(07 de febrero del 2021. El Venezolano).- Rectores de universidades, directores de Institutos Universitarios y Tecnológicos, dirigentes de Cámaras de Comercio y de Industriales, al igual que de Asociaciones de Productores, se han sumado a políticos opositores que dialogan con la Comisión para el Diálogo, la Paz y la Reconciliación de la nueva Asamblea Nacional.
Se han anunciado aproximaciones con otras instancias de la sociedad civil para consultar las propuestas que tienen para resolver las situaciones críticas que han denunciado.
Sus expectativas son variadas. Unos son optimistas. Otros han sido cautelosos en hacer pronósticos, pero acuden con responsabilidad al diálogo a dejar constancia de sus reclamos. Otros asisten con cierta carga de frustración por haber intervenido en intentos parecidos sin haber encontrado receptividad a sus planteamientos.
Ninguno se da por vencido y se hacen presentes en el escenario de diálogo que desde la Asamblea Nacional se ha ido construyendo desde el primer día de la instalación del organismo.
Nadie asiste a la cita sirviendo de fiador o avalista de sus interlocutores, pero van con mente abierta a escuchar al otro y a construir respuestas que sirvan de encrucijada de sectores en pugna por muchos años. El país urge de ese entendimiento y estos dirigentes universitarios, empresariales, de otros sectores de la sociedad civil, y de partidos políticos diversos, están dando la cara y empinándose por encima de prejuicios y resistencias para encontrar juntos salidas a la crisis que nos consume.
Buscan activamente soluciones a los problemas que padecemos, aunque no se consideren causantes de los mismos.
Nos engañaríamos, sin embargo, si pensáramos que representan a todo el país. Otros insisten en la confrontación total y hasta en la violencia. Pregonan que el diálogo es un engaño y que tiene intenciones ocultas.
Sostienen que el chavismo no es sincero y que dialoga porque tienen el agua al cuello. Recuerdan que los mismos que hoy quieren concertar son los que llamaban a los empresarios ladrones y oligarcas, los que expropiaron fincas y confiscaron inmuebles.
Afirman que el gobierno habla bajito porque perdió la capacidad de chantaje y de control.
Protestan la presencia de partidos políticos y sostienen que esos espacios deben ser ocupados sólo por la sociedad civil organizada.
Algunos, tajantes, declaran que hay que ponerle punto final a la dictadura de Maduro y que todo esto es un tinglado de electoralismo despreciable, que hay que salir de Maduro y punto.
No faltan quienes desnudan a los empresarios acusándolos de sinvergüenzas que tan solo buscan un modus vivendi con el gobierno.
La oposición del poder, la que estuvo cinco años en la estrategia de agravar la crisis desde la Asamblea Nacional, la que recibió financiamiento por millones de dólares para desestabilizar el país y organizar conspiraciones, denuncia que con el diálogo el gobierno simplemente busca fragmentar a la oposición y frenar las gestiones de la comunidad internacional.
Ese es el preocupante cuadro del conflicto político de hoy. Ya no puede describirse el problema con la simple antinomia gobierno- oposición. Cambiaron los ejes del razonamiento y de las acciones políticas.
Unos venezolanos, de oposición y de gobierno, están comprometidos a construir otra relación, una que sea productiva y deje atrás equivocaciones y retaliaciones de aquí y de allá.
Otros están empeñados en mantener la clientela de fanáticos extremistas que levantaron durante años y declaran desde “su oposición” que dialogar es darle oxígeno a Maduro, que lo procedente es continuar en la estrategia de agravar la crisis y convocar una nueva alianza de los duros de adentro con los apoyos externos resueltos a intervenir.
Y desde esa misma perspectiva apegada al viejo duelo a muerte, desde “su chavismo” algunos gritan a voz en cuello que el gobierno giró hacia el capitalismo y que el Comandante Chávez y el socialismo han sido traicionados al sentarse con los empresarios en FEDECÁMARAS.
Unos se atreven a mirar hacia el mañana y abrir nuevos caminos que superen lugares comunes, fracasos, estancamiento y pobreza. Otros se hunden en decepcionantes y gastados esquemas de gobierno y fracasadas propuestas opositoras.