(14 de julio del 2020. El Venezolano).- El corazón de Blas Perozo, se lo disputaron como suyo los falconianos y zulianos por igual. Todos sabíamos que el poeta irreverente había nacido en el noviembre de lluvias memorables de 1943, y que tenía profundas raíces en la ardiente Guacuira, con un alto afecto por la península de Paraguaná, la capital de su imaginario poético.De la península, esa cantera de los vientos marinos, llegó a conocer cada recodo, cada cruce de caminos, su piel árida milenaria, sus noches de amor. En una ocasión la recorrió con el fotógrafo Audio Cepeda y la hizo libro.
En su obra madura, la ciudad que reinó, fue Maracaibo, con su
castellano dialectal, su maracuchismo leninismo (como él lo definió),
su universidad centenaria. Perozo Naveda nos enseñó que se podía crear
poesía de alto vuelo diciendo: «Vos sois»:
«Yo digo y acuso
a los intelectuales de derecha y de izquierda
de mi ciudad
unos porque tienen miedo a decir vos
que te caés del tarantín
acordate María de Acapulco».
Durante las décadas de los 80 y 90, Blas fue el faro de mayor lumbre
en su Maracaibo City, brilló intensamente en la Escuela de Letras de
la Universidad del Zulia, dictaba la cátedra de Literatura
Latinoamericana. Fue un hombre de posiciones intelectuales atrevidas,
osadas, defendidas con fiereza. Se hicieron célebres los debates con
su colega profesor Cósimo Mandrillo, con quien, en el nuevo milenio,
se sentó a su lado en actitud de reconciliación, fue el Teatro Baralt.
Yo conocí a Blas Perozo en la Escuela de Comunicación Social de LUZ
donde impartía la cátedra de morfosintaxis, era severo, temido y
riguroso. En ese tiempo, compartió con los monstruos sagrados del
periodismo en el Zulia: Sergio Antillano, Xiomira Villasmil, Ignacio
de la Cruz, entre otros grandes.
En el Teatro Baralt lo vi leer uno de sus versos, en medio de un
concierto del grupo Texere liderado por Yolanda Delgado. Entró a
escena trajeado de azul, con su melena plateada, hirsuta, y con voz
firme dijo:
» Bolívar, a pie o a caballo: es el padre».
Tuvo el aval de ser Doctor en Letras Hispánicas de la Universidad La
Sorbona de París, grado que obtuvo en 1979. Lo celebró en el Barrio
Latino de la capital francesa junto a su fraternal compañero Cheo
González, que también hacía su postgrado. Años después, vi a Blas
llorar la muerte de Cheo y su amada esposa en la iglesia San Alfonso,
los lloró a mares, a lágrima viva, con alaridos de dolor. La pareja de
intelectuales fueron sorprendidos por la muerte en una carretera del
oriente del país en 2011.
Por esos años, ya jubilado de LUZ regresó a París. entró por el
aeropuerto de Orly, allí tomó una buseta que lo llevó a su hotel. En
el trayecto comprobó que aún hablaba el francés con fluidez, y fue
feliz como en sus mejores días de estudiante.
Blas poeta, catedrático, maestro de la palabra. sorprendía con su
crónicas en «El rollo que no cesa» en el diario Panorama, allí dejó su
legado periodístico.
Ganó premios nacionales, municipales, altas distinciones. Pero sobre
todo, se ganó el reconocimiento de sus alumnos y sus lectores. Cultivó
una gran amistad con el poeta trujillano Ramón Palomares, compartieron
muchas veladas.
Yo tuve el honor de hacer radio con él, fue en la emisora Catatumbo
99.1FM señal de zulianidad. Blas realizaba el programa junto al
periodista Alexis Blanco y a su bella hija Valentina Perozo,
periodista y cantora. Una vez más afloró en cada emisión su
genialidad, su arte para en buen decir. En esa etapa de vida,
consolidamos nuestra amistad, rodeados de grandes talentos: Wenceslao
Moreno, Mariana Ferrer Mello, Doris Salas, Darvin Romero Montiel,
Yolanda Delgado y sus doblemente colegas y paisanos, los hermanos
Colina, Gustavo e Israel. Gustavo ocurrente y jovial lo llamaba «Blas
Pirozo» por la flama de su verbo, cual pira.
Cuando uno está al frente de gente tan vital como Blas, piensa que ese
ser es inmortal, que nunca va a desaparecer. Y ciertamente, él era un
duende lleno de vida, poesía, ironía, sarcasmos, enseñanzas. era un
relámpago de ideas. Buen catador de café, devorador de libros, altivo
orador.
Lo despedimos el lunes 13 de julio 2020, un año aciago y difícil. Se
marchó el viandante risueño, no se pudo despedir de su universidad
amada, ni de La Vereda del Lago que recorría cada mañana. Se fue a lo
eterno, a ese reino de la memoria sin anuncio previo.
Gracias poeta acorazado Blas, gracias por su blá, blá blá genial.
Gracias por darle tu vida a esta ciudad, querido Blas.
León Magno Montiel leonmagnom@gmail.com