(19 de julio del 2021. El Venezolano).- Para los políticos de la generación de la Independencia, La República, 1928, 1936, 1945 y 1958, leer y escribir era una competencia intelectual. Después, las luchas políticas interpartidistas, el pragmatismo y la corrupción, impondrían el estilo -como vamos viendo vamos siendo- Es ese sentido, lo interesante de las interrogantes de Antonio Ledezma Díaz, en su reciente libro ¿De dónde venimos y hacia dónde vamos?, invitan a su lectura “sin prisa y sin pausa”, porque se trata de ubicar al lector, en lo que llamó Braduel “el tiempo corto, medio y largo”… para vencer acontecimientos, coyunturas y realidades económicas… que pesan, desde el nacimiento de la República, impuestas o reinventadas a cambio de cada gobierno, y allí el detalle, responsabilidad de cierta dirigencia en el tiempo y los males que nos han afligido con las excepciones de quienes han tenido, precisamente “Razón de Estado”.
Por conocer a Ledezma Díaz, podemos dar fe de una vocación política bien cultivada, en cuanto, a su formación intelectual, sensibilidad social y pleno conocimiento de la realidad nacional en sus recorridos por el país, desde su etapa juvenil en Acción Democrática agregando a ello, la experiencia política y administrativa como diputado y senador al antiguo Congreso de la República, Gobernador del Distrito Federal, Alcalde del municipio Libertador y de la zona Metropolitana de Caracas, posiciones por lo demás exigentes, que requieren de equipos de trabajo y desprendimiento del ocio, que le ubica en esa fauna política que se imaginara Aristóteles, acompañado de una coraza de prudencia, honestidad y valentía, administradas a conciencia, que los sextos sentiditos de la opinión pública y sus naturales adversarios le estarían merodeando.
De esas características personales de Antonio Ledezma Díaz, escribiría el historiador Manuel Caballero, una vez que se declarara en huelga de hambre, en defensa del salario de los trabajadores de aquella alcaldía, que el gobierno de Hugo Chávez, se negaba a enviar, el correspondiente y constitucional recurso, saliéndoles “el tiro por la culata”. Ledezma Díaz, escogería la embajada de la OEA en Caracas, a riesgo de su vida y de allí saldría triunfante, antes que “cantara el gallo” sin negociación alguna, lo que para Caballero fue propio de una “moral doble” no lo contrario, al lograr sus objetivos, concluyendo que “Merece entonces aplausos por su coraje al lanzar su huelga de hambre, y por haber sabido terminarla en el momento justo. Un solo gesto así moraliza la oposición y si es doble, tanto más” (El Universal, julio 19 de 2009)
Ahora, Antonio Ledezma Díaz desde el exilio, que no dorado, al régimen le faltó haberle matado, propuso escribir su visión de nuestro pasado, no con la metodología positivista de mediados del siglo XIX, ni con pretensiones de historiador, sino desprejuiciado de juicios preconcebidos, para responderse ¿De dónde venimos y hacia dónde vamos? como su “Razón de Estado, con propuestas viables, en el marco de un “Acuerdo Nacional” a ser sometido a debate, con otras tantas, que distinguidas personalidades han elaborado pensando en el país, sin acceso a la politiquería, con los mercaderes del voto o inversionistas de la política de turno. Lo cierto es que, sin complejos mezquinos, después de “Venezuela, Política y Petróleo” de Rómulo Betancourt (1956), ese libro de Antonio Ledezma Diaz, transita con el mismo estilo, analizando el pasado y presentando alternativas inmediatas y a futuro, entrando por la puerta grande, de los pocos políticos, que escriben.
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