(03 de noviembre del 2021. El Venezolano).- Más de la mitad de los decesos por enfermedades cardiovasculares, la principal causa de muerte en el continente americano, tiene que ver con una presión arterial alta, una condición que padecen entre el 20% y 35% de los adultos en la región y que puede agudizarse con el consumo excesivo de sal. Las muertes anuales atribuidas a la hipertensión ascienden a 9,4 millones.
Sin embargo, el consumo diario de sal de cada habitante de América supera con creces la cantidad recomendada por la Organización Mundial de la Salud para evitar ese padecimiento.
La recomendación es una ingesta de menos de cinco gramos de sal al día, pero según los datos de la Organización Panamericana de la Salud (OPS), el promedio de ese consumo individual en la región oscila entre los 8,5 y los 15 gramos.
Las evidencias médicas han demostrado que comer menos de 5 g de sal (menos de 2 g de sodio) puede reducir la presión arterial y el riesgo de enfermedades cardiovasculares, accidente cerebrovascular y cardiopatía coronaria.
Para hacer frente a este nocivo hábito de consumo, la OPS presentó este jueves unas nuevas metas regionales para la reducción de la sal en la dieta de la población, que se enfocan en disminuir el contenido de sodio en los alimentos procesados consumidos frecuentemente toda vez que en muchos países, gran parte del sodio alimentario (entre el 70% y el 80%) proviene de comida elaborada como pan, cereales y granos; carnes procesadas y productos lácteos.
El director de Enfermedades no Transmisibles y Salud Mental de la OPS recordó que los países acordaron reducir el consumo mundial de sal en un 30% para 2025.Dominio públicoLas dietas basadas en el consumo de elevadas cantidades de sal y grasas trans incrementan el riesgo de sufrir un ataque al corazón un 21 % y el de muerte un 28 %.
La pandemia empeoró el panorama
“Pero la pandemia de COVID-19 ha empeorado la situación al crear nuevos desafíos para la prevención y control de los factores de riesgo debido a los confinamientos y cambios significativos en los estilos de vida, que incluyen un aumento en el consumo de productos no saludables”, añadió Hennis, urgiendo a los gobiernos a acelerar las provisiones para alcanzar ese objetivo.
Las metas publicadas hoy actualizan las establecidas en 2015 y presentan umbrales máximos de sodio para 16 categorías y 75 subcategorías de productos alimenticios a reformular.
El precio a pagar
La OPS enfatizó que el consumo de sal no sólo cuesta vidas, sino que supone una carga onerosa e incide en los esfuerzos de desarrollo de los países.
Detalló que los costos directos e indirectos de la hipertensión representan entre 5% y 15% del Producto Interno Bruto de las economías de renta alta, y entre 2,5% y 8,0% de las de América Latina y el Caribe.
“El consumo excesivo de sal tiene grandes repercusiones en el crecimiento económico y la fuerza laboral productiva de los países”, apunta el documento de publicación de las metas.
La Organización afirmó que la reducción de la sal alimentaria en la población es la medida de salud pública más eficaz en términos de costos para bajar la presión arterial y la mortalidad. “Puede salvar vidas, rescatar la economía y los sistemas de atención de salud de los países de bajos y medianos ingresos”, recalcó.Los niños obesos tienen más probabilidad de sufrir de diabetes tipo 2, asma, dificultades para respirar, problemas musculares, disfunciones cardiacas, así como problemas psicológicos y aislamiento social. Foto: Rocío Franco/Noticias ONU
Reglas vinculantes
Pero conseguir la disminución de sal en los alimentos procesados implica una serie de acciones que requieren de la cooperación no sólo del gobierno, sino de todos los sectores de la sociedad, especialmente de las empresas del rubro alimentario, donde median muchos intereses económicos.
El asesor regional en Nutrición y Actividad Física de la OPS, Fabio Da Silva Gomes, señaló que las nuevas metas son una herramienta más de apoyo al conjunto de políticas regulatorias que han ido avanzando en la región para reducir la oferta y demanda de productos con exceso de sodio, como el etiquetado frontal de advertencia y la regulación de la publicidad de estos productos.
No obstante, aseveró que no es suficiente apelar al apego voluntario a las medidas pertinentes para reducir el sodio de los alimentos procesados.
“Si queremos lograr cambios sustantivos necesitamos que estas metas se adopten con un enfoque regulatorio en lugar de voluntario. Esa es la única forma en la que los países podrán reducir la ingesta media de sal en la población para el 2025, en un contexto en el que las ventas de los productos procesados y ultraprocesados con contenido excesivo de sodio sigue creciendo”, puntualizó Da Silva Gomes.
En línea con esta declaración, el documento con las metas hace hincapié en que los enfoques obligatorios proveen los recursos jurídicos, financieros y humanos necesarios para garantizar la aplicación y la adopción de mecanismos apropiados de seguimiento del proceso de disminución del sodio de la comida.
“Con la reformulación obligatoria se podrían lograr sistemáticamente mayores reducciones del consumo de sal que con acuerdos voluntarios y se podrían obtener también mayores mejoras de los años de vida ajustados en función de la discapacidad y de la calidad”, indica.Las dietas ricas en cereales integrales y verduras son más sanas y tienen menos impacto ambiental. Foto de archivo; PNUMA Asia Pacífico
Concientizar a la población
Con respecto a los consumidores, la OPS aseguró que se ha observado que cuando el consumo de sal se reduce gradualmente, las personas prefieren los alimentos menos salados.
Asimismo, consideró que las campañas de concientización son útiles siempre y cuando estén acompañadas de otras medidas eficaces, como la reducción del contenido de sodio de los productos procesados y ultraprocesados, las restricciones de la comercialización, el etiquetado frontal y la promoción de entornos más sanos, por ejemplo, en las escuelas.
“La educación es una herramienta imprescindible para mejorar la salud de la población y hay que apoyarla plenamente. La reducción del contenido de sodio de los productos alimenticios es una opción de política complementaria, igual que el etiquetado frontal y las restricciones de la comercialización”, argumenta el documento.