(28 de noviembre del 2020. El Venezolano).- Arnoldo Gabaldón Carrillo es una referencia viviente para todos los venezolanos. En esta circunstancia, en que la crisis moral que nos conmueve, es como una lámpara cuya luz nos ayudará a penetrar esas tinieblas para que nos digamos, al unísono, que hay una salida a esta desgracia que nos amenaza a ser un caso perdido en América Latina.
Arnoldo Gabaldón fue un médico consagrado a la investigación que vio en la escena política una oportunidad de servirle a su país. Así lo hizo. Por eso cuando al día de hoy, en pleno curso del siglo XXI, se rememoran las campañas contra la malaria en Venezuela, sale a relucir su nombre, se reconoce que ese ilustre trujillano convirtió a nuestro país en el pionero de la eliminación de esa letal enfermedad.
Es muy curioso las pasantías universitarias de este venezolano excepcional. Primero fue estudiante de filosofía para dar luego el salto hacia la catedra de ciencias médicas en la Universidad Central de Venezuela. Sus sueños no se quedaron en esos linderos, pues dio un gran giro hacia Alemania donde complementó su formación como especialista en enfermedades tropicales. Esa formación profesional lo acreditó para presidir, una vez que retorno al país, la dirección de Malariología del Ministerio de Sanidad y Asistencia Social. Su obra ha quedado escrita para la posteridad con su decisión de utilizar el DDT para combatir la malaria.
Fue un científico con una marcada tendencia social, de esos seres humanos que pueden salir de sus laboratorios a confundirse con la gente a la que se deben, por la vocación de servicios que llevan en los genes.
Fueron muchos los descubrimientos que lo han inmortalizado como investigador que le hicieron merecedor de reconocimientos internacionales.
Durante el periodo gubernamental del presidente Rómulo Betancourt. Arnoldo Gabaldón figuró como uno de esos miembros inamovibles de su gabinete. Todo por su calificación de servidor público. No privaban palancas ni relaciones partidistas, sólo la dimensión de un científico que sabía asumir una responsabilidad ciudadana, pensando en aportar soluciones a los problemas de salud del país con el que estaba profundamente comprometido.
Dejo una estela representada por sus logros, perfectamente cuantificable en estadísticas confiables. Dejó un legado en las figuras de miles de profesionales que siguieron su ejemplo, influenciados por su figura de apóstol de la salud.
Cuando se habla de la prolongación de la esperanza de vida lograda en los lustros de la democracia, inevitablemente surge el nombre de Arnoldo Gabaldón. Gracias a sus políticas de salud se prolongó la expectativa de vida en Venezuela. Ese científico venezolano, llamado Arnoldo Gabaldón, representa esa reserva moral a la que hoy debemos acudir todos para sentir su fuerza, tan necesaria, a la hora de emprender el proceso de reconstrucción de Venezuela.
En su obra escrita, “Cartas del Ministerio” y “Una Política Sanitaria”, están los relatos de cómo fue posible avanzar por encima de tantos obstáculos. Allí encontraremos, seguro, las lecciones que nos aconsejarán como hacer las cosas en esta coyuntura tan escabrosa como la que tenemos al frente, en pleno siglo XXI.