(20 de agosto del 2025. El Venezolano).- Ayer, 19 de agosto el Ateneo “Luis Mariano Rivera”, en Carúpano se llenó de tradición y orgullo sucrense, al conmemorar el 119º aniversario del natalicio del autor de las canciones tradicionales “Canchunchú Florido”, “La Guacara”, “El Mango”, “Cerecita”, y muchas más que son un tesoro cultural de Venezuela, el cantor del pueblo Luis Mariano Rivero.
Corría el año 1996, quien esto escribe, Mario Valdez, se encontraba en gira política por el estado Sucre, en compañía del empresario Rafael Biando, el ex diputado José Luis Meza y el ex Tte. Héctor Fleming Mendoza, en Cumaná nos reunimos con el Gobernador Ramón Martínez. Seguimos a Carúpano y les pedí que me llevaran a conocer a Luis Mariano Rivera, esa leyenda de la música y la poesía folklórica venezolana, que vivía en un valle, un caserío ubicado cerca del Golfo de Paría en las afuera de Carúpano, el pueblo tomó el nombre de su casa, “Canchunchú Florido”. Ahí estaba el poeta, saluda con afecto a mis acompañantes quienes eran sus amigos y dijo sentirse honrado con la visita, Meza fue un político, Bianco un empresario del sector pesquero, y Fleming fue un militar que se alzó en armas cuando “El Carupanazo”. Nos invitó a tomar un café , agarró su cuatro y se sentó en la hamaca, así recibía las visitas. Ese día disfruté de una larga y grata conversación en ese paraíso con un personaje que ya frisaba los 90 años, que aprendió a leer y escribir a los 38 años, que se convirtió en un autodidacta, compositor, poeta, dramaturgo y referencia obligada de su pueblo, un universal de la música y el canto. pero con una mente lúcida y clara, me relato muchas de sus vivencias “Crecí en la pobreza extrema, dormía en el catre, lo único que tenía eran piojos y niguas”, dijo Luis Mariano. Esa tierra lo vió nacer el 19 de agosto de 1906 y ahí lo sepultaron el 15 de agosto de 2002. Recibió todos los reconocimientos regionales, nacionales e internacionales, hasta Doctorados Honoris Causa. Digno ejemplo a seguir.
Vivió para la música y para Máximina Marsella
Nada mejor que escribir sobre un analfabeta que supo conseguir el sentido de la vida, del amor, que nunca negó ni abandonó sus raíces y su gente. Su infancia la pasó en el conuco ayudando en la siembra, entre cerecitas, maizales, las flores silvestres y cazando los pájaros; potocas, perdiz, tutuel. Luis Mariano, hijo natural de Antonio José Font, un rico, mantuano de Carúpano, su madre María Rivera, una mujer del campo, analfabeta, que usaba alpargatas y nunca conoció el zapato, lavaba la ropa en piedra y batea, cocinaba con leña, vivía con su madre, a su padre, poco lo veía. Estudió hasta tercer grado, cuando su madre murió era todavía un niño; además de la miseria y la pobreza en que vivían, tenía que afrontar la vida, abandonó la escuela y buscó refugio en la hacienda de su padre como peón. Quedo huérfano y desamparado, se fue a vivir a la casa de su abuela materna y su tío; pasó una gran parte de su vida dedicado al campo, la siembra y el conuco. Se casó con Maximina Marsella, quien fue la mujer de su vida “Mi compañera espiritual”, como solía decir. Esa noble dama supo soportarlo en las buenas y en las malas. Tuvo seis hijos.
Se encontró con El Quijote de la Mancha
Luis Mariano, era un hombre sin preparación escolar, pasó 38 años viviendo como un campesino más en la península de Paria, zona que no escapaba a la Venezuela rural de esa época. Apenas, sabía escribir su nombre, sumaba y restaba, no había más. Como muchos otros es producto de las circunstancias. Se sintió avergonzado por una corrección que le hizo un niño por una letra mal escrita, fue a la escuela y le dijeron que no había clases para viejos. Un maestro que estaba presente viendo su interés por aprender, lo orientó y le recomendó algunos libros, comenzó a leer y fue construyéndose. Un día cayó en sus manos el libro que marco su vida “El Quijote de la Mancha” de Miguel de Cervantes, lo leyó varias veces, se identificó con él y sintió la necesidad de exteriorizar, de expresar la belleza y el amor que llevaba por dentro. “Yo de niño amaba mi tierra, al retoño de las flores, a los pájaros. Ya viejo encontré el cauce de mi inquietud y comencé a hacer versos”, dijo en un momento. Así fue y lo vivió hasta el día de su muerte.
La poesía y su canto nacen en los 40 “Canchunchú Florido”
Luis Mariano a los siete años, ya mostraba inquietudes por la música y el canto, le rasguñaba las cuerdas al cuatro. Relata Maximina su querida mujer, que el hombre fue parrandero, bebedor y pájaro bravo enamorado, pero no tuvo necesidad de celarlo porque siempre la respetó. En una parranda decembrina cantando aguinaldos con sus amigos, compuso “Canchunchú Florido”, era un hombre sobre los 45 años. Esa noche de farras nació el compositor y la canción que se convertiría con el correr de los años en un himno universal. Para orgullo nuestro, la Orquesta Filarmónica de Londres, hizo una versión magistral de esa pieza. El famoso músico Paul Mauriat, versionó la canción “Juana Francisca” y la convirtió en un éxito en Japón, el continente asiático también conoció la obra de Luis Mariano Rivera.
Su vida, la plasmó en la música y la poesía
Pese a todo los sinsabores, fue un hombre sin odios ni rencores, siempre manifestó amor hasta por las cosas más sencillas, “Nunca llegué a odiar, ni siquiera a mi padre, por quien siempre guardé respeto. Así crecí, entre el amor y el dolor que es una escuela. Todo eso que yo viví lo llevé a mis canciones y mis versos”, decía.
Luis Mariiano fue un hombre que se inspiraba en la naturaleza para escribir sus canciones, lo encontramos en el relato de “La Guacara”, que es un caracol criollo y silvestre: “El hijo del campesino, el muchacho barrigón/ cuando el hambre lo atormenta, pone mi cuerpo al fogón”.
Su casa rodeada de flores y árboles de frutos, se inspiró en las conocidas “Cerecita”: “A pesar de que eres buena/ y de sabor exquisito/ nadie siembra tu semilla/ nadie riega tu arbolito”.
Preso de la dictadura Pérez Jiménez
En 1954 en plena dictadura, Luis Mariano fundó su primera agrupación musical “Alma Campesina”. Se fue a Caracas con sus canciones, sus poemas y sus músicos; al poco tiempo cae en el mundo de la intriga, algún enemigo gratuito, a lo mejor por romancero, lo mal ponen ante los esbirros del gobierno y la Seguridad Nacional (SN), fue a parar con sus huesos a una celda de la cárcel. Al tiempo recuperó su libertad y se despidió de la gran ciudad. Llegó a Güiria, trabajó como inspector, no le convenció ese trabajo y regresó a su valle peninsular. Recuerdo que ese día le pregunté si su detención tuvo relación con Pedro Estrada, el hombre fuerte de la Seguridad Nacional, además paisano nativo de Güiria, se quedó mirándome y dijo no me lleves a la política.