(08 de agosto del 2022. El Venezolano).- Millones de musulmanes chiítas, desde Irán hasta Afganistán y Pakistán, conmemoraban el lunes el Ashoura, una de las ocasiones más emotivas de su calendario religioso, que recuerda el martirio de Hussein, nieto del profeta Mahoma en el siglo VII.
Las fuerzas de seguridad, particularmente en Afganistán —donde gobierna el Talibán— estaban en alerta máxima ante cualquier acto de violencia. En el pasado, ataques sangrientos han empañado el festival en todo el Medio Oriente, ya que los extremistas sunitas que ven a los chiítas como herejes aprovechan el día sagrado para atacar dichas congregaciones.
Los chiítas planeaban conmemorar el día santo el martes en Irak y también en el Líbano. Las multitudes de dolientes eran escasas en Kabul, donde los chiítas afganos han sufrido una ola de ataques descarados por parte de la filial local del grupo extremista Estado Islámico, que ha tratado de socavar al Talibán que gobierna desde hace un año.
AP reseñó que los chiítas representan más del 10% de los 1.800 millones de musulmanes del mundo y ven a Hussein como el sucesor del profeta Mahoma.
Más de 1.340 años después del martirio de Hussein, Bagdad, Teherán, Islamabad y otras importantes capitales de Oriente Medio fueron adornadas con símbolos de piedad y arrepentimiento chiítas: banderas rojas por la sangre de Hussein, carpas funerarias negras simbólicas y vestidos negros para el luto, procesiones de hombres y muchachos expresando fervor en el ritual de golpes de pecho y autoflagelación con cadenas.
En Afganistán y Pakistán, las autoridades cortaron los servicios de telefonía móvil en ciudades clave que celebraban conmemoraciones por temor a atentados extremistas.
Los talibanes han alentado a los chiítas a llevar a cabo sus devociones. Sin embargo, no designaron el Ashoura como fiesta nacional este año, como lo han hecho las autoridades afganas en el pasado. También prohibieron las procesiones importantes por temor a la violencia después de una serie de atentados con bombas contra áreas de mayoría chiíta.
A pesar de la amenaza de ataques, cientos de chiítas enloquecidos aparecieron en las calles de Kabul para golpearse la cabeza y el pecho al unísono. Se azotaron con cadenas afiladas hasta el punto de que la sangre salpicó las calles.