(11 de noviembre del 2021. El Venezolano).- Trátase del orden que ostenta toda persona por su investidura en función de institución pública y/o privada, contraída a ofrecer un concepto integral y único de su esencia, sin parcelamientos ni rasgos de fragilidad ante un momento determinado, que responda a sus compromisos situacionales en aras del bien común y en función de sus objetivos.
Tenemos una voz interior (conciencia) que nos habla y resuena todo el tiempo; cuando sabemos del momento sociosanitario mundial a causa de la Covid-19 ante un mundo impróvido y hasta algo reacio para llevar a cabo la caridad, por el progreso y bienestar, viviendo para si misma, sin interesarse en otros; vale decir, cada funcionario, comisionado y/o autoridad debería realizar sus funciones con las expectativas de dicha institución, bien del Estado, de la Iglesia o de cualquier ente inserto en funciones sociales, porque cuidar es caridad.
No obstante, ante la crisis actual, sí habría cómo justificar el ejercicio de toda institución con sus recursos humanos bien adiestrados, sin alegatos de fallas. Tal es el caso de las superpotencias del siglo XXI (EEUU y China), que luego de unas tres décadas de la caída del muro de Berlín no resulte tan viable el crédito de sus obligaciones, aunque, parecen lanzadas hacia una nueva guerra fría mediante un flujo de amenazas, sanciones y recelos, de efectos inciertos para si mismas y el resto del mundo. Desde el careo en los ámbitos tecno culturales hasta el armamentismo y luchas por su influjo mundial; asumen un rol por una hegemonía total, plena de riesgos y de un final incierto; duelo por un poder que mantiene al mundo en vilo. Un régimen autócrata contra una democracia; un haz de pugnas en los ámbitos geo sectoriales: espionaje, propaganda, poderío militar y símbolos, entre otros.
Por otra parte, la exURSS jamás fue la potencia económica que, hoy día, es China y ambas naciones, entonces enfrentadas, estaban sólidas, lucrativamente, tal y como lo están, ahora, las grandes economías mundiales. Podríamos pensar, entonces, que “esta guerra duraría tanto como la I Guerra Mundial o, quizá, algo más; aunque no sea una expectativa ideal, es lo que se atisba”, según Gary Hufbauer del Instituto Peterson de Economía Internacional.
Escrito por: Isaías A. Márquez Díaz