(18 de diciembre de 2019. El Venezolano).- A pocos días de la Nochebuena, José Gregorio Machado no sabe si podrá ese día servir la cena navideña y dar regalos a sus tres hijos y esposa, que le acompañan cada día en una precaria vivienda de tablones y techo agujereado, en un refugio improvisado en el extremo este de Caracas.
«El año pasado fue fabuloso, la mesa estuvo repleta de todo, gracias a Dios no falló nada», dijo a EFE, con brillo en los ojos, el obrero de 29 años, al recordar sus últimas festividades.
«Este año veremos (…), se quemó el rancho (vivienda precaria) y ahorita estoy solventando», añadió antes de aseverar que sería «demasiado triste» no disfrutar finalmente de una cena y de regalos en Navidad y Año Nuevo.
Pese a todo, en su refugio, Machado y su familia son casi privilegiados: los niños asisten con regularidad a la escuela y casi siempre hay comida en la mesa desde que, al igual que hizo con su hogar, improvisó un lavadero de autos en la calle que le reporta, si la jornada es buena, unos 10 dólares por día.
Pero aún así, los Machado forman parte de los más de siete millones de venezolanos que, de acuerdo con cifras de Naciones Unidas, necesitan ayuda humanitaria urgente.
Ellos son los más golpeados por la acuciante crisis económica que atraviesa Venezuela, y para quienes las tradiciones de fin de año son cada vez más difíciles de experimentar.
Así, dejan de ser venezolanos, reflexiona Machado en su chabola al ligar estas costumbres con el gentilicio.