(11 de octubre del 2020. El Venezolano). El éxodo hacia ninguna parte pareciera ser el destino final de los millones de venezolanos que se ven forzados a salir del territorio nacional. Lo que se ve en reportajes televisados o por las redes sociales que permiten observar ese peregrinaje tan doloroso, es la mezcla de personas con distintos padecimientos y esperanzas a la vez. Se ven mujeres embarazadas que llevan su criatura dentro de su vientre para que pueda nacer con algo de dignidad, que no es precisamente esa caja de cartón que les reserva la falsa revolución, que se encargó de liquidar los centros maternos que ofrecían atención adecuada a las madres de nuestro país.
Se ven jóvenes con sus ilusiones a cuestas, caminando desde Cúcuta hasta la Patagonia, buscando el empleo que les permita realizar sus conocimientos y devengar un salario mediante el cual sea posible atender a los parientes que dejan atrás, en medio de la catástrofe humanitaria en que se encuentra atrapada la sociedad venezolana.
Se suman también miles de profesionales, como esa muchacha de Caricuao, graduada en Ingeniería Electrónica, después de cursar estudios en la Universidad Central de Venezuela, hoy trabajando como mesera en una cafetería de Madrid, con quien nos encontramos junto a Miguel Enrique Otero y Antonio Ecarri Angola, una de estas tardes al concluir un encuentro con dirigentes del partido VOX.
Esa es la realidad que se impone en cualquier esquina de cualquier ciudad del mundo. La presencia del venezolano empujado al destierro por esa desgraciada narcotiranía que mantiene secuestrada a la población que, adentro, no se rinde ante el acoso de la miseria en la que la acorralan, sino que forcejea con ese decoro que la distingue como una ciudadanía valerosa que acumula ya, más de dos décadas, confrontando a los bandoleros que la hostigan.
Este pasado sábado sostuvimos una reunión virtual con líderes femeninas del movimiento de Alianza Bravo Pueblo de todo el país. Junto a Mitzy escuchamos las versiones de mujeres que se fajan a diario en sus barrios y urbanizaciones. Lo que pasa es aterrador. Ita Pérez, trabajadora insigne de Petare, nos relataba “la magia” que deben hacer los jefes de familia para colocar, aunque sea algo de comer, sobre la mesa de miles de hogares en los que, además, agregaba Eduina Mussiotti “no hay agua potable, luz eléctrica ni tampoco gas doméstico”. Eso es un verdadero calvario. Para no hablar de la inseguridad que tocó de cerca a Rebeca García, cuyo hermano fue asesinado por el hampa común. Ella no se amilanó y estimó que la mejor manera de honrar la memoria de su familiar, era seguir luchando y eso es lo que hace desde la plataforma que les ofrece ABP en el estado Lara.
El sufrimiento de los que han dejado atrás su isla de Margarita, no encuentra consuelo en el espanto en que va quedando reducida esa hermosa tierra neoespartana. Lo que nos contaba Dayana Guevara, nos permite comprender la magnitud del daño ocasionado por esta banda que desgobierna a Venezuela. Miles de comercios liquidados, comerciantes y empresarios arruinados y un desfile de desempleados girando en torno a una ciudad fantasmagórica que sepulta la alegría dicharachera que caracterizaba a la gente de Porlamar. Pero ellas siguen luchando, tal como aseguraban Dayana Guevara, Yusmary Ibarreto y Morela Bermúdez, quien representó a las mujeres de Cumana, van tocando de puerta en puertas, cuentan, hablando con la gente y resucitando la esperanza de ese bravo pueblo oriental.
Es reconfortante saber que en medio de las limitaciones, hay tiempo para pensar en ideas que redundan en la implementación de planes para ayudar a superarse a muchas familias, tal como lo plantean Liz Andrade y Niurka Rodríguez, ambas comprometidas en hacer realidad un programa de capacitación que convertirán en emprendedoras a miles de mujeres en el estado Bolívar.
Esa dosis de esperanza es una vacuna contra el pesimismo, es un aliciente para no dar todo por perdido, menos la patria que añoramos volver a abrazar lo más pronto posible. Nos impactó mucho la manera como Mabiares Álvarez asume la separación que experimenta con parte de sus seres queridos. Ella lo llama “la rotura del tejido familiar”. Ciertamente es así. Si algo no se le podrá perdonar a quienes han fracturado a nuestro país, nuestros sentimientos, es el hecho lamentable de ver a familias repartidas por todas partes. Hijas que no pueden enterrar a sus padres o sus abuelos, o al revés, madres y abuelos que no pueden despedir a sus hijos y nietos. Mabiares cumple una titánica labor social en el estado Miranda, su pasantía por el Concejo Municipal de Chacao la acrisoló como una luchadora infatigable y junto a Dora Valero, Charo y Sonia, se esmeran en desarrollar labores sociales con esa voluntariosa disposición que las enaltece.
Por último, quiero destacar la idea que prevaleció en todos los relatos: la importancia de la familia y la necesidad de privilegiar la formación de nuestras nuevas generaciones con base a valores y principios. Las intervenciones de Belkis Chacón de Anzoátegui, de Nafir Morales de La Pastora, Caracas, así como las reflexiones de Carmen Aguilera de Cojedes, orientaron el debate hacia la determinación de avanzar por una educación con calidad, en donde se entienda que forjar mujeres y hombres con valores en una familia, que será solida por su base moral, entendiendo de verdad que la piedra angular de la estrategia con vistas a recuperar nuestra República y sus instituciones está en ese derrotero. Esa República que hoy corre el riesgo de ver como se rematan al mejor postor los bienes que la dictadura pretende disponer, como lo hicieron las élites corrompidas de la Rusia de los años 90, tal como lo señaló en su brillante intervención, nuestra líder joven caraqueña Lyerg Bautista.
De ese encuentro nos queda en el paladar el inconfundible sabor de triunfo, porque cuando las mujeres venezolanas se proponen conquistar una meta, siempre lo logran. ¡Que así sea!
@alcaldeledezma