(22 de abril del 2021. El Venezolano).- No se puede comprender TalCual sin entender a su fundador. Y no se puede descifrar a Teodoro sin valorar su personalidad, capaz de transformar en extraordinario todo lo que asumía. Un líder con alta influencia en Venezuela y en la izquierda de nuestro continente, cuya obra interesó a Octavio Paz y alarmó a Breznev, jefe planetario del comunismo totalitario.
Pese a su inclinación voluntarista, Teodoro no fue un caudillo. No podría figurar en la galería de charreteras con la que muchos minimizan nuestra historia. Pero debería considerarse como uno de nuestros héroes cívicos, a la par de figuras como Betancourt o Caldera.
Teodoro, usando el concepto del boliviano Alcides Arguedas, fue un caudillo letrado, en el buen lustre de esa palabra. Instruido, formado y culto. Su comprensión del país lo involucraba y mostraba como una inteligencia desdoblada en acción serenamente entusiasta. No lo detenían los impactos de las adversidades.
Arribó al periodismo tras la política. La primera vez en los 40 del siglo XX, cuando fue reportero de Tribuna Popular, periódico dirigido por el caballero rojo, aventurero de revoluciones y organizador de causas, Gustavo Machado. La segunda, en 1999 para ejercer la dirección del vespertino El Mundo. Y la tercera en abril de 2020 como padre de uno de sus sueños: TalCual.
TalCual es la noticia analizada como escenario, tendencias, protagonistas y dinámicas de la política como realidad social, hecho cultural y lucha por el bien común. Un enfoque alternativo al esquema informativo dominante y una labor de constante resistencia a una censura más dura y sofisticada que la que ejerció Vitelio Reyes durante la dictadura de Pérez Jiménez. Ha sobrevivido a los zarpazos.
TalCual es periodismo hecho por todos como aspiraba Lautremont de la poesía. Un condominio entre periodistas y lectores, que construyen un sentido de pertenencia al propósito de influir en la marcha de la sociedad. No es cofradía de melancólicos que solo encuentran identidad en el pasado.
Cuando Teodoro dirigió El Mundo, me dio nombre en sus páginas. A finales de 1999, cuando buscó su Volkswagen en la Torre de la Prensa, escotero como llegó, no salía con una renuncia sino con un proyecto entre pecho y lentes: crear un diario que expresara la conciencia crítica frente al poder. Y también me llamó a colaborar.
El director fundador desempeñaba dos papeles: el de editorialista —atractivo principal de venta— y el de minicomentarista con el seudónimo de Simón Boccanegra, nombre de una ópera de Verdi sobre las intrigas del poder que no encontró aplausos —según su compositor— porque no era fácil de oír.
Teodoro, jacobino y romántico, quería ser alcalde para construir una alcantarilla. No lo fue, pero nos legó TalCual, un taller de comunicación política. Y eso es más útil que mil alcantarillas. Gracias Teodoro, por TalCual.
Simón García es analista político. Cofundador del MAS.
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