(13 de noviembre del 2022. El Venezolano).- Nicolás Maduro no solo tiene la suerte a su favor: la estrategia también le está funcionando. La hegemonía izquierdista en la región, la crisis energética agudizada por la invasión de Ucrania, el empeño de Gustavo Petro por rehabilitarlo y el declive de Luis Almagro llegaron en el momento más oportuno para sus intereses, empujados además por la campaña de “normalización” en la que participan sus aliados continentales. Cada uno a su manera, ya sea con abrazos, con respaldos o con mirar a otro lado ante los abusos de derechos humanos cometidos durante años.
Casi todo juega a favor de las pretensiones presidenciales del “hijo de Chávez”, cuyo panorama hasta 2030, según sus propios cálculos, se vislumbra tan despejado que no deja de celebrarlo siempre que puede. “La batalla que hemos dado contra las agresiones, sanciones, bloqueos, amenazas de invasión y golpes de Estado ha sido observada por el mundo y ha generado admiración. Nos hemos ganado el respeto del mundo a punta de coraje, valentía y patriotismo”, se jactó Maduro tras su paso por la cumbre del clima en Egipto, a donde acudió tras mucho tiempo sin participar en cónclaves mundiales y tras mucho tiempo sin viajar más allá de Cuba.
La Nación reseñó que en el cónclave medioambiental buscó hasta que encontró al enviado de Washington, John Kerry, con quien departió, al igual que con el presidente francés, Emmanuel Macron. Experto en pasillos y en estrechar manos, Maduro se subió sin pestañear a la iniciativa diplomática de Macron del Foro de la Paz en París, que alcanzó su máxima expresión el viernes con el encuentro que reunió a los presidentes Alberto Fernández, Gustavo Petro y el propio Macron con los jefes de las delegaciones negociadoras en México del chavismo, Jorge Rodríguez, y de la oposición democrática, Gerardo Blyde.
Grupo de Puebla
En paralelo, en el Caribe colombiano, el Grupo de Puebla se reunía para celebrar con euforia sus éxitos electorales. Dónde mejor que en Santa Marta, la ciudad que vio morir a Simón Bolívar, tan cercana al Macondo inventado por Gabriel García Márquez, para dejar constancia de su profundo fortalecimiento tras sumar los gobiernos de Brasil, Honduras, Colombia, Chile y Perú en los últimos dos años.
Nacido en México en 2019 a la sombra originaria del presidente Andrés Manuel López Obrador, el Grupo de Puebla no para de crecer y ya suma tres presidentes entre sus filas (Fernández, el boliviano Luis Arce y el ahora el “renacido” Lula da Silva) y más de un centenar de dirigentes, entre ellos varios exmandatarios como la brasileña Dilma Rousseff, el boliviano Evo Morales, el ecuatoriano Rafael Correa, el dominicano Leonel Fernández y el español José Luis Rodríguez Zapatero
De esta forma, el grupo pasó de convertirse en un animado grupo de WhatsApp a transformarse en la principal voz de izquierdistas, populistas y revolucionarios de América Latina con un objetivo común declarado: la integración regional bajo una agenda “progresista”. Y con otros ocultos, como el blanqueamiento de las tres dictaduras de la región, algo que dejaron muy claro en su séptimo encuentro, realizado en México.
“Es un importantísimo momento para Venezuela porque se está imponiendo la idea de la paz, del diálogo, del respeto a la soberanía y de ayudar a un país en dificultades, como ellos han ayudado en el pasado y lo harán en el futuro. Puede ser Venezuela también un referente para esos valores del diálogo de la paz y de la política sean ampliamente mayoritarios”, certificó Zapatero, que además quiso diferenciar a quienes ahora apuestan por el diálogo por intereses (¿EEUU, Macron?) o por convicciones (¿Grupo de Puebla? ¿Petro? ¿Él mismo?) en un evidente guiño a las posiciones antiestadounidenses de sus compañeros de alianza.