la ciudad, en plena madrugada y lloviendo para que cada quien resolviera. ¿Y el confinamiento? Bien gracias.
Para aquellos que regresan por tierra, luego de atravesar medio continente, con hambre y sin dinero, deben enfrentarse al cierre de las fronteras, a los sobornos para poder pasar que deben ser pagados en dólares, para el beneficio de funcionarios y guardias nacionales, en otras palabras, sin opciones. A estos venezolanos hay que castigarlos más, criminalizarlos porque no corrieron con suerte en el exterior o porque posiblemente vienen contagiados; ciudadanos de nuestro país que en vez de ser recibidos mediante un plan humanitario para atenderlos, proporcionándoles un poco de atención médica, familiaridad, comida y seguridad, pues no, todo lo contrario, hay que aplicarles una especie de nueva Ley de Vagos y Maleantes y enviarlos a El Dorado; por el delito de utilizar las trochas, que es lo mismo que ser pobres, porque nadie con dinero camina miles de kilómetros y se somete a todos los vejámenes de esta dictadura en la frontera.
Aclaro, no es victimizar a nuestros inmigrantes, aunque lo sean, es entender algo fundamental: son tan venezolanos, como los que lograron tener éxito en el exterior, son tan venezolanos como aquellos que no están contagiados.
En ese sentido es mucho más incomprensible e indignante las palabras del clérigo Numa Molina, sin duda un religioso prestado a un interés político, que llama bioterrorista a las personas que intentan retornar al país por las llamadas trochas. Este sacerdote ofende la dignidad humana de los venezolanos que regresan, y que no son bien recibidos, y además con el riesgo de cárcel o de convertirse simplemente en unos parias. ¿Dónde está la compasión hacia los más necesitados, padre Numa Molina? ¿No es la solidaridad un principio fundamental de su fe?
Por todo lo que actualmente acontece en Venezuela, hay que recordar siempre lo esa dictadura le ocasionó a todo un país; principalmente, la destrucción de los sueños de nuestros jóvenes; no para vengarse, de eso deberán encargarse unos tribunales adecentados, pero si para no repetir la historia. Es por esta historia reciente y nefasta que debemos apuntar, desde ya, a la reestructuración política, social y económica del país; que debe transformarse profundamente, empezando por tres pilares fundamentales: educación, justicia y un plan económico de emergencia y de gran alcance.
Volveremos a la tierra, de donde realmente venimos; de ese país que había logrado avances incuestionables en la democracia, como por ejemplo: la descentralización y la aparición de nuevos líderes regionales; tener un Banco Central de Venezuela sólido e independiente; la implementación del Plan Gran Mariscal de Ayacucho y del sistema de orquestas infantiles y juveniles; la construcción del Teatro Teresa Carreño, para su época uno de los mejores y más modernos del continente; la organización del Festival internacional de Teatro de Caracas, ejemplo cultural en el mundo; la conquista alcanzada por los héroes de Portland; el surgimiento de la generación de cantantes e ídolos propios de los años 80; la formación de excelentes profesionales graduados en nuestras universidades públicas y privadas; el desarrollo en muchas áreas agrícolas e industriales; el avance de la televisión con la exportación de nuestras telenovelas, siendo los número dos del continente; el logro de nuestros artistas plásticos, músicos y deportistas en el mundo; por supuesto tener el orgullo de tener a PDVSA, la empresa petrolera número dos en el mundo. Sin duda, que son innumerables los logros que ahora recordamos con nostalgia, pero estamos obligados a recuperar y a superar por el buen futuro de Venezuela. Volver a la esencia alegre y amable del venezolano y olvidar el comportamiento vil y delincuencial de estos seres inhumanos que han gobernado el país a punta de fusiles; que habrán nacido y vivido en nuestra tierra, pero sin honores, tan sólo se han ganado el desprecio de una gran mayoría, por traicioneros, por criminales; y para muestra, Hugo Chávez, que hoy es un nombre que sólo representa desgracia, tragedia, corrupción y engaño.
Volveremos a un país donde todos tenemos el deber de aportar, desde adentro y desde afuera; donde nadie sobra, sólo los criminales. Volveremos a Venezuela, una tierra bendita, que necesita de gente preparada, educada y amable, de verdaderos servidores públicos; donde la transformación del país también empieza por los partidos políticos; por la transparencia de su financiamiento y el espacio a los nuevos líderes; que todos esos jóvenes comprendan que la vida es corta, donde más que acumular riqueza, y no es que el dinero sea malo, todo lo contrario, sino que entiendan que siempre tendrá más valor ganárselo con trabajo y honestidad; y que antes de ser reconocido como un gran corrupto o un pran, es mejor obtener respeto y reconocimiento por su servicio al país
Si hay algo que queremos la gran mayoría de los venezolanos son las ganas de volver; incluso aquellos que hemos echado raíces en otras tierras, igual queremos tener la opción de regresar, visitar o de pasear, como lo canta Nellia…
Volveré a mi tierra
A pasear sus calles y a pisar su arena
Volveré a mi tierra
Venezuela grande, querida y eternaVolveré a mi tierra
A cantarle al mar y a la luna llena
Volveré a mi tierra
Donde está mi gente valiente y despierta