(13 de abril del 2020. El Venezolano).- José Álves, un venezolano que integra la lista de criollos en el en el exilio y que además está vinculado al mundo de la política. Vive en Portugal y es el presidente de la organización Jóvenes en el Exilio. Viajó a la ciudad de Miami en Estados Unidos para desarrollar un encuentro de jóvenes venezolanos con los mismos intereses que él.
Era la noche del 10 de marzo cuando el avión en que viajaba el venezolano aterrizó y a corto tiempo supo que se quedaría un tiempo más del que tenía previsto ya que el presidente Donald Trump decretó el cierre de las fronteras con la Unión Europea como medida de prevención ante la propagación del coronavirus.
“En ese momento no me preocupé porque el cierre afectaba a europeos que venían a Estados Unidos, entonces asumí que podría regresar sin ningún problema. Intenté ponerme en contacto con mí aerolínea, pero cuando fui al aeropuerto estaba cerrada”.
Durante esos días, Álves intentó ponerse en contacto con Air Europa; sin embargo, no obtuvo respuestas sobre lo que ocurriría con su vuelo. Su boleto estaba programado para que el retorno fuese el 17 de marzo, durante los primeros días de su estadía, realizaría una gira de medios que nunca se concretó. “No solo se suspendió el evento, además me quedé varado”.
Fue el domingo cuando recibió una respuesta de la aerolínea. “Sí, su vuelo está cancelado”. Para volver a Portugal tendría que hacerlo el 1° de mayo o conseguir un vale que solo podría usarlo con la aerolínea. “Eso no me sirve porque yo lo que quiero es regresarme”, respondió.
En otras compañías aéreas el pasaje tenía un costo superior a los 2 mil dólares, algo impensable para el joven que ya tenía su boleto en mano. Cuando llegó el martes 17 no consiguió su vuelo y acudió a la embajada de Portugal para buscar soluciones, pero ahí tampoco las consiguió. Ese mismo día en la noche una persona de la aerolínea le informó que en la semana del 23 al 29 de marzo podría volver a Europa, pero no a Portugal, sino a España en un vuelo de Iberia, algo que rechazó. “En España eso está terrible, yo no me iba a quedar ahí hasta quién sabe cuándo”. Le dieron una nueva fecha, el 30 de marzo, con la misma aerolínea. No obstante, permanecer tanto tiempo en la ciudad significaba un problema económico que debía resolver.
Álves está cruzando los dedos y tiene una enorme esperanza en que los vuelos de esas fechas no sean cancelados, mientras tanto, junto a su equipo de trabajo se ha dado a la tarea de recopilar información de otros venezolanos varados para intentar proveerles una ayuda.
Por ahora, su evento no tiene una nueva fecha debido a que la contingencia del covid-19 continúa. Está a la espera de volver a Portugal, mientras tanto permanece en casa de unos amigos en Florida, pero en medio de esta crisis admite no saber qué hacer. “A veces salgo a caminar para distraerme, pero me da miedo la posibilidad de infectarme con el virus, lo demás es despertar diariamente y sentirme en un limbo, aunque trato de despejar mi cabeza”.
Esta situación también le ha permitido ver el cambio de la ciudad ante la pandemia. “El primer día, di un paseo por la playa y eso estaba lleno de gente, ahora los restaurantes están cerrados, al igual que los locales y las calles con poco tránsito. Es evidente que las personas tomaron conciencia desde hace una semana”.
Varada en la isla
Mientras algunos venezolanos están prisioneros en otros países, Valeria César lo está dentro del propio país. Viajó de Valencia a la isla de Margarita para acompañar a su madre a una conferencia con el escritor Miguel Sierraalta, lo que para ella era una especie de combinación entre trabajo y vacaciones.
Su estadía duraría cuatro días. No obstante, un día antes el equipo de trabajo de su madre decidió quedarse hasta el martes. Cuando volvieron al hotel para solicitar la extensión del hospedaje les informan que el hotel cerraría. “Ahí comenzó todo el problema”, dice César, quien enfatiza que el verdadero caos empezó el lunes cuando comenzaron a decir que los vuelos, tanto internacionales como nacionales cerrarían.
Se plantearon preguntas como: “¿En dónde nos quedaremos? ¿Y la comida?”. De hecho, cuando estaban en un bodegón entraron unos hombres armados, pertenecientes al Conas, quienes desalojaron a todos los que no tuviesen tapabocas, ella y su mamá estaban entre esas personas.
Cada día que pasa, Valeria solo desea estar en casa nuevam
oco uno se va adaptando, pero a lo que no te adaptas es a la posibilidad de contraer coronavirus, eso es algo que le puede dar a cualquiera. No importa si eres joven”.
A la hermana menor de 16 años ya se le venció el permiso de viaje y hasta los momentos la aerolínea no le ha dado respuestas sobre el retorno. “Nos dejaron totalmente desequilibrados”.
Ahora que hay un caso confirmado en Nueva Esparta la joven teme que las cosas empeoren. “Puede haber 20 personas más porque esto se propaga muy rápido y la paranoia me hace sentir como si estuviera enferma”.
En medio de una pauta
Algunos de los que quedaron atrapados en el país no son venezolanos, como Daniel García Marco, periodista de la BBC y ex corresponsal en Venezuela por dos años. El español pisó Maiquetía el 7 de marzo para realizar algunas pautas periodísticas para la estatal británica, en lo que sería una estadía de siete días en los que visitó barrios como Petare, y de donde salió sorprendido ante el cambio que vio en casi un año desde la última vez que estuvo en el país, básicamente al encontrarse con un país dolarizado. Tenía un buen material para cuando regresara a Miami, donde vive actualmente. Para ese entonces, aún el coronaviurs no era una realidad concreta en Venezuela.
Pero su estadía en Caracas dio un giro vertiginoso cuando anunciaron los primeros dos casos de COVID-19 en el estado Miranda, y Nicolás Maduro ordenó la suspensión de los vuelos, tanto nacionales como internacionales.
García Marco no se lo podía creer, solo faltaba un día para irse y ahora no tenía fecha de retorno, lo que lo llenó de ansiedad. “Estoy en fase de incredulidad, aún no puedo creer que esto que está pasando sea real. Es decir, estar encerrado, que esté en Caracas, pero sin salir y que sea algo que le está pasando no solo a un país, sino a todo el planeta; es algo que aún estoy tratando de digerir”, dice desde un apartamento en Altamira donde se queda con unos amigos.
Para el periodista son muy evidentes los cambios que ha sufrido el país, pero cree que el coronavirus lo ha opacado todo y que jamás dimensionó la magnitud de la pandemia como para prever la suspensión de vuelos y la cuarentena, la cual ha acatado.
“Desde que llegué al país sentí que todo se aceleró. Las cosas en España empeoraron y aquí comenzaron a tomar medidas, pero creo que nadie llegó a pensar que algo así pasaría; sin embargo, aquí estoy, y no sé hasta cuándo”.
A pesar de lo complicado de su situación dice que se siente afortunado por encontrarse rodeado de amigos que lo han ayudado. Dice que se siente perdido en medio de un país lleno de historias a las que de momento no puede acceder por la cuarentena. Mientras tanto se ha dedicado a escribir una crónica en primera persona sobre sus vivencias en la capital venezolana.
A pesar de su situación agradece que le ocurriera en Venezuela. “No me quiero imaginar que hubiese pasado si haciendo escala en Panamá decretaran la cancelación de los vuelos. Ahí no conozco a nadie, evidentemente la BBC me hubiese ayudado, pero al menos aquí estoy con gente conocida y que me apoya”.
Su gran preocupación en medio de la pandemia es la salud de sus padres que están en España. “Yo no me preocupo por mí, sino por ellos que están lejos”.