(23 de junio del 2023. El Venezolano).- Después de todo, vale decir, después de tanto escándalo, después de las perforaciones que ha sufrido Venezuela en todo su corpus, donde nada escapa a las intemperancias de un régimen atronador, que cumple un designio vergonzoso en la medida en que solo el poder le llama la atención, y se entiende, el poder absoluto, en todas las áreas productivas, esas vetas que definen la descomunal fuerza que exhibe, eso sí, deslegitimado y sin autoridad, que un hombre de la fibra de Hugo Carvajal (Puerto La Cruz, 63 años), le haya dado un puntapié a la maldad, desde adentro, solo explica que no se puede ser leal a un destino que solo se ocupa de la crueldad y la destrucción.
Redacción El Venezolano
Carvajal nació en la región costera, oriental, de Puerto La Cruz, Estado Anzoátegui el 01 de abril de 1960, y fue criado en el suburbio de Viento Fresco, caserío rural del municipio Cedeño, estado Monagas. Es el segundo de siete hermanos. La primaria la hizo en el Grupo Escolar Idelfonso Núñez. En ese lugar vivió hasta el año de 1972, año importante ya que es a partir de esa fecha, a una muy corta edad (12 años), tenía muy claro su panorama y visión de mundo, y es cuando ingresa al Liceo Militar General de División José Antonio Anzoátegui, ubicado en Puerto Píritu.
Hugo, desde muy pequeño fue un gran observador. Sus raíces campesinas, y siempre atento a las largas jornadas de ganadería y agricultura, faenas que no siempre ofrecían el fruto requerido por cuanto sabido es que las tierras del oeste de Monagas no son muy fértiles. Aunque más allá de esos momentos, otros si se mantienen en su memoria con grata recordación. Por ejemplo, las vivencias en el Hato Chaguaramal, por las estribaciones de la cordillera de la costa, un valle de 1.700 hectáreas, tierra de gracias, por la presencia de agua, a través de los ríos.
Estos lotes de terrenos habían sido propiedad del abuelo de Hugo, Don José Epifanio Peck, y en sus mocedades, estaba bajo el control del señor José Perfecto Carvajal, padre de Hugo. Así las cosas, no había cómo evitar el fomento de esas necesarias destrezas en aquella inmensa sábana poblada de buenas energías. Pesca, cacería y cría de ganados, y agricultura, estuvieron, de manera sistemática, en la agenda del joven Hugo, quien por muy rural que fuera el espacio, y con ciclo climático que no siempre favorecía el entorno, supo sobreponerse a la experiencia.
Sus padres respaldaron a la dictadura de Marcos Pérez Jiménez, y mantuvieron su militancia con el partido Social Cristiano Copei. No hay dudas de que los vaivenes en el hato, más allá de la formación cristiana que tuvo el joven, contribuyeron a cincelar un carácter, unos principios sobrios, sencillos como la humildad y la solidaridad.
Un momento muy particular en la vida del naciente militar; la graduación de bachiller en Ciencias, en el Liceo Militar Gral. de División José Antonio Anzoátegui.
Está, sin duda el tejido militar, y todo lo que convoca la disciplina. Su paso por el Liceo Militar, de donde egresó, en la primera promoción de bachilleres que brotó en julio de 1977, fue un acicate determinante en su desarrollo. Esos cinco años, internado, con los rigores propios de un ámbito que se esfuerza por inculcarle al estudiante el compromiso y la lealtad, le enseñó también a Hugo a rendirle culto a los símbolos patrios, a las prominentes e ilustres figuras que libertaron a la nación, y sobre todo, disciplina y responsabilidad.
Había entonces que continuar profundizando la convicción militar, y en septiembre de 1977, ingresa a la Academia Militar de Venezuela (hoy día Academia Militar del Ejército Bolivariano). Y el 05 de julio de 1981, en la promoción Pedro Camejo (Negro Primero) egresa de la institución como Licenciado en Ciencias y Artes Militares, mención administración, además, con el grado de Subteniente en la especialidad de armamento.
Esta experiencia en su educación le otorgó los recursos y el capital moral, así como la definición de su personalidad, que habría de mantener hasta la actualidad. En especial el empeño de los estudios en el código de honor del Cadete, la cual guía los principios fundamentales de la actividad, y que trasciende y rige otras instancias en la vida, que se manifiesta en una especie de decálogo (abordado en primera persona, como una declaración de principios), que ha mantenido a cal y canto durante más de cuatro décadas:
1-Soy un cadete militar venezolano y pertenezco al instituto más antiguo de la fuerza armada, privilegio que me obliga a convertirme en exponente de las virtudes militares y ciudadanas que han permitido el nacimiento y consolidación de la nacionalidad.
2-Decclaro que es mi patria el ideal más sublime de mi vida; a su defensa y desarrollo me declaro integralmente.
3-Admito, sin vacilaciones ni reservas, que la subordinación a la Constitución, a las Leyes y Reglamentos Nacionales y Militares, es un principio inviolable en mi existencia.
4-Soy un ciudadano venezolano, y por lo tanto, miembro activo de una comunidad, en la cual, seré baluarte de las instituciones republicanas y factor de armonía y progreso.
5-Proclamo que es la moral mi principal virtud. Ella es mi mejor herramienta de trabajo.
6-Prometo guardar culto al valor, a la honestidad, a la lealtad, a la verdad, que mantendré y protegeré aún a riesgo de mi propia seguridad y bienestar.
7-Entiendo que la formación de mi personalidad como conductor de hombres es la preocupación fundamental en mi vida de cadete; desplegaré mis mejores esfuerzos en la capacitación intelectual y física, como piezas fundamentales de mi futura existencia.
8-Estoy consciente que mi destino me llevará a comandar a quien probablemente es uno de los mejores soldados del mundo; el soldado venezolano. Acepto tal hecho como un reto a mis capacidades y condiciones.
9-Llevaré mi uniforme con dignidad y decoro; guardaré celosamente el prestigio y las tradiciones del Ejército y la Fuerza Armada.
10-Estoy orgulloso de ser un legítimo heredero de las glorias de Bolívar y de cumplir mi código de honor.
Luego de pergeñar parte de una vida consagrada a una conducta humilde, al respeto del núcleo familiar, siguiendo la ruta de los valores, y ratificando una convicción por el código de honor del cadete, el Mayor-General, apuntó a una formulación más elevada en cuanto a su entrega por la Patria, asumiendo un comportamiento íntegro, y un inquebrantable respeto por las normas. Las circunstancias que lo intenta llevar al ostracismo, no podrán con la verdad que subyace en su conmovedora realidad.