(17 de julio del 2021. El Venezolano).- La programada negociación entre el régimen de Nicolás Maduro y la oposición venezolana en México parece estar condenada a una muerte prematura. Maduro ha elevado la apuesta, colocando barricadas y exigencias inaceptables para la oposición. Pero … ¿ de cuál oposición estamos hablando? … ¿Y a cuál gobierno nos referimos?
De esas cosas insólitas, que suelen ocurrir en Venezuela, hay dos gobiernos y varias oposiciones. Por una parte está el gobierno de Juan Guaidó, reconocido por medio centenar de países; y por otra parte, está el gobierno de Nicolás Maduro, con un control hegemónico de los poderes públicos.
En cuanto a la oposición, Guaidó es la oposición de Maduro, o Maduro de Guaidó, de acuerdo al ángulo desde el cual se vea; y por otra parte, Maduro se entiende con otra oposición, que está en la Asamblea Nacional desde las pasadas elecciones parlamentarias del 2020.
Sin embargo, existe “otra” oposición de grupos independientes y personalidades, en la cual destaca María Corina Machado. Una oposición que bajo ninguna circunstancia aceptaría reunirse con Maduro y su gente.
Viendo esas oposiciones, desde el ángulo de la importancia electoral, probablemente sea el más importante el sector liderizado por Guaidó.
En este sentido, el único que puede garantizar el cumplimiento de lo que se acuerde con el régimen de Maduro, sea Guaidó. Aunque dada la experiencia de los intentos de negociaciones anteriores, nadie garantiza que Maduro cumpla lo que acuerde.
En medio de todo este desbarajuste, el pueblo venezolano naufraga en un mar de la miseria, que no es precisamente el famoso “mar de la felicidad”, aunque se le parezca.
En las actuales circunstancias, tanto el régimen como la oposición se presentarían en México en posiciones de debilidad. Por ello la apuesta del régimen es de lograr debilitar a la oposición de Guaidó, que es la única que reconocen el medio de centenar de países, entre los cuales se encuentran los más poderosos del mundo (a excepción de China y Rusia, que apoyan a Maduro).
En las últimas semanas, Maduro ha iniciado operativos de ablandamiento a Guaidó y a su gente. Ha detenido a importantes dirigentes opositores, bajo acusaciones genéricas de “traición a la patria”; amenaza que no irá a México; ataques armados en contra de Guaidó y su familia; despliega razzias militares en contra de las bandas, con las cuales se militarizan sectores populares; y ahora pretende llevar a negociar México una oposición “ad-hoc”, con la cual pueda imponer condiciones electorales que le favorezcan en las elecciones regionales y locales del mes de noviembre.
Estas acciones evidencian la debilidad política en la cual flota el régimen de Maduro. Sus encuestas, esas que se ordenan desde Miraflores, le indican que en el mejor de los casos obtendrían una votación que no superará el 25%. Interpretado este número desde la otra acera de la calle, en el mejor de los casos tendría enfrente el 75% en contra. Una cifra que congela hasta los altos hornos de Sidor, si es que un día logran encenderlos.
Para Maduro, ir a México en estas circunstancias, es un salto al vacío sin paracaídas, un vulgar autosuicidio. Por ello, el régimen emplea todas las artimañas posibles para que la oposición no vaya a México.
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