“Al crecer las niñas negras y afrodescendientes nos sentimos diferentes por temas tan básicos como nuestro cabello”: África Salomé, de 26 años, lleva su afro con orgullo, pero no siempre fue así, por años años lo alisaba en medio de “traumas” y “desconexión” con su cultura.
“Mejorar la raza” o “pelo malo” son frases que están naturalizadas en Venezuela, que tiene una población variada producto del mestizaje entre indígenas, españoles, y africanos a partir del proceso de conquista en el siglo XV.
Según el censo venezolano de población y vivienda de 2011, 0,7 % de los venezolanos se identifica como afrodescendiente y 2,9 % como negro. El 51,6 % se reconoce como moreno. Datos más recientes no están disponibles.
Como tantas otras mujeres negras en América Latina, África Salomé, que creció en el interior de Venezuela, intentó cambiar su apariencia para evitar discriminación.
“Me decían alísate el cabello, amárrate el cabello, ese trenzado es raro”, y “mientras niñas con el cabello liso, no necesariamente blancas, podían llevar el cabello suelto (en la escuela), yo no”, recuerda durante una entrevista con la Voz de América.
Entonces, “viene el planchado, el alisado” e incluso “comprar maquillaje más claro”. El día a día de las niñas negras en Venezuela.
Una fotografía de secundaria le recuerda esos días. Luce un cabello liso, una sonrisa que “es de actriz” porque “estaba súper acomplejada en ese momento”, rememora la joven.
Pero luego de “experiencias traumáticas”, África, que es cantante, decidió cortar su cabello, “para desprenderse del pasado”.
Y desde hace ocho años luce su afro al natural. No es lo más común en Venezuela, aunque comienzan a surgir algunos movimientos y peluquerías especializadas.
A África más de una vez le han preguntado de dónde es: de Cuba, de Brasil, República Dominicana… solo por la forma en la que lleva su cabello.
“Si a mí me dieran un dólar por las veces que me preguntan si soy de Venezuela sería millonaria”, dice esta joven que estudió arte en Caracas.
Su madre, una mujer biracial nacida en los años 60, por ejemplo sigue alisando su cabello.
“El racismo los hizo querer alejarse de su esencia y de su negritud a veces”, comenta África, que asegura fue a través de sus padres su primera conexión con la cultura negra, sobre todo musical.
Su repertorio en tarima está plagado de referentes de la música negra, sobre todo de Estados Unidos. Sobre la tarima de un bar en un lujoso hotel de Caracas, África inunda con su hermosa voz temas como “Respect” de Aretha Franklin, que son recibidos con muchos aplausos.
“Racismo estructural”
África se define como afrofeminista.
“Cuando yo me di cuenta que mi cuerpo como una mujer afrodescendiente, (…) tanto en Estados Unidos, como en Canadá, como en Venezuela, como en el Sur, valía lo mismo para la gente que es racista, que yo era un fruto extraño para ellos, yo quise cantar música con temática” sobre la segregación racial, brutalidad policial, señala.
Y afirma que Venezuela, pese a ser un país profundamente mestizo, no escapa de un “racismo estructural no solamente cultural”.
Explica que, mientras ella hoy puede lucir su cabello afro como cantante, “me han escrito niñas desde ciudades del interior del país e incluso desde Caracas, donde no las dejan entrar al colegio con su pelo afro, y le han dicho cosas ofensivas al punto de no querer ir más”.
“Decir que no existe racismo en Venezuela es negar una realidad. Cuando las personas dicen que no hay racismo en Venezuela lo dicen desde el privilegio, desde el desconocimiento y la ignorancia”, e insiste que, “decir que no existe racismo en Venezuela es como decir que no hay pobreza porque hay un carro caro en un lugar del este de Caracas”.