(23 de febrero de 2019. El Venezolano).- La palabra patria se ha convertido en una de las más frecuentes del discurso chavista-madurista a lo largo de estos últimos veinte años, pero ello no es un resultado casual, sino un elemento crucial en el sustrato ideológico de la dictadura impuesta por Hugo Chávez desde el momento en el cual, con un maquillaje democrático logró ocultar su verdadera naturaleza e intenciones, como el lobo cuando se puso encima la piel de una oveja para engañar al rebaño ovino. A lo largo de esta conversación que ya se prolonga por años, hemos hablado sobre el origen de la ideología de Chávez y las mentiras sobre las que estructuró su discurso.
Hoy queremos hablar de lo que parecen ser los estertores de un sistema mal concebido, que dependía de la voluntad omnímoda de un usurpador de la voluntad colectiva de nuestra sociedad. Este proceso ha nacido, crecido y florecido dentro de los venezolanos, por su inquebrantable voluntad de ser libres y dueños de su destino, de rechazar la ocupación por fuerzas extranjeras, del comunismo o del narcotráfico y buscar un camino que nos conduzca hacia la libertad y la felicidad, que se nos han negado durante los últimos 20 años.
Nuestra intención no es desarrollar una historia de las luchas sociales y de las revoluciones marxistas, sino explicar que Hugo Chávez era esencialmente un topo del comunismo dentro de las Fuerzas Armadas venezolanas y que sus conexiones con los movimientos de la izquierda internacional eran mucho más profundos y definitorios de lo que algunos sospechaban. Su ascenso al poder, logrado con apoyo masivo y financiamiento de grupos vinculados a lo más rancio de la oligarquía capitalista del país tuvo como telón de fondo la ficción de que un cambio en la estructura constitucional tendría efectos profundos en la vida del país. Por supuesto, el análisis a posteriori nos indica que la idea era la originalmente concebida por Fidel Castro en su famoso discurso de la Conferencia Tri-continental de La Habana en 1966, en el cual se planteaba la necesidad de que los países de Asia, África y América Latina tuvieran una voz y un papel protagónico en la conformación de los frentes de lucha por la liberación y el desarrollo independiente de los tres continentes. El Foro de Sao Paulo, una vez disuelta la URSS, planteó la necesidad de que se creara un nuevo polo que hiciera frente al polo imperialista liderado por Estados Unidos. Esta misión dominó las acciones emprendidas por Chávez y moldeó su política de fomento de gobiernos de izquierda en el hemisferio, a lo que dedicó cuantiosos aportes en efectivo (Elección de Lula Da Silva, salvamento del gobierno de Néstor Kirchner, aportes que llevaron al triunfo y retorno de Daniel Ortega, financiamiento de Evo Morales y Rafael Correa, entre otros).
Lo cierto es que el gobierno de Chávez se dedicó más a la promoción de los ideales de la izquierda extrema que a la búsqueda de soluciones para los problemas venezolanos. Su dependencia ideológica respecto a Cuba, después de la influencia inicial del fascista Ceresole se evidencia por sus acciones y por el cambio semántico de su discurso. Uno de los elementos centrales de su discurso es la utilización profusa del vocablo Patria como centro de su argumentación y la implicación lingüística de ese concepto como centro del discurso de “liberación” que recorrió todo el continente, llevando al lado de la palabra, a una inagotable chequera petrolera, con la cual despertaba la codicia de muchos revolucionarios trasnochados y hambrientos. Se trataba de reescribir el cuento de Rico Mac Pato, el multimillonario tío del Pato Donald.
Lo verdaderamente importante es que el concepto de patria es muy diferente en el lenguaje democrático y en el dictatorial. En la democracia la patria es un concepto que se basa en la aceptación voluntaria de una idea cultural. La patria democrática, además, es colaborativa, depende de la comprensión individual y funciona mediante la aprobación expresa del colectivo. La patria democrática es la expresión de una voluntad colectiva a la que se llega por la vía de la cooperación. En las dictaduras de base ideológica, como ocurre en todas las que tienen su origen en conceptos marxistas, la patria pasa a ser un valor obligatorio, coercitivo y permanente. Su extensión y significado dependen de los deseos del “líder supremo”. La patria es, paradójicamente, un valor extranjero, un concepto que va desde afuera hacia adentro, para doblegar los actos de voluntad individual.
En la democracia, la patria es un elemento que convence de valores que existen previamente en el individuo y los convierte en “desiderata” de la acción social. En la dictadura la patria es cruel y mezquina, punitiva y celosa. Los dictadores dedican gran parte de su discurso a describir el delito mayor que es la “traición a la patria” y explicitar los castigos penales e individuales que acarrea una interpretación restringida de la patria.
En la dictadura, toda persona que se niega a cumplir con los mandatos de la “patria” se desvincula de la sociedad homogénea que detenta el poder de decidir lo que cree , aplaude y hace, la del dictador y sus normas caprichosas y obligatorias y se convierte en un paria, un “enemigo del pueblo”. En la democracia, el ciudadano interpreta libremente los conceptos que definen a la patria y los actúa desde su propio ángulo, sin recibir ninguna compulsión desde el centro del gobierno.
Los efectos sobre la sociedad democrática y los individuos que la forman son los de estimular la creatividad, la solidaridad y la cooperación. En cambio, en la sociedad dictatorial se coarta la iniciativa individual, se limita la libertad de pensamiento y acción y se restringen las actividades que no se originan en el centro del poder.
Por esa razón la sociedad dictatorial genera ciudadanos sumisos y sin capacidad para la expresión creativa y la dictadura depende de una sociedad de esclavos. La democracia, por el contrario, estimula la creación, la invención, la capacidad de ser diferente y de atender a la voz solidaria.
Nuestra patria, la que defendemos, queremos y deseamos, es la patria democrática, voluntaria, libre, Por eso la que se creó con restricciones, presiones y castigos, amenazas y discursos inhumanos, está derrotada y nuestro camino se aleja cada vez más de esos desangelados cantos de sirena. Esta misma semana, de acuerdo con del desarrollo de los acontecimientos, podría definirse el futuro de Venezuela, y nosotros seríamos actores de un momento que podría ser la segunda independencia y tendríamos motivos `para transmitir a nuestros hijos, nietos y amigos, todo lo que un pueblo puede lograr por el camino de la democracia. La dictadura ha muerto, viva la democracia.
Por Luis Prieto Oliveira | lprieto34@gmail.com