(26 de septiembre del 2022. El Venezolano).- Tengo tres años destacando la importancia y el poder que tiene el voto. Lo hice en medio de críticas y ataques. Se me acusó y se me descalificó por defenderlo. “Una dictadura no sale con votos”, me decían y me siguen diciendo muchos, lo que evidencia que los caminos que fuerzas políticas venezolanas les gusta recorrer son los peligrosos, violentos, inconstitucionales y antidemocráticos, que por mucho tiempo decidieron transitar, lamentablemente, quizás obligados por la misma insensatez de sus erradas estrategias, entre otras, las de satanizar el voto, al CNE, las máquinas de votación y pregonando sin evidencias contundentes, que el gobierno hacía fraude.
Por Luisa Ortega Díaz.
Pero ahora veo con satisfacción que recapacitaron y decidieron volver a la senda de la racionalidad institucional, regresan al camino correcto. El único camino que siempre han debido mantener: luchar y producir el cambio mediante el voto.
Parece que ahora sí se ha entendido que solamente mediante la participación cívica del ciudadano, ejerciendo su voto consciente y masivamente, es posible liberar el poder social que sea capaz de movilizar a toda la nación con un objetivo común¡Eso es hacer política!
Ahora, es evidente que aún no es, ni unánime ni diáfana esa consciencia. Quizá algunos no hayan tenido el valor para decirle a sus seguidores que se equivocaron al llamar a la abstención, y que la verdad es que solo votando masivamente por una opción democrática es posible liberar al país de la desgracia madurista.
El pueblo necesita comprender que debe votar, que el voto debe ser masivo y la participación ciudadana organizada y valiente. En estas circunstancias la diferencia debe ser abrumadora para frenar con millones de votos cualquier intención torcida de la autocracia para cuestionar los resultados. La diferencia entre el resultado oficialista y el de las fuerzas democráticas debe contarse en millones de votos a favor de la democracia. De esa forma será imposible que inventen excusas para desconocer o dudar de los resultados.
Así, me resulta curioso y paradójico ver que en esta carrera, en la que hay tantos que aspiran a ganar la presidencia de la república en el 2024, sean tan pocos los que defienden y promueven lo único que les va a permitir ganar las elecciones: el voto.
Algunos piden el apoyo ciudadano, y sin embargo no acompañan su solicitud con una decidida defensa y promoción del voto. No fortalecen en la gente sus ánimos para que retomen la confianza en el poder que tienen en sus manos. Salvo muy pocas excepciones, a quienes felicito por su claro propósito de devolverle el poder a su pueblo, la dirigencia hace poco para restablecer la confianza de las personas en el único elemento de liberación que realmente puede funcionar: el voto.
Conseguir una participación masiva requiere coherencia, organización, claridad en el mensaje y muchísimo trabajo de calle. No podemos esperar a ser sorprendidos por la maquinaria oficialista, la cual, por lo que ya puede verse, se ha lanzado a las calles, como siempre, dispuesta a darle al país un madrugonazo.
En esta vital contienda para el futuro de todos, ganará, no el que pida que lo apoyen para ser presidente, sino quien logre aglutinar y desplegar el más eficiente trabajo de organización, motivación y movilización alrededor del voto. Ganará quien tenga un mensaje claro y el que sea capaz de convertir el descontento reinante en motivación democrática y electoral.
Luisa Ortega Díaz
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