(30 de abril del 2021. El Venezolano).- Lo primero que se nota en el escritor e historiador y analista de Inteligencia Nacional, José Eduardo Guzmán Pérez (Úrica, 1945) es una vehemencia al hablar. Militar de carrera, con incontables maestrías y doctorados, fue el Jefe de Campaña de Chávez en el estado Anzoátegui (2000) hasta que notó la cepa autoritaria del naciente tirano y rompió filas. No habla bien del padre de la democracia venezolana, Rómulo Betancourt, de quien ha leído casi todo, o todo, hasta los documentos que dejó en Costa Rica cuando estuvo asilado, tildado de comunista.
Texto: Ramón Navarro
Eduardo es de una energía contagiante, que no disimula cuando le tocan temas sensibles. Es un torbellino. En sus conferencias, charlas, todo lo que implique un mínimo de atención hacia lo que dice, se empeña en que comprendas los pormenores, las causas y efectos, y, que no te invadan las dudas. Sus visiones no colorean la realidad, sino que la rotulan, y es tanta el énfasis, que podría pasar por un incomprendido.
Esa percepción se hace más notable cuando le invitan a hablar sobre el estado al que ha llegado su país, el proceso de Independencia, Bolívar, Páez, Santander, el poder político, las hegemonías, la naciente geopolítica internacional, el hambre, la pobreza, y otros apartados que lo convierten en un impenitente orador, sin frenos, abrumado de cifras, datos históricos, frases, imágenes, que de tanto citar libros y documentos, uno pensaría que está en frente a una figura quijotesca que ha librado sus propias batallas internas y que ahora, sí, toca el recorrido épico.
Pero, lucha a brazo partido, con sus formas, su estilo, su manera de enfrentar un contexto hostil, del pasado, del presente, y probablemente, del futuro, y buena parte de esa malformación y teorías conspirativas, la deja entrever en su densa obra de 14 tomos, en la que no ha cejado ni un milímetro, aun cuando el régimen de Nicolás Maduro, lo conminó al exilio, lo amenazó, por vilipendiar a las Fuerzas Armadas.
Su historia integra otro capítulo de ese interminable códice donde orbitan muchos venezolanos que retaron a la dictadura, echando mano de la libertad de conciencia, e intuyeron su potencial fuerza, no autoridad, y se vieron obligados a alejarse del país.
“Me amenazaron, y si no lo hacía (salir de Venezuela) me iban a liquidar. Soy un hombre combativo. Me quedó irme, y por recomendación de amigos dentro del régimen. Estuve detenido en Maturín, y cuando me soltaron, me fui Bogotá, como analista de inteligencia de la Fuerza Armada de Colombia”.
“A usted le robaron las elecciones”
Relata que, en enero de 2020, estuvo dos semanas arrestado en la capital del estado Monagas, en la denominada zona de defensa integral de la Guardia Nacional. En Oasis TV, donde estuvo por 26 años, expuso con pruebas, la descomposición del mundo castrense, es decir, la Fuerza Armada Nacional Bolivariana. Desde hacía rato sabía que incomodaba al sistema.
Tuvo aspiraciones de ser gobernador de Anzoátegui, pero, antes de las elecciones regionales del 2000, se le acercó Hugo Chávez, quien le lanzó esta granada: “Yo no lo apoyo porque tengo un compromiso con Luis Miquilena, y es apoyar a David de Lima”. Eduardo quedó desconcertado, pero firme. Chávez viró radicalmente a la izquierda, y Eduardo a la derecha. Se separaron, como era de esperarse.
Al rato el historiador se alió al Proyecto Venezuela, partido demócrata-cristiano que fundó en el año 1998, Henrique Salas Römer. Hizo una campaña astuta, sin hacer pulso con su rival oficialista. Se concentró en las clases de menos recursos, pero sin desatender a los empresarios.
En esa época, y en toda la administración chavista-madurista, los militares dispusieron de información privilegiada. Eduardo reitera con entusiasmo: “Esas elecciones las gané yo, pero me las robaron”. El recién fallecido por Covid, el General de Brigada Julio Rafael Lara Guzmán, era el Comandante Regional, en ese momento, y fue la persona quien le ratificó al historiador, el arrebato que más tarde se convertiría en un infalible método de latrocinio electoral durante el chavismo-madurismo: “A usted doctor, le robaron las elecciones”.
Está convencido que esa Venezuela “dominada y controlada por las transnacionales del crimen, donde hay entre 25 y 30 organizaciones que operan con el respaldo de Maduro, con los cubanos e iraníes, entre otros”, no saldrá por la vía electoral. Experto en contrainteligencia, que mira más allá de los pactos y acuerdos, con fuentes vivas en lugares inimaginables, reitera que a corto plazo “no se puede hacer ningún tipo de elecciones. Tiene que venir un gobierno de transición, con presencia de la ONU. Venezuela vive un holocausto. Esto no se puede manejar desde el plano político, y con dirigentes que no tienen un enlace emocional con el pueblo”.
No hace mucho el término holocausto, que es utilizado para designar el genocidio que dirigió Hitler contra los judíos, en la Europa de la II Guerra Mundial, lo martilló con insistencia Antonio Ledezma, ex alcalde Metropolitano de Caracas, para referirse a que “Maduro es responsable del holocausto de la salud que se produce en Venezuela”, cuando presentó en España, el último libro de Walter Márquez, Crimen de exterminio: El holocausto de la salud en Venezuela.
Eduardo comenta que cuando hubo una posibilidad de salir de Maduro, porque “eso estaba planteado en el Departamento de Estado, con Trump”, los voceros de la oposición, que él llama “entelequias de la política venezolana”, como Henry Ramos Allup y Julio Borges, “decían que no aceptaban intervención en Venezuela porque de Maduro vamos a salir por la vía electoral. Entonces, Trump llegó a decir ‘bueno, que arreglen ellos su peo’. De esto nadie habla, pero fue así”.
La frase de la ignominia
Un estudio sobre pobreza y desnutrición infantil, que dirigió en plena pandemia, su esposa Sandra Ramírez de Guzmán, socióloga egresada de la UCV, reveló que hay una asombrosa “desnutrición en 49% de la población infantil, en menores de 15 años”. El también sociólogo no deja de apuntar a los estragos mortales que ha causado el chavismo con la aquiescencia de La Habana, de Irán, y otros estados, que solo buscan “crear una sociedad famélica, una sociedad chatarra. Que obedezca. Cuando Chávez llegó al poder, aquel joven que tenía 10 años, y que ahora tiene 30, no ha visto otra cosa sino represión, cárcel, hambre, dolor y tortura”.
¿Qué no hizo Chávez para desnaturalizar a la institución militar y hacer un traje a su medida, y dejar el molde para futuras generaciones? Eduardo estuvo en las entrañas del leviatán castrense, y conoce la descompuesta estructura. Para dividir, otorgó poder. “Con asesoría de Cuba y de los españoles de izquierda, comenzó a elevar a posiciones de poder a los últimos oficiales del puesto de mérito. Es decir, ascendía a los últimos”.
Hay un episodio que este experto en seguridad y defensa destaca con irritación, “porque me duele que esté preso”. Para él el ex Comandante General del Ejército venezolano y ex ministro de la Defensa, el hombre que dirigió el retorno de Chávez a Miraflores en el 2002, Raúl Isaías Baduel, es el responsable “de que el ejército venezolano esté como esté. Está en la cárcel porque la historia lo tiene preso. Él estableció aquella ignominia que todos rechazamos, lo de decir, patria, socialismo o muerte. Y eso lo está pagando”.
Otro aspecto que llama la atención en el discurso de Eduardo Guzmán es uno de los rasgos que han prevalecido en épocas de coronavirus; la mentira, y la consecuente manipulación. La verdad es la primera víctima. Y el consumidor de información, tiende a no contrastar. Según cifra oficiales Venezuela exhibía hasta el viernes 23 de abril, 2.009 decesos.
El escritor expresa algo delicado. ¿Hasta dónde es veraz lo que comunica? ¿Estados Unidos y luego, Venezuela, en el ranking de fallecidos por coronavirus? ¿Nunca sabremos realmente las cifras? “La verdad es que por el Covid en Venezuela han muerto cerca de 400 mil personas, y eso no lo dicen. Solo en el estado Anzoátegui han fallecido aproximadamente 5 mil personas, hasta el Obispo y 29 médicos”.
El analista militar y político, quien se pasea por teorías implacables, debatibles, como esa de que Betancourt es el responsable de la muerte de Ruiz Pineda, o que Renny Ottolina fue víctima de Carlos Andrés Pérez, así como que Venezuela es el patio de maniobra de inestabilidad política de 600 millones de persona, de los cuales, 220 millones están en condiciones de pobreza, según la ONU, “y en la pobreza cultiva la izquierda”, ha construido sobre la base de su mordaz escritura la Fundación Biblioteca Histórica Guzmán Pérez”, con sede en Miami.
“En Venezuela hay buenos historiadores, algunos de los cuales escriben con un poco de temor. Yo no represento a nadie, tengo libertad de pensamiento. Escribo para que las nuevas generaciones, que no están comprometidas con los horrores del pasado y las complicidades del presente, sepan realmente qué pasó en Venezuela”.
Su legado va dejando una huella, que sigue allí, para quien se interese en cruzar parte de ese fangoso charco de la historia venezolana. Libros como Isaías Medina, democracia y negación; La tragedia política de Venezuela en tres tiempos; La diablocracia venezolana, entro otros, configuran una línea de trabajo, que el propio autor se ha encargado de promover a contracorriente del orden dominante.
En su último libro Lo que yo vi el 03 de noviembre de 2020, Estado Profundo y Globalismo, no deja de hurgar en las ramificaciones que mueven el poder de los poderes, el capital invisible de los conspiradores clásicos: “Es un ensayo histórico que se convierte en un alerta temprano para el mundo occidental y sus líderes sobre lo que está planteado en términos macabros dentro de la tesis del Globalismo, y como se llegó a fundamentarse ese Estado Profundo, así como develar cuál es el tipo de lucha llamémosla política o ideológica que está planteada actualmente en la humanidad”.