(24 de marzo del 2021. El Venezolano).- No ha necesitado Rómulo Betancourt de un refinado aparato de culto a la personalidad –como el que se forjó en su momento Fidel Castro o en tiempo más recientes se construyó Hugo Chávez– para consolidarse como la figura decisiva en la cosntrucción de la democracia y del siglo XX venezolano. Al menos entre los venezolanos que generan opinión pública desde las filas de la resistencia democrática.
La reciente conmemoración de su fecha de nacimiento ha sido la oportunidad para que mucho se escriba sobre el hombre que presidió la Junta de Gobierno de la llamda Revolución de octubre y luego, en 1959, se conviritió en el primer presidente venezolano, electo democráticamente, que logó terminar su período sin ser derrocado por militares golpistas.
Antes que el había sido electo, en 1948, el novelista Rómulo Gallegos pero no logró concluir el períodos de gbierno. Otro golpe de estado, conducio entre otros por Marcos Pérez Jimenez, puso fin al que fue el primer experimento de gobierno democrático ocurrido en Venezuela y en 1952 el felón tachirense se convirtió en jefe único y dictador.
Entre las tantas cosas que se pueden rescatar de Betancourt, un lider político con pensamiento y formación inteletcual muy solida, una de las más importantes, a mi juicio, es haber comprendido con claridad meridiana que el gran obstáculo para la construcción de la democracia en Venezuela estaba en la tradición militarista que naturalizaba la presencia de los militares en ejercicio directo de gobierno por vía de las armas y no de la voluntad de los electores.
Ese fue uno de los objetivos fundamentales del famoso Pacto de Punto Fijo, reunir a los tres mas grandes partidos políticos de entonces –Acción Democrática, COPEI y URD–
para actuar de manera conjunta en la preservación de la demcoracia. Pero no solo lo comprendió conceptualmente sino que, entre los años 1960 y 1962, con la institucionalidad democratica naciendo, tuvo que dirigir personalmente la disolución de varios levantamiento militares, algunnos de ellos como El Porteñazo, cruentos e implacables, sobrevivir a un intento de asesinato organizado desde República Domincana por el dictador Rafael Leonidas Trujillo, enfrentar varios intentos de huelgas generales, y dedicar luego, recursos y muchas horas de trabajo para afianzar el control del sector civil sobre la institución militar que comenzo a profesionalizar para la vida democrática.
Y lo logró. Terminó su períódo de gobierno. Le entrego la banda presidencial a Raúl Leoní, su compañero de partido y de luchas desde los tiempos anti gomecista, en un acto que los niños de entonces recordamos cmo un acontecimiento que llenó de felicidad y orgullo a la nación.
Betancourt se fue retirando paulatina y discretamente de la vida política. Dio una lección de democracia al no intentar reelegirse ni gobernar en su partido. Hasta que las reelecciones de Pérez y Caldera, le sirvieron la mesa a los golpistas que habáin reaparecideo en 1992 y ahora Venezuela está otra vez bajo la bota militar.
Pero alli está, intacto y vigentes, el pensamiento, la ética y el valor de Rómulo Bentancourt como ejemplo y guía de la reconstriucción democrática que vendrá.