(25 de febrero del 2021. El Venezolano).- “Una vez más convoco a rehabilitar la política que es una altísima vocación, es una de las formas más preciosas de la caridad, por que busca el bien común.” Papa Francisco
Yo creo que todos los venezolanos estamos obligados a rechazar la retórica oscurantista igual que lo hiciera Paúl Valery contra Pascal cuando expresó: “Detesto ver a un hombre utilizar el artificio para poner a otros contra su destino, cuando es algo que les ha tocado a pesar de sí mismos y hacen lo que pueden a pesar de él.” Atendamos la convocatoria del Papa Francisco. Urge clarificarnos sobre lo que queremos: una libertad plena, y no puede haber libertad donde reina la miseria, no solo la material, hay una carencia mayor, que es la de principios y valores que nos orienten en la vida, es la miseria espiritual, es la miseria del alma. Por eso hay que insistir en educar para la libertad, educar para la democracia.
Para que eso sea posible, hay que reivindicar la política, y quienes están obligados a hacerlo son los políticos, aquellos que asumen el ejercicio de la política como su profesión. Es necesario rellenarla de contenido ético y los políticos deben asumirla y entenderla tal como lo han expresado los grandes líderes y teóricos que nos señala la historia y tal como lo refrenda la iglesia católica cristiana: “La grandeza política se muestra cuando en momentos difíciles, se obra por grandes principios y pensando en el bien común a largo plazo.” Por eso es difícil entender por qué a los políticos les cuesta mucho asumir este deber en un proyecto de Nación.
Si existe un proyecto de nación, conocido por todos o por la gran mayoría, debería facilitar el entendimiento sobre lo que más conviene hacer y cómo, el camino a seguir y el tamaño de la responsabilidad de cada quién, y hacerlo. Para eso es necesario despojarnos de ambiciones, de egos, de posiciones fatuas, de la soberbia y del engreimiento sin merecimiento.
Las mayores angustias de un político, dice el Papa Francisco, no debería ser por una caída en las encuestas, sino por no resolver efectivamente el fenómeno de la exclusión social y económica, con sus tristes consecuencias. Al revestir con la ética y la moral el ejercicio de la política, nos debe llevar a la convicción de que el político “es un hacedor, un constructor con grandes objetivos, con mirada amplia, realista y pragmática, aún más allá de su propio país.”
La política, entonces, debe fundamentarse en sólidos pilares principistas y de valores y no en vulgares apetitos de riqueza súbita, ambiciones sin control, egos desmedidos o necesidad de brillo que no proviene de lo interno de quien la ejerce. Quizás parezcan muy románticas o utópicas estas afirmaciones, sin embargo, seguro estoy que todos hemos conocido en el transitar por la política, “esas raras aves que cruzan el pantano sin enlodar su bello plumaje.”
Por eso reitero lo que ya he escrito en otras ocasiones: los tiranos buscan idiotizar a los pueblos, sumergirlos en la ignorancia, hacerlos sumisos a una propaganda dogmática y al culto a los semidioses analfabetas, pero audaces. Aquellos que mezclan las escrituras celestiales con los afanes materialistas y con los ideales de nuestros libertadores. Aquellos que hablan con rimbombancia para los ignorantes sin culpa y los miserables con intelecto, pero sin honor.
Hay que hacer un esfuerzo sobre humanos para enfrentar y sobreponerse a un modelo ideológico y político en cuya esencia aflora lo más perverso del ser humano. Hay que reivindicar la política y educar para la libertad porque, siguiendo a Teócrito: “los hombres libres tienen ideas, los sumisos tienen ideologías.”