(06 de abril del 2021. El Venezolano).- En plena pandemia recrudecida y de un segundo ataque del virus chino, pero esta vez mutado y más contagioso, acabamos de presenciar por las redes algo único: la fastuosidad del “Desfile dorado” en El Cairo. Es el último viaje de las momias de los faraones (as) en poder de los egipcios a su morada definitiva.
El país del Nilo ha inaugurado a un costo de mil millones de dólares al sur de su capital, el Museo Nacional de la Civilización Egipcia (MNCE) dieciocho reyes y cuatro reinas fueron homenajeados con honores de jefes de Estado y no podía ser de otra manera.
Abunda el hecho de que fue la primera civilización avanzada de la humanidad, pero no para destacar un invento político de trascendencia monumental, como lo es la condena al olvido post mortem a pésimos gobernantes. Es tan antigua como la Dinastía I (2.861 a.C) y al primero al que se la aplicaron fue a Adyib; el faraón Semerjet borró su nombre de archivos y monumentos. Pero hubo dos casos más importantes posteriormente, los castigados para su viaje eterno fueron Akenatón (1.353 a.C) al que le destruyeron una ciudad completa para desaparecerlo de la memoria colectiva y a la reina faraón Hatshepsut (1.490 a.C) por parte de su sobrino Tutmosis III quien la condenó por usurpadora del trono; por cierto, ambos acaban de desfilar el domingo pasado, cada quien en su respectiva carroza y uno detrás del otro 3.374 años después. Cosas de la historia.
Grecia y Roma
Con Eróstrato de Éfeso (356 a.C) fueron más allá, también se la aplicaron por quemar el Templo de Artemisa, una de las maravillas del mundo antiguo, pero decretaron que al que lo nombrara tenía pena de muerte.
El mandato había sobrevivido la historia cantada y contada por poetas, viajeros y papiros en la memoria del colectivo por casi tres milenios, era como una especie de espada de Damocles sobre cada gobernante tirano, tanto así que los romanos que todo lo perfeccionaron, la llamaron “Damnatio Memoriae” que significa condena a la memoria o al recuerdo de un enemigo después de muerto.
El procedimiento era sencillo, el senado decidía si el recién poderoso finado se había convertido en un dios y merecía culto público para decretar la apoteosis o por el contrario era impopular y detestable, entonces se decretaba la DM y luego Abolitio Nominis que era borrar su nombre de pinturas, monedas, monumentos y edificios, etc.
Los emperadores romanos condenados por su crueldad fueron 25, donde destacan obviamente Calígula, Nerón, Cómodo y Constantino II y es que, con este último, ustedes lo saben, nunca segunda parte fue buena, además, ¿cómo destacar después de su padre Flavio Valero Aurelio Constantino I el Grande, rey de la cristiandad? Imposible, entonces su descendiente se fue por la antípoda. La historia de los herederos.
Caso sólido
La autopsia al fracaso del modelo chavista está hecha, se tardó un poco, pero la hizo eficientemente el designado y, muchos de los culpables, cómplices y testaferros están muertos, presos o desterrados; fueron declarados culpables en juicio sumario. Con los resultados a la vista el nuevo “Rey Rojo” no tenía otra que sepultar lenta y disimuladamente para el mal de toda Venezuela, el cadáver de las acciones de su predecesor, las consecuencias desprendían el olor putrefacto de todas las revoluciones y había que aparentar.
Maduro, el sepulturero de Chávez tomó tarde el sentido de su existencia y haciendo lo único que sabe hacer, se dejó llevar por el contrato isleño heredado convirtiéndose en tirano, aunado a que su ineficacia e ineficiencia son proverbiales. Entonces, para qué describir aquí la prolongada tragedia social, económica y humanitaria causada por ambos, si la vivimos diariamente.
Tocará pronto ver una relación única, dos casos seguidos de condena al olvido y Dios nos libre de una tercera que no soportaremos, porque sería la disolución final del país. La historia de la barbarie nos debe un respiro, hasta Roma se recuperó después de Atila.
@mcarrillodeleon