(03 de junio del 2021. El Venezolano).- “Señor. . . no me dejes caer en el orgullo si triunfo, ni en la desesperación si fracaso. . . más bien recuérdame que el fracaso es la experiencia que precede al triunfo.”
Solamente por simplificación analítica podríamos decir que en Venezuela siguen hasta ahora dos posiciones enfrentadas desde que Chávez llegó al poder. Sabemos que hay fisuras y tendencias en ambas posiciones, pero, no es lo que quiero resaltar ahora.
Hace dos años escribí que se observaban entonces, y continúan todavía, dos grandes líneas de acción. La del régimen que busca a cualquier costo mantenerse en el poder mientras logra una salida conveniente que satisfaga a sus dirigentes en términos de garantizar el resguardo de sus vidas, el disfrute del botín del saqueo a la nación, y seguir activos en su política de odio y destrucción. La otra, la de la Alianza Democrática que se propone el cese de la usurpación, que supone un cambio de gobierno y de rumbo,un gobierno de transición que estabilice el funcionamiento institucional, y, mediante elecciones libres, se defina el futuro del país.
Una posición pareciera seguir la tesis de la “paciencia estratégica” a la cual hizo referencia por primera vez el Presidente Obama, que el Presidente Trump la consideró un fracaso. Sin embargo, parece ser que terminó aceptándose si nos atenemos al curso de acción aplicado para provocar la salida de un régimen empeñado en imponer su tesis del “mal extremo”, a juzgar por sus resultados y efectos sobre la población.
La paciencia estratégica decía Craig Faller, jefe del Comando Sur, es necesaria para lograr los objetivos, y un funcionario norteamericano conocido por nosotros quién fue Cónsul en la Ciudad de Maracaibo, manifestó que hay que tener paciencia estratégica para dar tiempo a que las medidas y sanciones de Washington contra el régimen hagan su efecto devastador
La tesis del mal extremo desarrollada por el Dr. Martínez Meucci, se refiere a aquél que excede las normas de lo normal y convencional. Como encarna lo excepcional no estamos acostumbrados a lidiar con ello, mientras que los psicópatas que no se sienten limitados por ningún tipo de vínculos con los demás, no sienten remordimientos, son oligofrénicos morales, dice el autor de la tesis.
Otra fuente académica más cercana, el Centro Gumilla, al cual se encuentran ligados los Jesuitas, buscando una categoría que defina mejor la situación actual de los venezolanos, han utilizado la expresión “daño antropológico” para describir la profundidad de su deterioro. Explica Raúl Fornet-Betancourt, que “hay un daño antropológico cuando además del deterioro en los órdenes social, político y cultural existe, fundamentalmente, un daño a la condición humana como tal”.
Cualquiera que sea la definición académica y científica que caracterice más precisamente la situación terrible nuestra, lo cierto es que los venezolanos estamos sintiendo los estragos de Prometeo, complejo muy bien definido por el Dr. Alfonso Ávila Mayor, profesor de LUZ, como la situación de conflicto existencial no resuelto por el ser humano y la cual es sustituida por un estado anímico alterado por el miedo y caracterizado por grados variables de ansiedad y angustia que al permanecer sin solución puede alcanzar un grado último de desesperación. Creo que a ese nivel nos encontramos.
Urge una solución de salvación nacional que no admite más regodeo estratégico ni definiciones académicas, sino soluciones políticas, que no es la de un sólo hombre, que ponga fin a la usurpación, logre un cambio de gobierno y de rumbo y unas elecciones libres que disipen las nubes de la ignominia y el atraso que se ha aposentado en Venezuela, y se esclarezca el futuro del país.
A medida que el tiempo transcurre se debilita la esperanza, la fe en nuestros dirigentes y la democracia como sistema. Son necesarias acciones contundentes que acaben con la diablocracia en el poder y reanime a la población antes que Prometeo siga haciendo estragos.