(15 de octubre del 2019. El Venezolano).- No es un capricho o tema menor, es una dura realidad: la mujer venezolana está siendo excluida de todas las esferas relevantes del país, a pesar de que representa la mitad de la población. Esta decisión de no visibilizar a la mujer, ya sea como líder, ponente, activista, académica, migrante, entre otros, es sumamente destructiva y una pésima señal para el futuro y la democracia que queremos construir.
En las últimas décadas la academia, pero también organizaciones internacionales como la ONU, se han dedicado a estudiar el desarrollo y la calidad de las nuevas democracias que surgieron después de la tercera ola democratizadora. Un tema esencial ha sido el análisis y el debate sobre como mejorar la participación política de sectores tradicionalmente excluidos como las mujeres, las poblaciones indígenas o afrodescendientes. La democracia no es democracia si no funciona para todos los sectores de la población. Y es por ello que, en múltiples foros internacionales y nacionales, y desde hace muchos años, se ha resaltado la importancia de expandir los derechos y la participación de las mujeres en todas las esferas de la vida. Cabe repetir que la igualdad de género no es un capricho; además de ser un derecho humano fundamental, es la base necesaria para alcanzar un mundo pacífico, próspero y sostenible. Justamente porque no existe ninguna duda sobre la necesidad de alcanzar la igualdad de género a nivel mundial, este tema se ha incorporado como objetivo esencial de las estrategias de desarrollo de la ONU.
En Venezuela, lamentablemente, estamos muy lejos de alcanzar la igualdad de género. Aun cuando existe un activismo vibrante y valiente que exige la participación plena de todas las personas, el liderazgo democrático ha hecho poco para promover una visión plural y diversa de la política. Hemos visto a lo largo del tiempo que quienes toman las decisiones, elaboran y expresan sus estrategias dentro y fuera del país son predominantemente hombres. Y en los últimos días hemos comprobado que la exclusión de la mujer continúa acentuándose en todos los sectores. No se justifica que, en este siglo, todavía en Venezuela siguen formándose equipos, grupos, comisiones, paneles y conferencias en los que solo exponen o aparecen hombres sobre temas que afectan a toda la sociedad y particularmente a las mujeres y niñas. Esto es inaceptable.
Justamente porque estamos buscando reemplazar un régimen autoritario por un sistema político democrático tenemos que insistir en el rol esencial que tienen las mujeres en las transiciones políticas. En un artículo con Julia Zulver ya advertimos que la literatura sobre procesos de democratización y negociaciones de paz ha demostrado que las mujeres desempeñan un papel esencial en estos procesos políticos. De hecho, una investigación realizada por ONU Mujeres destaca que la participación de las mujeres en las negociaciones de paz aumenta la probabilidad de una paz sostenible.
La realidad de la mujer venezolana hoy en día requiere no solo de una representación política adecuada que logre exponer y canalizar sus necesidades, sino también que se obligue a los políticos y a todos los hombres venezolanos a entender que la igualdad de género tiene que ser promovida por toda la sociedad. La igualdad no es un beneficio para la mujer, es un elemento básico que presupone la democracia.
Si queremos democracia, necesitamos igualdad de género, no mañana, ni cuando se logre el cambio, la requerimos ya. Si bien la normativa y la legislación venezolana crean una institucionalidad para proteger y promover los derechos de la mujer, en la práctica no está funcionando. La coalición autoritaria ha desconocido de forma sistemática todas estas obligaciones del Estado de acuerdo con sus compromisos internacionales en materia de prevención y erradicación de violencia contra la mujer. Sin embargo, como no podemos esperar que haya un cambio en el Ejecutivo para trabajar la igualdad de género, necesitamos un mecanismo especial que se dedique exclusivamente a trabajar y promover este tema tan esencial para nuestro país.
Una forma de promover una sociedad más justa –desde ya– sería creando la oficina de una comisionada para asuntos de igualdad de género, que pudiera apoyarse, por ejemplo, en los recursos otorgados por USAID a Venezuela para impulsar la prosperidad en el país. De hecho, una oficina así estaría en línea con los requerimientos de las agencias de desarrollo internacionales, como USAID, CAF, BID u ONU en cuanto a la igualdad de género. Una oficina técnica para la igualdad de género contaría con el amplio conocimiento del movimiento feminista en Venezuela que ha venido visibilizando la grave situación de las mujeres y niñas en el país. La comisionada institucionalizaría el levantamiento de datos, propuestas y políticas públicas diferenciales. También diseñaría estrategias para combatir la impunidad en cuanto a la violencia de género y oficializaría la necesidad del enfoque de género en todos los temas relacionados con la transición y el posconflicto en Venezuela. Esta sería una labor muy distinta al trabajo que se hace desde el despacho de la primera dama.
Esto es sumamente importante porque las dificultades que padecen las mujeres y niñas venezolanas en tiempos de dictadura y migración forzosa requieren un enfoque diferencial. Por ejemplo, la migración afecta a los hombres y niños y mujeres y niñas de manera distinta. Con más alta probabilidad las mujeres y niñas son víctimas de explotación sexual, violencia sexual, violencia de género, entre otros, al cruzar la frontera. Por ello se necesitan políticas públicas y reparaciones que contemplen el efecto diferenciado que ha tenido la dictadura, emergencia humanitaria compleja y migración forzosa sobre ellas. Ningún comisionado o coordinador está trabajando este tema con la urgencia y dedicación absoluta que se requiere.
Llegó la hora de que el liderazgo democrático se distinga radicalmente del régimen autoritario y demuestre que su compromiso con la democracia y por ende con la igualdad de género es real. Una gran parte de la población ya está en esta lucha, ¿qué esperan los actores políticos para sumarse?