(05 de agosto del 2023. El Venezolano).- Lo que pasa en Venezuela trasciende a lo meramente rutinario, tal como transcurre la sobrevivencia de los millones de cubanos sometidos por la tiranía castrista que se resignan a levantarse todos los santos días a comprobar que ese nuevo amanecer trae consigo otro día igual a los que han dejado atrás. En Venezuela es distinto, ya que la crisis se agrava diariamente, lo único que no está paralizado es el crecimiento agigantado de la catástrofe humanitaria, tantas veces descrita en estas páginas a las que les faltan aún espacios para poder encuadrar la narrativa que ponga a la orden de los lectores la salvajada que se perpetra en tierra venezolana en nombre del “Socialismo del Siglo XXI”.
Antonio Ledezma / @alcaldeledezma
Sobre esas tumbas en las que van sepultando la historia buena de la Venezuela que otrora fue crisol de la democracia en América, se empinan los bufones del régimen pidiendo que “se levanten las sanciones”, porque disque tales medidas “perjudican al país”. No niego que haya uno que otro ciudadano venezolano que, de muy buena fe, compre esa novela, según la cual “la crisis de servicios en Venezuela tiene su epicentro en esas sanciones aplicadas por la Unión Europea y la administración de EEUU”. Es posible, que aun estando hundidos en ese infortunio, emerjan personas candorosas que se presten a lavarle las culpas a Nicolas Maduro como principal responsable de tal desgracia. Pero asombra ver en pantalla a personeros que saben muy bien cómo es la cosa; que están al tanto de cómo han robado y despilfarrado miles de millones de dólares, cómo han expropiado y arruinado industrias, fabricas, empresas públicas y privadas. Las variables económicas y financieras más desequilibradas no pueden estar, tanto que, según un informe de Moody’s Analytics, “la mayoría de los países de América Latina han logrado reducir sus niveles de inflación, que habían llegado a cifras de dos dígitos en algunos casos. Sin embargo, Argentina y Venezuela siguen sufriendo una espiral hiperinflacionaria que afecta gravemente a sus economías”.
Por eso, ver a dirigentes curtidos en el ejercicio de la política, a representantes empresariales, a comunicadores sociales que, incluso, han escarmentado en cabeza propia tales vejaciones, y que, evidentemente, están en conocimiento de la conversión de Estado de Derecho a narcoestado que se ha verificado en nuestro país, es sencillamente repugnante.
Esa indulgencia contrasta con la ingrata experiencia vivida por 136.650 venezolanos que, desde el 1 de enero de 2023 hasta el pasado lunes 31 de julio, cruzaron por el Darién, según reporte del Ministerio de Seguridad Publica de Panamá. Tampoco se sienten interpretados en esas candorosas exclamaciones de los que ruegan porque se le quiten las sanciones a Maduro y su pandilla ( por estar involucrados en la perpetración de crimines de lesa humanidad), los 87 migrantes venezolanos que fueron detenidos por las fuerzas de seguridad de Guatemala en el departamento de Chiquimula ese mismo día 31 de julio, tras ingresar al país de forma irregular, en su trayecto hacia Estados Unidos.
De las peripecias mayameras del “tá barato, dame dos”, pasamos a la desdicha de ver a Inmigrantes de Venezuela, pernoctando frente al conocido hotel Roosevelt tras llegar el domingo 30 de julio a la ciudad de Nueva York, arremolinándose a otras decenas de seres humanos que durante ese fin de semana cerraron fila en las adyacencias de la calle 45, a escasos metros de la emblemática Quinta Avenida.
La atrocidad más reciente cometida por esos barbaros, la puso en marcha la Juez del Tribunal 2° de terrorismo, Grendy Duque, quien sentenció a 16 años de cárcel a 6 dirigentes sindicales y sociales acusados de “conspirar y asociarse para delinquir”, cuando la verdad es que solo cumplían con su responsabilidad de ser voceros de los trabajadores venezolanos, en cuyo favor promovieron movilizaciones, absolutamente pacificas, con el propósito de hacer sentir las exigencias de salarios justos.
Esas calamidades se van trazando en forma de cicatrices en el verdadero rostro de esos dictadores que se entronizan en el poder a base de la violencia de la que se valen, sin el más infimo miramiento. Cada detención arbitraria, que ya son miles, en cada gemido de los torturados y en cada uno de los sepulcros de los muertos registrados en el luctuoso inventario de esa tiranía madurista, hace muy difícil manipular y esconder los expedientes en los que constan tales suplicios. Por más que simulen dialogar, por más banderitas de la paz que alzan con sus manos ensangrentadas mientras caminan por alfombras rojas que le hacen juego cromático a su verdadero talante patibulario, no evitaran desembocar en el ocaso propicio para quienes no se podrán escapar de la justicia que honre a esas centenares de miles de víctimas.
Estimo mi obligación moral denunciar, una y otra vez, esta penosa situación por la que atraviesan millones de seres humanos. ¡Ya eso lo sabemos! Pudieran replicarme algunos entendidos de que esos legajos cursan por la sala de fiscalización de la Corte Penal Internacional y tal como nos hemos enterado, pareciera tendrán como destino dictar medidas acusatorias contra los autores intelectuales y materiales de los delitos cometidos que se investigan. No obstante, hay otros observadores que no tienen muy claro cuál es la verdadera causa de esa tragedia humanitaria que sigue sufriendo Venezuela.
Por eso no dejaré de recordarles que según un estudio de ‘InSight Crime’ se ha podido certificar que en el oscuro ciclo dictatorial de Maduro se ha abultado la producción en cultivos y laboratorios para elaborar cocaína. Por esa realidad es que se han multiplicado las imputaciones al régimen, basándose en sus presuntos nexos con operaciones financieras vinculadas al narcotráfico , hechos delictuales que han cobrado profundidad gracias a las facilidades que les ofrece la corporación criminal que lidera Maduro.
Organizaciones de inteligencia han recopilado información fehaciente que dan pie a confirmar la existencia de zonas de cultivo de marihuana, amapola y hoja de coca en las zonas fronterizas con Colombia: en la Sierra de Perijá, el sur del Lago de Maracaibo, el Estado Amazonas y en el Alto Apure. Estos datos no encajan como una novedad, más bien son suficientemente conocidos ya que han sido divulgados por muchos medios de comunicación de Europa y de América. Tanto ha crecido la producción de coca en suelo venezolano que en el informe de InSight Crime aseguran reunir pruebas que tienen a Venezuela como motor de la “revolución de la cocaína”, tanto así que nuestro país escala al deshonroso cuarto lugar entre los países que producen más droga en el mundo.
Por todo lo antes descrito es que el Dr. Alam Brewer-Carías presenta en su último libro una llamativa caracterización de Venezuela, explicando porqué ahora impera una kakistocracia, superando de lejos la ya conocida cleptocracia. Se trata del sinónimo de “pésima república” que, en su sentido lingüístico literal representa “el gobierno de los peores”, un término acuñado por Michelangelo Bovero hace décadas (1996), con el fin de oponerlo a lo que hace siglos Polibio calificó como “optima república,”. El prestigioso letrado venezolano nos ayuda a comprender tal definición, retrotrayéndonos a lo expresado por Bovero años atrás:
“Imaginémonos que pudieran verse reunidos en un solo régimen, no ya los caracteres eminentes de las constituciones mejores, sino los más despreciables de las peores, no ya las virtudes de las tres formas de gobierno rectas, sino los vicios de las correspondientes formas corruptas. El resultado sería un gobierno mixto exactamente opuesto al de la receta de Polibio: no la óptima república, sino la pésima república, peor, por las suma de los males, a cada uno de los regímenes corruptos simples, porque reunirían en si las perversiones de todos ellos. Sería el peor gobierno en cuanto “gobierno de los peores” de las distintas especies, reunidos y mezclados casi como ingredientes, no ya de una receta salvífica, sino de la fórmula venenosa de un maleficio. Si quisiéramos darle un nombre, propondría denominarlo kakistocracia: lo contrario de la aristocracia en el sentido ms amplio y noble de “gobierno de los mejores”.