(30 de junio del 202. El Venezolano).- Durante la tercera república, que nace el 29/10/1818 en Angostura (hoy, Ciudad Bolívar), con dos provincias: Margarita y Guayana, surge un hecho de entidad histórica: la edición de Correo del Orinoco, pues la lucha de Bolívar tenía brazos y alma. Pero, faltaban conceptos para el logro de toda su talla histórica. Y, es así, como el 27/6/1818 aparece el primer número de su edición, de solo unas dos hojas en una grafía algo confusa, salida de una rotativa precaria a cargo de Andrés Roderick, frente a la cuenca exorreica orinoquense, única y difícil; dice el pequeño papel: “Somos libres, escribimos en un país libre”. Allí figuran los nombres más cultos de la emancipación: Roscio quien domina la historia y el derecho político, Zea quien está al día de toda idea novedosa, el humanista José Luis Ramos, el nestoriano Fernando Peñalver y Manuel Palacio Fajardo, joven y docto, que ha recorrido el escenario amplio del mundo civilizado, apasionado por aquella empresa de creación y de cultura política.
Escrito por Isaías A. Márquez Díaz
Saben que están perdidos en la vastedad geográfica “en el centro de las inmensas soledades del Orinoco”, tal y como ellos mismos se expresan. Pero, hablan como si se hallasen al umbral de un hito histórico, pendiente de sus palabras la atención del mundo civilizado. Escriben desde una vieja ciudad olvidada, sin recursos, “desde un país, según expresan, adonde no se han visto más libros de los que traían los españoles” para una población rala, dispersa, exánime por la guerra y por lo desconocido. Publican noticias de la política europea; difunden doctrinas de filosofía política, hacen polémica no solo con la Gaceta de Caracas sino con todas las ideas y errores de los carcas del viejo mundo, insertan los boletines del ejército libertador y los decretos del gobierno; reproducen las publicaciones de Buenos Aires y de Londres. Asimismo, los documentos oficiales y los alegatos del jefe del ejército realista. El Correo del Orinoco es aserción y afirmación altiva de aquel grupo de hombres que conforman un intelecto y un poder moral indisputable frente al poderío colonial que tan solo disponía de armas para subsistir.
No son insurgentes, tal y como pretenden llamarles, ofensivamente, sino una pléyade con teoría y norte que ostenta títulos propios en tiempo y espacio para exigir que su América debía aparecer por cuenta propia y sin críticas en la historia.
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