(17 de enero del 2022. El Venezolano).- En aquel amanecer de octubre de 1982, el teléfono de la casa de Gabriel García Márquez, en México, los despertó con la noticia del Premio Nobel de Literatura. Entre las llamadas de todo el mundo que le sorprendieron aquel día a Gabo, estaba la voz de Indira Gandhi, la primera jefa de Estado en felicitar al escritor por su premio. Indira acababa de leer la novela ‘Cien años de soledad’, y le contaba fascinada a García Márquez que no sabía si ella era la loca o la locura estaba en los personajes del novelista colombiano. Este episodio me lo acaba de contar el biógrafo de García Márquez, Dasso Saldívar.
Escrito por Gustavo Tatis Guerra para el Universal MX
Desde aquel instante del anuncio del Premio Nobel, Indira Gandhi le dijo a Gabo que deseaba encontrarse con él. Ocurrió al año siguiente, en 1983, en Nueva Delhi, en la VII Cumbre de los Países No Alineados, movimiento que impulsó Nehru, el padre de Indira, bandera que ella lideró como Primera Ministra. Fidel Castro era invitado a esa cumbre, y antes de alistar maletas buscó a García Márquez que estaba en París, para que lo acompañara en la delegación cubana. García Márquez aceptó, pero al aterrizar en Nueva Dehli, prefirió quedarse dentro del avión viendo desde la ventanilla la ceremonia de recibimiento de la delegación oficial de Cuba. De repente, irrumpió en el avión la misma Indira Gandhi preguntando en francés dónde estaba García Márquez. El aura de Indira hechizó al escritor, quien, al bajarse del avión junto a Indira, y compartir con ella durante tres días, tuvo el pálpito tremendo de que aquella mujer se parecía a las mujeres de Aracataca, y se lo dijo en una entrevista al novelista Santiago Gamboa, instante prodigioso que en 2009 contaría de manera magistral Jordi Joan Baños en La Vanguardia de Barcelona. Indira invitó a García Márquez a conocer la India luego de este encuentro, pero, en aquella mañana fatal del 31 de octubre de 1984, a las 9:29 de la mañana, en su residencia en Safdarjung Road en Nueva Delhi, Indira fue asesinada por dos de sus guardaespaldas. García Márquez quedó desconsolado con aquella noticia, pero el nombre de Indira prevaleció en su memoria, como un nombre lleno de luz y coraje. Y lo tuvo siempre presente como un milagro que había de ocurrir pronto.
El secreto
El secreto más guardado de García Márquez empezó a llegar como un rumor hace más de ocho años, dice Dasso Saldívar, poco después de su muerte en 2014, pero la ética de un investigador y un biógrafo -en su caso- era confirmarlo. Y cerca de ocho años “un colega de toda solvencia me confirmó la existencia de Indira, hija de García Márquez”, precisa Dasso, quien tuvo el privilegio de conocer por primera vez la fotografía conmovedora de la niña sentada en las piernas de Gabo.
¿Quién es esa niña que mira el brillo de los ojos de ese hombre otoñal?, se preguntaba. Es la imagen de un padre amoroso y dulce ante su pequeña niña. La pequeña niña mexicana de nombre Indira, hija de Susana Cato, es la hija desconocida hasta hoy del Premio Nobel de Literatura de Colombia, y ha sido el secreto más delicado y guardado en la vida del escritor. La foto es preciosa. “La sonrisa de felicidad que tiene Gabo con su niña en las piernas ¡no la olvidaré mientras viva!”, me dice Dasso Saldívar, quien, al conversar con Gerald Martin, se preguntó quién debía contar semejante noticia.
Casi al tiempo, la noticia llegó a Cartagena con el mismo impacto de un rumor en plenos funerales de García Márquez. Un día nos llamó desde Madrid Dasso Saldívar para decirnos: “Es una noticia demasiado grande como para darla desde un despacho”. Temía que el secreto se revelara como un escándalo entre la jauría de periodistas del mundo. Pero pactamos que había que asimilarla y “contarla bien, con mucho respeto desde el principio”. El secreto cayó sobre mis hombros, mientras los dos biógrafos de García Márquez se preguntaban quién la iba a contar. Y los dedos me señalaron con discreción.
La noticia la confirmé con algunos familiares de García Márquez, con el mismo Dasso Saldívar y con Guillermo Angulo, quienes han mantenido el secreto durante años, y muchos de ellos, por respeto a Mercedes Barcha y lealtad a Gabo, no se atrevían a mencionar el secreto, y mucho menos sus propios hijos.
García Márquez, el genio literario más grande de Colombia ante el mundo, está ya por encima del bien y del mal, y todo lo que hoy pueda revelarse de él solo reconfirma su espléndida humanidad y su infinita grandeza que se agiganta cada vez en el universo, más allá de su muerte. Lo secreto no puede perder el sentido profundo de lo humano. El corazón de un hombre y el corazón de una mujer. La delicada intimidad de un genio como García Márquez.
El sueño premonitorio
En 1985, el 13 de mayo, la periodista María Elvira Samper (de la revista Semana) le preguntó a García Márquez: “Si tuviera una segunda oportunidad sobre la tierra, ¿volvería a ser García Márquez?”.
Volvería a hacer todo exactamente igual, menos dos cosas: no me iría nunca de Colombia y tendría una hija”,
dijo Gabo.
¿Qué nombre le pondrías a una hija tuya?, le pregunté a García Márquez en un almuerzo, junto a Mercedes Barcha, en los años noventa del siglo XX, en la casa de Jaime Gazabón y Ángela Schiappa en Cartagena de Indias. García Márquez tenía la respuesta a flor de labios, me miró a los ojos y a Mercedes, y dijo: “Virginia”. Le pregunté por qué. Y solo dijo: “Por Virginia Woolf”. Pero es muy probable que en ese instante en que yo formulaba la pregunta Indira fuese un sueño de los dioses. Ya entonces García Márquez y Susana Cato se conocían y habían escrito juntos guiones para un largometraje y un cortometraje, y habían compartido complicidades creativas.
El amor secreto
Susana Cato, nacida en mayo de 1960 en el Distrito Federal de México, escribió junto a García Márquez y Eliseo Alberto Diego en 1991 el guion de la película ‘Con el amor no se juega’ (1991), dirigida por Carlos García Agraz, José Luis García Agraz y Tomás Gutiérrez Alea. Y también escribió con García Márquez el guion del cortometraje ‘El espejo de dos lunas’, dirigido por Carlos García Agraz. La periodista y escritora Susana Cato ha escrito programas para la radio indígena, cuentos y teatro para la televisión y multimedia. Entrevistó a García Márquez en 1996 para la revista Cambio. Tituló su reportaje: “En Colombia, el escritor no tiene más remedio que cambiar de oficio”. De 1979 a 1980 trabajó como reportera y crítica de cine en la revista Proceso. Creó y dirigió el Teatro Blanquito que recorría calles de México, como el teatro ambulante e idílico de Lorca. En el año 2000 fue directora de cultura de la Delegación de Coyoacán. De sus obras teatrales se destaca ‘El manicomio de afuera’ (2016), dirigida por Noé Lynn.
Entre 2019 y 2020, Susana Cato publicó dos libros que están en Amazon.com: ‘Ellas. Las mujeres del 68’, Ediciones Proceso, se trata una serie de entrevistas a mujeres que vivieron este momento histórico. Es un libro de 278 páginas, prologado por Elena Poniatowska. También es autora de ‘Issir. Retrato hablado de un migrante iraquí’ (2019), Ediciones Proceso, 318 páginas.
Señales de Indira
Indira Cato es una joven productora de cine con pasión y rigor profesional que concibe el cine como una creación proyectada hacia las comunidades. Tiene una profunda y coherente visión social, ética y estética del cine. En 2020 ganó más de quince premios con la producción de su primer documental: ‘Llévate mis amores’ (2014), dirigido por Arturo González Villaseñor, con guion de Indira Cato y Arturo González Villaseñor. Fue la directora del cortometraje ‘¡Qué grande eres, magazo!’ (2019), sobre el ilusionista y mago Julio Ulises Hijuelos Cervera, conocido como el Mago Chen Kai, quien falleció a sus 73 años. Indira estudió Literatura Dramática y Teatro en la UNAM. Ha publicado críticas de cine en la página web Butaca Ancha. Participó en el libro ‘Cine político en México’ (1968-2017), de la editorial Peter Lang. Escribe la columna de teatro ‘Puro drama’ en la web de la revista Proceso. Ganó la Beca Mickey. Participó con éxito en la segunda edición de la Muestra Estatal de Cine Coahuila, 2020. Trabaja en el documental ‘Las hijas del maíz’, sobre un grupo de parteras de Chiapas.Indira decidió llevar el apellido de su madre, con la dignidad de quien forja su destino a pulso.
El privilegio de la verdad
Nombrar a Indira era como navegar en aguas clandestinas, de una intimidad y una privacidad blindadas en el tiempo. Es el ámbito de la vida secreta del escritor. Nadie quería que ella se sintiera vulnerada por nada. Ni Mercedes ni Susana. Ni la madre de la niña. Ni la niña que ya no es una niña, sino una joven consagrada al cine como su madre.
El nombre de Indira ha estado con nosotros todos estos años, como el más sagrado e íntimo secreto de García Márquez. Y esperábamos que los años maduraran las palabras precisas para contarlo. ¿Cuándo será?, era la pregunta de los desvelos al amanecer. Buscamos los caminos para llegar a Indira y Susana, su madre, y a través de emisarios comunes, amigos de la familia de García Márquez, de sus hijos, y de Susana Cato, les dijimos que la noticia se revelaría desde Cartagena. Rodrigo García Barcha, hijo mayor de Gabo, dio un guiño en su libro ‘Gabo y Mercedes, una despedida’, al aludir sutilmente la vida privada de su padre en los funerales en el Palacio de las Bellas Artes. También él está enterado de que el secreto será revelado con mucho respeto a las dos familias, mucho antes de que él y su hermano Gonzalo traigan las cenizas de Mercedes Barcha a Cartagena de Indias, al Claustro de la Merced, en marzo, en donde reposarán junto a García Márquez.
“Indira Cato debe tener entre 30 o 32 años”, me dice Guillermo Angulo (Anorí, 1928), uno de los amigos de toda la vida de García Márquez, lo fueron desde que eran unos muchachos en los años cincuenta del siglo XX. Es muy probable que Mercedes intuyera lo que había ocurrido entre Susana y García Márquez, pero hasta el final de su vida mantuvo discreción y silencio. Sin embargo, la revelación de la existencia de Indira fue un cataclismo familiar del que solo se habla a través del tenso y complejo reino de las leyes y de los abogados.
Por su parte, Indira decidió llevar el apellido de su madre, con la dignidad de quien forja su destino a pulso, jamás ha reclamado el apellido de García Márquez, a quien la vida no le alcanzó para reconocerla y darle su apellido. Tampoco él pudo escapar a los hados del destino y de sus ancestros de estirpe paterna, en el que su padre y su abuelo adoptaron el apellido materno al no ser reconocidos por sus padres. En el caso de García Márquez, siempre estuvo pendiente de su hija hasta el final. “Le dio una casa en una zona muy bonita y un coche. En México saben que ella es hija de Gabo, pero todos allá son respetuosos de la vida privada”, dice Angulo, el muy querido y entrañable “Anguleto”, llamado así por Gabo, quien ha contado algunos secretos de su larga amistad con el Premio Nobel de Literatura en su libro ‘Gabo + Ocho’ (Planeta, 2021), y a quien le debemos la mejor fotografía de Gabo cuando escribía ‘Cien años de soledad’ e innumerables e inolvidables encuentros perpetuados a través de su lente en su estudio y en su casa.
“Quienes somos sus amigos íntimos sabemos que el secreto de su vida radica en su buena índole y en la inteligencia de su corazón”, escribió García Márquez sobre su amigo Angulo en mayo de 1960.
Epílogo
“Es muy probable que García Márquez haya pensado en Indira Gandhi a la hora de elegir un nombre para su hija”, me dice Dasso, al otro lado de la línea. Indira heredó las cejas negrísimas de su padre, y la mirada profunda de quien atraviesa las cosas con solo mirarlas. Desea venir a Cartagena de Indias, tal como se lo ha contado a uno de sus primos. Ella, como la estirpe de los García Márquez, ha venido a este mundo a contar historias.