(27 de junio del 2022. El Venezolano).- De un modo incomprensible, lamentable y preocupante, dejamos crecer en nosotros la desesperanza. Sucedió así porque fuimos empujados, por torpes dirigentes políticos, a sacrificar tiempo, vidas y esfuerzos en caminos insensatos, en aventuras políticas sin sentido cuyos resultados fueron siempre fracasos y derrotas. Cada error hacía crecer en nosotros el dolor de una nueva oportunidad perdida, y sobre ese pesar, esos mismos bufones, arrojaban incesantemente un discurso lleno de justificaciones que empeoraban nuestra ya maltrecha autoestima.
Por Luisa Ortega Díaz.
Pero, a pesar de toda la propaganda con la que nos han bombardeado para debilitar nuestra confianza, las reservas de esperanza siguen intactas en la mente y el corazón de los venezolanos. Vemos en sus caras el dolor de quien ha sufrido maltrato y persecución, pero en sus ojos vemos la determinación de un pueblo que sabe que merece y puede tener un mejor país, un futuro de bienestar y progreso. Estoy segura de que hoy todos podemos detenernos a reflexionar un poco acerca de qué fue lo que nos pasó como país, por qué de pronto perdimos la esperanza y dejamos de confiar en nosotros mismos, ¿por qué permitimos que robaran nuestros sueños?
Nos han hecho creer que la autocracia es invencible, y que si luchamos y los enfrentamos todo será en vano porque igual no la vamos a derrotar. Muchos ayudaron a alimentar esa creencia, y nos convencimos de que no había nada que hacer, que hagamos lo que hagamos nunca cambiaremos las cosas; y eso sí es verdaderamente preocupante. No podemos permitir que ese pensamiento siga creciendo, porque no hay nada más falso que esa afirmación. Continuar con esa creencia es caer en el juego de un gobierno que desprecia a los venezolanos y que en su empeño de perpetuarse en el poder ha intentado por todos los medios posibles manipular lo que pensamos y lo que creemos. En ese empeño se ha gastado millones del dinero que es de nuestro pueblo.
Si revisamos detenidamente nuestra historia reciente, vemos cómo los que hoy detentan el poder ganaron y llegaron a los cargos públicos que ocupan con los votos nuestros. De modo que si llegaron al poder con nuestros votos, ¿no es posible entonces pensar que también los podemos sacar del gobierno con nuestros propios votos?
Erradicar la desesperanza del pensamiento y del corazón de los venezolanos es una primera tarea que acometer para consolidar nuestra gesta libertaria. Si queremos triunfar, la desesperanza no tiene cabida. El optimismo, la fuerza y la confianza en nuestras capacidades para luchar por la dignidad y el bienestar son motivos suficientes para recuperar la fe en nosotros mismos. Tenemos muchas oportunidades y razones para derrotarlos, porque este gobierno ilegítimo es incapaz de dar respuesta a los terribles desajustes sociales, políticos y económicos que han causado y que hunden el país en una catástrofe.
Además es un régimen debilitado, pero no se ha conformado una fuerza política impulsora, aglutinadora que todos entiendan y abracen; sino intentos antidemocráticos fallidos producto de estrategias erradas, sectarias de poca amplitud y mínimo consenso.
La otra tarea, no menos importante que la anterior, es fijarse objetivos claros, que nos aglutinen en torno a una causa común, a una opción política ganadora con convencimiento de que nuestros anhelos y sueños son justos, son realizables, son alcanzables y dependen de nuestra capacidad de decidirnos.
Si sentimos amor por Venezuela, deseos de estar de nuevo junto a nuestra familia, en nuestra patria, tenemos que demostrarlo y actuar con decisión, convencidos de que nosotros somos el poder, de que somos nosotros los que ponemos y quitamos gobiernos. Necesitamos tener clara conciencia de nuestras capacidades. Sé que podemos hacerlo porque el pueblo venezolano cuando asume una responsabilidad es porque confía plenamente en que puede ejecutarla exitosamente.
De todos los retos que enfrentamos, organizarnos en torno al voto, es el mayor de ellos, como también es el mayor y más contundente mecanismo de cambio que existe en Venezuela para lograr el objetivo de tener nuevamente el país que merecemos. En las oportunidades hemos usado el voto como mecanismo de lucha en distintas contiendas electorales, el triunfo ha sido contundente e ineludible. La experiencia de las parlamentarias de la Asamblea Nacional de 2015, y la reciente experiencia de Barinas, donde a pesar de haberse trasladado a ese estado todo el gobierno central, no fueron capaces de derrotar al candidato de consenso y así ha pasado en otras gobernaciones y alcaldías. De forma que, como pueden ver, sí es posible derrotar esta autocracia y sí es posible desalojarlos del poder, pero esos triunfos tienen que ver con la forma en que nos vemos a nosotros mismos, y con el nivel de determinación con el que hagamos las cosas.
Tenemos la capacidad y la responsabilidad desde la Constitución de darnos el gobierno que consideremos el más adecuado y favorable para el futuro de todos. Es posible, ha sido posible, y lo vamos a hacer de nuevo. Triunfaremos. Y lo haremos con votos, como lo hacen los pueblos valientes que han comprendido el valor que tiene su opinión en una verdadera democracia. Convertiremos nuestra indignación en votos, y esos votos nos liberarán. La democracia no es un regalo: es una conquista ciudadana.