(14 de septiembre del 2020. El Venezolano).- Pocos se aventurarían a augurarle a Lino Connell un futuro como atleta, y menos uno de la magnitud y gloria que llegó a alcanzar.
Su madre, Cira Elena, no practicó deporte alguno, y su papá, Alejandro, “lo único que jugaba era caballos”, dice entre risas el hoy abuelo de 75 años, pero con las condiciones físicas de un muchacho de 25.
No obstante, decidió tomar el deporte como carrera, más que como hobby. La actividad física es y ha sido su vida por más de 65 años, y lo ha ayudado a superar penas y a escalar montañas de dolor para llegar a la cima: la felicidad.
Orígenes de una leyenda del deporte zuliano
Un 19 de febrero de 1939, en los ya no tan incipientes campos petroleros de Cabimas, estado Zulia, nacía Lino Connell, un hombre que forjó, a punta de trabajo y sacrifricio, su propia leyenda en los libros de historia del deporte en el Zulia.
“Mi papá trabajaba en la compañía petrolera, era de Ciudad Bolívar. Yo nací en el campo Miraflores, de la Menegrande Oil Company. Hasta los seis años que estuve allá en Cabimas la parte económica no era mala”, recuerda Connell.
Pero su mamá se mudó a Maracaibo, y su papá se quedó allá en la Costa Oriental. “Llegamos cuando tenía seis años, y él murió cuando yo tenía 12″, rememora.
“Nos habíamos venido los tres menores (Eleazar, Nelson y él mismo) y se habían quedado los dos mayores: Afranio y Neria. Pero Afranio se vino a vivir con nosotros cuando papá murió”.
Sus hermanos, eso sí, son todos deportistas también: Neria es profesora de educación física, igual que Eleazar, y Nelson fue pesista.
Afranio, veterinario, estuvo muchos años trabajando con el gobierno y luego llegó a ser decano de la Facultad de Veterinaria de La Universidad del Zulia (LUZ). Y jugó pelota AA con Lino.
Desde el momento en que la señora Cira Elena se mudó con los tres “chamos” a Maracaibo, comenzaron los Connell a padecer problemas en el “bolsillo”: “Pasamos una niñez difícil cuando ella se vino para acá: lo que nos enviaba papá era una tontería. Por esa razón hice hasta el tercer año en el (liceo) Baralt, no pude completarlo y saqué cuarto y quinto por libre escolaridad”, expresa
“Tuve muchos sacrificios, y debí ser muy perseverante. Cuando la parte económica es así de dura, es difícil surgir”.
Así fue como desde una muy temprana edad le tocó a Lino buscar construirse él mismo su futuro.
“Terminé mi bachillerato, y empecé a trabajar con 13 años, con un primo hermano, ayudándolo con camiones, mudanzas y cosas para transportar”.
¡13 años! A tan corta edad ya el joven Lino trabajaba.
Pero se comenzaría a forjar, en paralelo, una figura del deporte.
“Allí (en sus años de pubertad) ya yo practicaba el voleibol. Comencé en el cuarto grado de la escuela Octavio Hernández. Luego pasé al liceo Baralt y allí continué”, recordó.
¡Hasta boxeó!
Cuando salió de sexto, con 13 años según cuenta Lino, hizo boxeo.
¿Habría tenido éxito alguno?
“Hice seis peleas y las gané todas”.
Sí, adivinó: le fue bien.
Luego hizo una exhibición con el igualmente grande Ramón Arias. “Fue en peso mínimo. Yo era campeón del centro, y Ramoncito era campeón de peso mosca en el estado. Le dimos tres buenos rounds a la gente”, dijo con alegría.
Pero no perseguiría una carrera en los ensogados por una sencilla razón: “A mi mamá no le agradaba. ¿A quién le gustaría que le den golpes a sus hijos? Me tenía que ir escondido”, cuenta.
La vida en un diamante
La pelota fue buena amiga de Connell en sus años de niñez y adolescencia.
Y lo es aún en su vejez.
Jugó béisbol clase B, A y AA, en esta última por 18 años, con equipos como Luz, Transportes Galí, Romosa y Vigilantes.
¡Con qué fuerza le daba a la bola!
“Tuve la dicha de tener un récord de tres jonrones en el Alejandro Borges, en el béisbol AA. Fueron tres cuadrangulares, ocho impulsadas y cinco anotadas”.
El hito, aún recordado por la vieja guardia del deporte zuliano, fue en 1966, en los Juegos Interligas con Colombia.
Si bien le gustaba mucho el béisbol (y hasta llegó a compartir terreno con figuras como Luis Pérez, Guillermo “Memo” Larreal, Edicto Acosta y Gustavo Fernández), se enamoró perdidamente de otra disciplina deportiva.
La pasión encerrada en un rectángulo: el voleibol
“De todos los deportes que practiqué, me quedo con el voleibol, sin duda”.
Según comenta Connell, el voleibol “se lo dio todo”.
“Simplemente veía que tenía muchas condiciones para jugarlo. A los 17 años me observó el entrenador de la selección, JJ Rodríguez, y me preseleccionaron para los Centroamericanos en Caracas, en 1958″, contó Lino.
¡Vaya memoria tiene!
Por catorce años sirvió Connell a la selección nacional de voleibol, viajando a todo tipo de campeonatos y competencias. Al estado Zulia lo defendió desde 1956 hasta 1976, por dos décadas.
“Muchos me decían que por qué no me dedicaba al béisbol. Pompeyo (Davalillo) era uno. Y es que con el voleibol fui a dos mundiales, cuatro panamericanos, cuatro centroamericanos, cuatro suramericanos, tres bolivarianos, intercambios internacionales. Me lo dio todo”, resume.
“Es maravilloso representar al país de uno. Tantos campeonatos, y siento que lo he hecho bien”, expuso.
Cuando los gloriosos Leones del Caracas le estuvieron haciendo seguimiento, ya tenía 24 años, y con esa edad firmar en el beisbol profesional es complicado.
Lino estaba destinado a tener una vida ligada a los rectángulos y a las mallas.
Lo mejor que le pudo pasar fue ingresar al Salón de la Fama, en el 2002, y recibir en el 2005 el Doctorado Honoris Causa en la Universidad.
“Eso ha sido lo máximo, entrar al Salón de la Fama… ¡No todo el mundo llega! Hay unos 175 atletas en total. Muchas de mis alegrías se las debo al deporte, que me ayudó a superarme en la vida”, contó con una sonrisa.
Pero en su historia existe un capítulo oscuro y rocoso.
La página negra
“Dios quiso que fuese así… esa pérdida tan grande”.
Era un domingo normal, del 16 de marzo de 1969. Pero pasaría a la historia como el día de la “Tragedia de Viasa”: El vuelo 742 de dicha aerolínea, que sería entre Maiquetía y Miami, se estrelló a los pocos minutos de despegar del Aeropuerto Grano de Oro, entre el barrio Ziruma y la urbanización La Trinidad.
Como consecuencia de este accidente fallecieron las 84 personas a bordo del DC9 que realizaba este vuelo y 71 personas en tierra, dando el total de 155 muertos.
No es tan fácil hablar de tan duros momentos.
“En la casa estaba una hermana de mi esposa porque estaba estudiando para un examen de veterinaria. El domingo la llevamos a su hogar porque Lino y Larry (dos de sus hijos) no la dejaban estudiar. En la mañana me monté en el carro y la llevé, por donde estaba (el diario) Crítica, por el retén”, comienza el relato Connell.
“Como a las 10 de la mañana la dejé. De regreso llegué al Supermercado Victoria, hice una comprita y llegué a mi casa como a las 12:30. Mi esposa (Carmen) me preguntó que si almorzaría, le dije que no porque iba a un juego, al estadio Luis Aparicio, entre Lotería del Zulia y UCV. Dejé los muchachos y dijé ‘veo unos innings y me vengo’”.
“Cuando iba por ‘Maicaito’ oí la noticia en la radio de que había caído un avión, porque dijeron que fue en la Trinidad. De inmediato me devolví”.
Lo peor, lo inimaginable, había sucedido.
“Cuando llegué los médicos no dejaban pasar a nadie, así que dejé el carro ahí y comencé a caminar a la casa”, siguió.
En su morada cayó una turbina.
“El avión cuando chocó con un poste de Ziruma, se volteó y allí es que se desprende la turbina, a casi 100 metros del lugar donde cayó la aeronave: en mi casa”.
“¿Lo que es el destino, no?”, dice.
Ante la impresión de un accidente de tal magnitud, Connell empezó a preguntar por su familia.
“A los hijos tuyos se los llevaron al hospital, pero a que tu prima está Lissette (de meses de nacida, la menor de los cuatro hijos que tuvo con Carmen)”.
Lissette estaba en la cuna en el último cuarto de la casa. La turbina cayó en el porche. Sigue hoy con vida porque alguien la escuchó llorar, se metió por detrás y la salvó.
Prosigue Connell: “Me voy al Universitario a donde trabaja un amigo, y él me dice: ‘¿Hijos tuyos acá? No, ninguno”.
“Me regreso a la casa y me consigo con que todavía estaban allí, pero no me quisieron decir nada. Nunca los vi. A mi esposa la reconoció su hermana por la dentadura, se quemó”.
Además de su esposa, tres de sus hijos (Lino, Larry y Leslie, de 2, 4, y 6 años), murieron ese día por las fracturas del impacto. Su suegro también perdió la vida.
Era una imagen grotesca, un sentimiento inenarrable.
“Me dio una ‘cuestión’ (así lo define) y me llevaron al Universitario, donde me recuperé poco después”, afirma.
Poco después hubo un problema con Viasa, “porque querían meterlos a los cinco fallecidos en un mismo lugar. Mi hermano Afranio (quien se encargó de los trámites) dijo ‘NO’, si al capitán (Emiliano Savelli) Maldonado, a las aeromozas y otros oficiales los meten en urnas individuales, a mis sobrinos los meten también en una a cada uno”.
Ejemplo de constancia y superación
¿Cómo recuperarse de una pérdida tan grande? Cinco meses después de la tragedia ya estaba compitiendo, en 1969, en un Suramericano en Caracas en agosto.
“El deporte me ayudó mucho a recuperarme más rápido. Además, el doctor Albino Bobb, mi amigo, me acompañó en mi recuperación, junto con el deporte. A las pocas semanas simplemente comencé a entrenar”.
“El deporte es terapéutico”, expresa.
Continuó jugando y dando clases de educación física. Era importante mantener la mente alejada de aquel día.
Connell debió recibir ayuda psicológica.
“Un psicólogo es mejor que un médico para esos casos. Me decían que mantuviera el mismo sentido de vida que tenía, que son cosas que uno no las espera y simplemente suceden”.
Pero su mejor medicina llegaría un par de años más tarde.
“En 1971 conocí a mi nueva esposa, Francisca de Connell (que falleció en el 2006). El matrimonio con Francis me ayudó más. Dios me la envió para que me ayudara y mejorara mi vida, fue una esposa ejemplar”, indicó.
Y con una frase, pudo juntar la influencia que ha tenido el deporte en su existencia, y cómo el camino lo condujo hacia Francis.
“El deporte me cambió la vida. Me ha mantenido sano, y a mi segunda esposa la conocí a través del deporte: su hermano jugaba béisbol conmigo. Nos conocimos en una fiesta de fin de año de la Universidad”.
LUZ: su escuela y templo
Toda una vida lleva Connell ligado a La Universidad del Zulia.
“Empecé como entrenador de voleibol en 1961 y en el 1979 entré como profesor, hasta el 2008″, manifestó.
Pasó por todas las facetas que puede atravesar un verdadero universitario: fue atleta, entrenador, docente y, del 2000 al 2004, fue Director de Deportes de la casa de estudios.
Sus ídolos
Lino Connell no dejó de mencionar a quienes han sido modelos en su vida profesional como atleta.
“Luis Aparicio, por disciplina, además de que me une una bella amistad con su familia. La “Chicha” María Aparicio, su esposa, los hijos… ¡Hasta al viejo lo conocí!”, exclama.
Y el otro, por supuesto, tenía que ser Oswaldo “Papelón” Borges, gloria del voleibol venezolano como él.
“Nos iniciamos juntos en la selección y casi que nos retiramos juntos”, apunta.
El Lino de hoy
Habiendo superado tantas cosas en la vida gracias al deporte, es lógico pensar que Lino Antonio Connell Molero siga ligado a la actividad física.
“Estoy en Imdeprec como asesor de la presidencia. Como fui director de acá, ayudo a Gilberto (Negrette, presidente de Imdeprec)”.
Además de asistir a la sede de Imdeprec, en el Alejandro Borges que le vio dar tantos batazos en su época como beisbolista, dicta cínicas de voleibol a diversos sectores o parroquias y da cuatro horas de clases semanales en la Universidad.
Además…
“Sigo jugando mi softbol. Los sábados estoy en un campeonato en Canchancha, y los domingos en Apuz (Asociación de Profesores de la Universidad del Zulia), en un torneo interno de profesores. Asisto a los campeonatos nacionales de profesores y con las Glorias he ido ya a dos nacionales. Este año vamos a Maracay”.
¡No se cansa!
Con las Glorias es catcher, y en Apuz juega primera.
“¡Todavía pego mis tubey! Allá en Canchancha en estos días pegué dos dobles y “queché” los siete innings. Muchos tienen 57 años y no llegan la pelota del short a primera”, dice y ríe casi a carcajadas.
El año pasado fue al campeonato master en Estados Unidos de Voleibol.
Su familia, su reflejo
En total Lino Connell tuvo ocho hijos: tres murieron en la tragedia de Viasa (Lino, Larry y Leslie) y cinco aún viven: Lissette (la pequeña de meses que se salvó en el accidente) y los cuatro que tuvo con Francis: Lino, Larry, Francis Carolina y Liselí.
Lino (quien fuera también un reconocido pelotero que jugó, entre otros equipos, con las Águilas del Zulia) y Larry “jugaron hasta metras”, y de las hembras, Francis Carolina es pitcher estelar en kickingbol.
Francis tiene tres niñitas; Liselí dos (hembra y varón) y Lino dos (hembra y varón): en total son siete nietos los que tiene Lino Antonio.
“El hijo de Lino tiene 17 años y es una gran promesa en el baloncesto. En Estados Unidos los coaches le dicen que tiene todas las condiciones”.
Al parecer la tercera generación también será deportista…
Liselí es comunicadora social, Francis es abogada, y Larry es profesor de educación física. Lissette es bioanalista.
La guía y el apoyo: su faceta como profesor
“Mi experiencia como profesor ha sido maravillosa. Me consigo ex alumnos de 50 y pico de años, que me saludan con mucho cariño. Fui tres veces padrino de promoción, lo que quiere decir que me aprecian. Los consejos que uno les da les quedarán para toda la vida”.
No solo Connell dejó su huella en el deporte venezolano, sino también lo hizo como educador con las próximas generaciones. Y aún lo hace.
“Dar clases a dos o tres generaciones no tiene precio, eso a uno lo llena. Siento que le di y le estoy dando aún al deporte”, dice y con mucha razón.
Hasta en primaria dio cátedra, en el liceo Los Robles. Ha pasado por todas las fases de la educación. “Uno enseña para que ellos (los alumnos) sepan enseñar más adelante”, confiesa sobre cuál es su mayor satisfacción como profesor.
El mensaje de Connel a la juventud: “Estudien, con mucho sacrificio. Y más ahora. No vayan a la universidad por ir, saquen buenas notas. A la hora de un trabajo ven esos detalles”.
“El hecho que tengas condiciones no quiere decir que vayas a dejar de estudiar. Las condiciones se acaban, toda la vida no las vas a tener. Un título, el conocimiento, eso dura toda la vida. Tienes un papel allí para hacer otras cosas”, fue la petición de Connell a los jóvenes atletas de hoy en día.
Voleibol venezolano: falta mucho trabajo por hacer
En el voleibol, según explica Connell, no hubo por mucho tiempo un seguimiento de los atletas y las jóvenes promesas como debe ser en el más alto nivel.
Eso mermó las posibilidades de la selección venezolana de trascender en el pasado reciente. “Como la mayoría está jugando afuera (del país), cuando los llaman a concentrarse para entrenarse como equipo, el tiempo no es suficiente”, explica.
“Pero los he visto entrenar recientemente y hay muchos muchachos con tremendas condiciones”, opina a la vez.
La liga nacional está trabajando en la actualidad con muchos prospectos. Comenta Connell: “A pesar de que tiene pocos años, aún no han traído importados. Solo criollos juegan”.
Por eso y muchas cosas más, hay esperanza de que surjan cada vez más jóvenes en Venezuela con nivel para dedicarse al voleibol.
“Están llegando muchachos de altura. El promedio de estatura del equipo infantil (17 años) es de 1.91 metros”, informó.
“Este equipo que clasificó al Mundial (en Polonia, en el mes de septiembre) se ve bien. No para ganar, pero si para hacer una buena actuación”, pronosticó.
El secreto está en el entrenamiento
Con la selección de la universidad, Lino Connell ganó hasta cinco campeonatos seguidos como entrenador.
Sabe de lo que habla.
Connell es partidario del trabajo y las repeticiones para mejorar el nivel. “Entrenar una o dos veces a la semana no ayuda a nadie. Se debe practicar todos los días y no solo cuando haya competencias importantes en el calendario”, recomienda.
Para ser un jugador de élite se debe preparar por lo menos seis horas diarias.
“Los entrenadores deben abocarse a la preparación física, que es importante. Acá (en el Zulia) se trabajan dos horas, y eso no es suficiente. Japón entrena ocho horas diarias, solo por poner un ejemplo. Cuando yo era jugador hacíamos preparación física en la mañana, técnica en el mediodía, y en la noche, táctica. Eran casi nueve horas diarias”, recordó.
La sensación de Connell es que la asociación del estado debería también abocarse a buscar los prospectos.
“Anteriormente hacíamos campeonatos interliceístas de voleibol con 60 equipos, ahora eso no se ve”, expresó.
Amor verdadero por el deporte
“El atleta de ahora debe tener más mística y amor al deporte, a hacer las cosas bien”.
Si bien es odioso caer en comparaciones y más aún cuando son épocas diferentes, Connell tiene un punto: “Me he mantenido porque me he cuidado. No es que no beba una o dos cervezas, pero no es caer en excesos. Hoy hay mucho atleta ‘mala conducta’, que tienen 35 años y no juegan porque perdieron las condiciones”.
Si se quiere ser atleta profesional, hay que tener en cuenta que el “paquete” viene con sacrificios. Y si la intención es estar en la élite, no se debe abusar de la bebida ni trasnocharse.
Y entonces, ¿Qué le gustaría ver a Lino Connell en esta etapa de su vida?
“Mi deseo es que todo el que quiera hacer deporte lo haga con amor y dedicación. Antes perdíamos un juego y llorábamos, hasta teñíamos los uniformes para poder jugar. Ahora hay que compensarlos con millones porque si no…”.
No parece mucho pedir.
Honores y reconocimientos
• Integrante de la Selección Venezolana de Voleibol por 14 años (1958/1972).
• Integrante de la selección de Venezuela en el campeonato mundial de Brasil, 1960.
• Integrante de la selección de Venezuela en el campeonato mundial de Bulgaria, 1970.
• Integrante de la selección de Venezuela en los juegos Panamericanos de Estados Unidos, 1959.
• Integrante de la selección de Venezuela en los juegos Panamericanos de Brasil, 1963.
• Integrante de la selección de Venezuela en los juegos Panamericanos de Canadá, 1967.
• Integrante de la selección de Venezuela en los juegos Panamericanos de Colombia, 1971.
• Integrante de la selección de Venezuela en los Juegos Centroamericanos y del Caribe en Venezuela, 1959.
• Integrante de la selección de Venezuela en los Juegos Centroamericanos y del Caribe en Jamaica, 1962.
• Integrante de la selección de Venezuela en los Juegos Centroamericanos y del Caribe en Puerto Rico, 1966
• Integrante de la selección de Venezuela en los Juegos Centroamericanos y del Caribe en Panamá, 1970.
• Integrante de la selección de Venezuela en los juegos Bolivarianos de Maracaibo, 1970.
• Integrante de la selección de Venezuela en los Juegos Bolivarianos de Ecuador, 1965.
• Integrante de la selección de Venezuela en los juegos Suramericanos de Brasil, 1958.
• Integrante de la selección de Venezuela en los juegos Suramericanos de Chile, 1962
• Integrante de la selección de Venezuela en los juegos Suramericanos de Argentina, 1964.
• Integrante de la selección zuliana de voleibol por 19 años.
• Integrante de la selección zuliana de baloncesto por 14 años.
• Integrante del primer equipo zuliano de béisbol doble “AA” en obtener un título nacional para el Zulia, Maracay, 1966.
• Integrante de la selección zuliana en los Juegos Nacionales de Adultos, Caracas y Barcelona.
• Recibió de la Universidad del Zulia (LUZ) la designación de “Doctor Honoris Causa”.
• Ex Director de Deportes del Estado Zulia, 1998/2000 del Instituto Municipal del Deporte y la Recreación del Municipio Maracaibo, 2007 y de la Universidad del Zulia, 2000/2004.
• Integrante del Salón de la Fama del Deporte Venezolano, 2002.