(2 de mayo del 2019. El Venezolano).- Tras los hechos registrados este martes 30 de abril en Venezuela, se conoció que los presidentes de Estados Unidos y Rusia, así como también el Presidente Encargado, Juan Guaidó, tenían todo planificado para la salida del régimen de Nicolás Maduro, sin embargo, Diosdado Cabello, fue quien no dejó que dejarán el gobierno.
A través de un reportaje publicado por El Español, se conoció por una fuente que la maniobra contaba con todo el apoyo necesario a nivel nacional e internacional, especialmente la de Vladimir Putin, que había aceptado la salida democrática. Tras negarse durante meses a la caída de su puntal en Latinoamérica, el presidente ruso dio su brazo a torcer cuando obtuvo garantías del presidente encargado, Juan Guaidó, de que Moscú cobrará la deuda que Caracas ha contraído con su mayor apoyo internacional.
Es de mencionar, que Putin era la pieza que faltaba hasta ese momento. Porque desde enero -si no antes, claro- la oposición democrática venezolana ya iba de la mano de la Administración estadounidense. Y, de hecho, por mucho que sus declaraciones sean incendiarias calificando de «golpe de Estado» la maniobra de Guaidó este 30 de abril, el propio dictador Nicolás Maduro había aceptado finalmente el plan.
La fuente confirmó las declaraciones de Bolton, Maduro había acordado con Trump, Putin y Guaidó la salida a Cuba -ya tenía un avión preparado, pero como puente hacia otro exilio más «agradable», previo paso por Moscú. «Quizás República Dominicana», explica esta fuente.
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Diosdado Cabello se negó a salir del Gobierno
Sin embargo, el caso es que la carta que quedaba sola en este castillo de naipes era Diosdado Cabello, actual presidente de la llamada Asamblea Nacional Constituyente (ANC). Este artefacto convocado por Maduro para sustituir los poderes del Parlamento, cuya mayoría cualificada es de la oposición desde las elecciones del 6 de diciembre de 2015, es el órgano de fuerza de Cabello.
Diosdado Cabello tiene una orden de busca y captura internacional librada por la DEA, la agencia antidroga de EEUU. Y es ya «una cuestión de honor» para Washington tener ese «trofeo», explica Sergio Contreras. El coordinador en España del partido político de López y Guaidó es un periodista represaliado, torturado y ex preso político de Maduro. «Si cae Cabello, está hecho, todo se acaba», concluye el periodista Francisco Poleo desde Miami.
De la misma manera, el director ejecutivo de El Nuevo País, uno de los pocos medios libres que quedan en Venezuela, explicó que Diosdado Cabello se sabe la cabeza de turco de toda esta operación. Y él aún controla a parte del Ejército, como representante de los jefes militares en los círculos de poder del régimen, en realidad, más que como su líder. Y negándose a caer, se evitó que los demócratas lograran el control de todos los mandos del Ejército, y se detuvo -quizás sólo temporalmente- la «operación Libertad».
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Cabello es acusado de operar como el líder del llamado «cártel de los Soles» -la organización narcotraficante organizada alrededor del régimen chavista en alianza con los reductos de las FARC y el ELN colombianos-, en este sentido Washington lo quiere preso. Y para él no se había diseñado una salida en la maniobra impulsada este 30 de abril.
Donald Trump lo quiere preso, a Vladimir Putin no le va nada en su destino y Juan Guaidó sí necesita un líder caído para que su liderazgo efectivo no se inicie deslegitimado. Es preciso darle al pueblo alguien que pague su desesperación por la hiperinflación, la falta de alimentos y medicinas y la parálisis total del país. «Hoy Venezuela es más que un Estado fallido, es un Estado calamidad», explica Contreras a este periódico. «Tras los colapsos eléctricos del mes pasado, no se ha vuelto a reanudar la producción… no hay de nada».
Otro de los líderes que tampoco tienen asidero es Tareck El Aissami, hasta hace tres meses vicepresidente y ahora ministro del Poder Popular. De origen libanés, se le considera el enlace del régimen chavista con Irán y el grupo terrorista chií Hizbulah, que utiliza Venezuela como base de operaciones en el cono sur americano. «A éste lo reclama Israel, es otra de las fichas que deben caer y que se resiste a hacerlo», explicó Poleo