(18 de octubre del 2022. El Venezolano).- «Ya no (quiero ir a Estados Unidos). Ya no es secreto que está todo cerrado. Ya de mi parte quisiera devolverme», comenta a EFE el venezolano Carlos Figueroa, de 28 años de edad, desde un albergue en Panamá en una zona de la selva del Darién junto a miles de migrantes y tras enterarse que Estados Unidos cerró sus fronteras terrestres a todos los nacionales de Venezuela que lleguen por tierra.
“Eso son guerras psicológicas”, le interrumpe otro migrante en la estación de recepción migratoria de San Vicente -uno de los dos albergues humanitarios que mantiene Panamá- al que llegan los transeúntes tras cruzar el Tapón de Darién, la peligrosa selva que comparten Panamá y Colombia como frontera, por la ruta de Canaan Membrillo durante casi una semana.
Figueroa se despide del «sueño americano» porque en el albergue «para nadie es ya un secreto que la frontera está cerrada» y «todo el mundo ha visto las redes sociales».
«No hay peor ciego que el que no quiere ver. Entonces, invertir lo poco o mucho que uno tiene para quedarse en México botado», se lamenta el joven venezolano.
El gobierno de Estados Unidos lanzó la pasada semana un programa que da estatus legal por dos años a los venezolanos que llegan en avión y expulsará de manera inmediata a quienes crucen por tierra la frontera con México, como una medida para frenar la masiva oleada migratoria de esa nacionalidad en curso.
Dentro de este programa no están incluidos los que ingresen irregularmente por Panamá, es decir por el Darién, México y los que han sido deportados en los últimos cinco años.
Esta decisión ha dejado en un limbo a miles de migrantes que atravesaron la selva previo al anuncio del gobierno estadounidense.
«Estamos intentando hablar con migración. Yo por mi parte dije que tengo mi dinero. Que nos brinden la facilidad de un vuelo para volver a Venezuela o yo tengo papeles en Perú. Lo que quiero es salir de aquí, mi familia está desesperada y preocupada», relata Figueroa.
El reclamo del migrante no dista de lo que ya sucede en México, donde un grupo de sus compatriotas ha solicitado al gobierno mexicano que los deporte a su país de origen, o a lo más cercano a Colombia.
«No nos brindan las herramientas, yo pago mi pasaje, pero me dicen que tengo que pagar una multa de 1.000 dólares para poder salir», cuenta Figueroa.
Es un rumor
En Bajo Chiquito, la panameña localidad indígena a la que llegan exhaustos los migrantes tras atravesar el Tapón del Darién, la reciente noticia aún es un «rumor».
Va de boca en boca con acento venezolano: Estados Unidos cerró la frontera con México para los “chamos”. «¿Señorita, eso es verdad?, ¿Qué ha dicho el presidente Biden? ¿Ya no podemos pasar?«, pregunta casi una decena de venezolanos a EFE.
Los rostros se desfiguraban y la ansiedad se dejaba ver con el temblor de las manos, mientras tartamudeando intentaban formular la pregunta que tanto pánico provoca: no saben si ha merecido la pena cruzar durante días el paso migratorio más peligroso del mundo.
No hay señal de telecomunicaciones en Bajo Chiquito, por tanto, no hay forma de verificar la noticia. El Servicio Nacional de Fronteras (Senafront), la fuerza de seguridad militarizada especializada que custodia los límites de Panamá, no debe dar información.