(20 de junio del 2022. El Venezolano).- En una gasolinera cerca del aeropuerto de Colonia, Alemania, Bernd Mueller mira cómo las cifras suben con rapidez en el surtidor: 22 euros (23 dólares), 23 euros, 24 euros. Los dígitos que indican cuánta gasolina ha puesto también suben, pero mucho, mucho más despacio.
“Me desharé de mi auto en octubre, noviembre”, dijo Mueller, de 80 años. “Estoy jubilado y está el combustible y todo eso. En algún momento hay que cortar”.
AP reseñó que en todo el mundo, conductores como Mueller reconsideran sus hábitos y sus finanzas personales en medio de precios disparados de la gasolina y el diésel, impulsados por la guerra de Rusia en Ucrania y el repunte global tras el parón por la pandemia del COVID-19. Los precios de la energía son un motor clave de la inflación, que aumenta en todo el mundo y hace más caro el coste de la vida.
Un conductor de mototaxi en Vietnam apaga su app para recibir avisos de clientes para no consumir el valioso combustible en los atascos de hora punta. Una familia francesa reduce sus planes de vacaciones en agosto. Un diseñador gráfico en California incluye el combustible en el cálculo de gastos para salir una noche. Una madre en Roma elimina la noche de pizza del calendario tras ver cuánto costará lleva a su hijo a un campamento.
Las decisiones en todo el mundo son tan variadas como los consumidores y países: caminar más, desempolvar esa bicicleta, tomar el metro, el tren o el autobús. Manejar más despacio para ahorrar combustible o revisar ese viaje por carretera. Quizá, incluso prescindir del auto.
Para los millones de personas que no tienen acceso a un transporte público adecuado o no pueden prescindir de su auto por otros motivos, la solución es resignarse y pagar mientras recortan gastos por otro lado.
Nguyen Trong Tuyen, conductor de mototaxi para la app de transporte con conductor Grab en Hanoi, Vietnam, simplemente apaga la app durante la hora punta.
“Si me quedo atrapado en un atasco, la tarifa no cubrirá el coste de gasolina del viaje”, dijo.
Muchos conductores interrumpen sus servicios como Tuyen, lo que hace más difícil que los clientes consigan reservar viajes.
En Manila, Ronald Sibeyee gastaba 900 esos (16,83 dólares) de diésel al día en su jeepney, un vehículo decorado con alegres colores y popular como transporte público en el país, una evolución de los jeeps militares estadounidenses que quedaron atrás después de la II Guerra Mundial. Ahora son hasta 2.200 pesos (41,40 dólares).
“Eso ya deberían haber sido nuestros ingresos. Ahora no hay nada, o lo que quede”, dijo. Sus ingresos han caído en torno a un 40% por el aumento del precio del combustible.
Los precios de la gasolina y el diésel son el resultado de una compleja ecuación sobre el coste del crudo, impuestos, poder de compra y riqueza de cada país, subsidios del gobierno cuando existen y la comisión que se llevan intermediarios como las refinerías. El precio se calcula en dólares, de modo que si un país es importador de energía, el tipo de cambio también es un factor, como en Europa, donde un euro más débil ha ayudado a subir los precios.