(08 de marzo del 2024. El Venezolano).- La ruta electoral es la vía asumida por millones de ciudadanos en todos los continentes del planeta Tierra. Ese camino representa la columna vertebral del sistema democrático, fórmula igualmente adoptada por centenares de naciones del mundo, que prefieren dirimir sus diferencias, canalizar las esperanzas de sus respectivos pueblos y seleccionar a sus mandatarios, mediante el ejercicio soberano del sufragio.
Por: Antonio Ledezma
Es el poder del voto de conciencia contra la fuerza bruta de las armas de fuego y los eventuales fraudes electorales. Es la palabra, los razonamientos esgrimidos, los argumentos vertidos en debates cívicos, en contraposición del autoritarismo que pretende imponerse usando cualquier instrumento, aunque sea violento e ilegal, so pretexto de que “el fin justifica los medios”. Esta última versión es la que caracteriza a los regímenes dictatoriales, indistintamente de que vistan ropajes confeccionados con tejidos de izquierda o de derecha. En definitiva, son liderazgos basados en el uso de la represión para limitar el desempeño de los voceros de la disidencia; silencian a los medios de comunicación; roban el dinero público que se les confía administrar; usurpan la voz de los ciudadanos; no rinden cuentas de sus actos; resquebrajan las bases del Estado de derecho, vaciando de contenido instituciones que deben ser necesariamente autónomas, y desarrollan métodos fraudulentos para continuar, a toda costa, al frente del tablero de control de países que son reducidos a rehenes de esas cofradías dictatoriales. Así acontece en Nicaragua y en Cuba.
Con relación a lo que ocurre ahora mismo en Venezuela, no representa novedad ni sorprende esa puesta en escena del dictador Nicolás Maduro, prescribiendo un calendario electoral a través de uno de sus entes sometidos. Esa es su naturaleza. Maduro es fruto de un soberano fraude y se niega a realizar elecciones auténticamente soberanas. Y la verdad sea dicha, procurar que dentro y fuera del país, ese bodrio electoralista, sea bendecido como legítimo, está destinada a ser otra andanza de quien viene moviéndose como una gallinita ciega, ofuscado por el cada día más creciente repudio, que incluye a venezolanos que se han identificado con los símbolos del chavismo. Por eso Maduro está turuleco, escarmienta a diario esa repulsión que atraviesa y desborda la coraza de impunidad con la que se sienten todopoderosos todos los tiranos como él.
Es el lado opuesto de lo que vive María Corina Machado, ungida desde las bases del mismísimo pueblo como la abanderada presidencial, mandato que la compromete a conducir a Venezuela rumbo a unas elecciones libres y limpias. Por eso, mientras los mismos colaboracionistas de siempre, se resignan a acatar las reglas que la dictadura busca codiciosamente imponer, María Corina se mantiene incólume, moralizando a esa ciudadanía que sale a las calles de todos los pueblos a ratificarle esa confianza que le entregó en la consulta primaria celebrada el pasado 22 de octubre. Para frenarla y sacarla del carril electoral, está intensamente activa la canalla de “la conjura de los sumisos”, los mismos que se negaron a participar en las primarias y que ahora rompen lanzas por el sustituto, a sabiendas que no será el reemplazo de la candidata elegida popularmente para derrotar a Maduro y todo lo que representa, sino la pieza moldeable que se acomode a los designios de Maduro, para asegurar “el broche de oro” de su planificado fraude continuado. Ese plan, el de Maduro y su criadero de alacranes, contemplaba entar al diálogo y salir sin ruborizarse, sin hacer una pizca de esfuerzo para hacer honrar lo acordado en el memorándum de entendimiento suscrito en México el año 2021.
Por eso resulta insólito, alarmante y sospechoso que, mientras no se esmeran en hacer respetar los acuerdos de Barbados, sí se desgañitan “pidiéndole a María Corina que sea magnánima, que se haga a un lado”, cuando más bien deberían emplazar a Maduro y a los facilitadores del diálogo de Barbados, a esmerarse en hacer cumplir todo lo acordado, a desmontar esa barricada inconstitucional de la inhabilitación. O sea, a sentenciar que ninguna elección será legítima ni creíble sin la participación de María Corina, quien fue proclamada con el 93% de casi 3 millones de electores en las primarias de octubre. ¿Elecciones libres sin María Corina? ¿Elecciones limpias sin actualizar el REP? ¿Elecciones transparentes sin la presencia de calificados observadores internacionales? ¿Cuál es el obstáculo que impide que Venezuela salga de esta catástrofe? ¿Es María Corina o quien tiene sometidas a las instituciones? ¿Quién es el responsable de la tragedia humanitaria; del deslave humano de mas de 8 millones de venezolanos repartidos por el mundo; del colapso de la economía; de la ruina de PDVSA; de las industrias básicas de la CVG; de la crisis múltiple de servicios públicos; del derrape de corruptelas acometido por los que han saqueado a la nación, y de la persecución política con su estela de detenciones arbitrarias, torturas y crímenes de lesa humanidad? ¡Es Maduro y su pandilla!
Debemos tener muy, pero muy claro, que es Maduro el que está intentando reventar la vía electoral en la que se mantiene corriendo, muy a pesar de los obstáculos, María Corina Machado. De allí que hay redirigir hacia Maduro la interrogante ¿qué vas a hacer ahora? Es él quien se sale de lo acordado en Barbados. Es él quien rehuye unas elecciones limpias. Es él quien rebusca entre chapuzas, como la del referéndum sobre el Esequibo venezolano, o las maniobras para sabotear las primarias y la cantaleta de “las conspiraciones”, escabullirse de la suerte que ya está echada: María Corina está resuelta a luchar hasta el final y para lograr esa meta cuenta con el respaldo entusiasta e incondicional de la ciudadanía.
@AlcaldeLedezma