(31 de mayo del 2022. El Venezolano).- Del río de imágenes procedentes de Uvalde —que en lapso de una semana dejó de ser un desconocido pueblo texano para convertirse en otro nombre asociado a tiroteos sangrientos— algunas explican mejor que cualquier análisis por qué la matanza de 19 niños y dos profesoras tampoco va a servir para que algo vaya a cambiar en Estados Unidos y su adicción a las armas.
Por Fran Ruíz
Para entender la primera imagen de este fenómeno delirante estadounidense que asombra al mundo, la del gobernador de Texas, Greg Abbott, cabizbajo y compungido, más que consolando, siendo él consolado por una joven, habría que trasladarse a otra imagen pero de hace ocho años, tomada durante la campaña para las elecciones a gobernador de Texas, celebradas en noviembre de 2014.
El entonces fiscal general de Texas ganó a su rivales en primarias y ganó las simpatías de mucho votantes conservadores, cuando, a la decisión del gobernador de Nueva York, Andrew Cuomo, de endurecer la venta de armas en su estado, el republicano respondió con un anuncio en el que animaba a los “amantes de las armas” a que se muden a Texas, donde, “gracias a sus impuestos bajos podrán usar parte de ese dinero extra para comprar más municiones”.
En paralelo, Abbott inundó sus redes sociales con otro anuncio que decía: “Dos cosas que cada estadounidense debería saber usar… —y aparecen dibujados una pistola automática y una Biblia— y que las escuelas no enseñan”.
Semejante argumento teocrático-belicista habría espantado a la mayoría en estados progresistas de EU, pero estamos hablando de Texas. De hecho, el nivel de paroxismo fundamentalista llegó al final de campaña con las famosas tres ges: God guns Greg. Un juego de palabra para decir que Dios es directamente quien carga las pistolas del candidato republicano.
Greg Abbott ganó por 14 puntos de diferencia a su rival demócrata y en estos ocho años ha firmado todas las leyes posibles para convertir a Texas en el santuario de las armas. Una de ellas, por ejemplo, que cualquiera pueda pasearse en público mostrando su pistola o fusil, sin que la policía tenga que pedirle certificado de uso y de compra.
Ni siquiera la matanza de hispanos en El Paso, en 2019, hizo que diera marcha atrás, sino todo lo contrario. Sin embargo, cuando los muertos son 19 niños y sus dos maestras en una escuela de su estado, a manos de un adolescente que compró las armas sin ningún problema en su estado, la cosa cambia y su mente devota debe estar atormentada: ¿Dios también cargó las armas del asesino de Uvalde? ¿Será la familia de Salvador Ramos una de las que se animaron a mudarse a Texas?
Y aquí es donde llega el primer acto de esta absurda tragedia.
Acto primero: Cuando la víctima consuela al verdugo
Por la cercanía en la foto, la joven debe haber perdido un familiar cercano, pero es ella la que parece que está dedicando palabras de consuelo al gobernador, al que se le ve muy afectado por la tragedia, aunque desde luego de su boca no ha dicho “basta ya: dedicaré lo poco que me queda de mandato para revertir esta anomalía a la que yo contribuí”.
No lo va a hacer por dos motivos:
El primero, por lo absurdo de la propia foto. ¿Qué hace la chica, que podría ser la madre o la hermana de uno de los niños asesinados, consolando al que animó a todos los amantes de las armas a que se mudaran a Texas? ¿Por qué no le grita “asesino” en su cara o le acusó de haber ayudado a que sucediera esta tragedia?
El segundo motivo es la respuesta del primero: porque la joven probablemente defendió siempre el derecho a las armas y por eso, como la mayoría de los hispanos de Uvalde, votó de alcalde al republicano Don Maclaughlin, el mismo que le gritó “hijo de perra” al excongresista demócrata Beto O´Rourke, cuando, durante una rueda de prensa, estalló la tensión y le gritó a Abbott, su futuro rival en las elecciones a gobernador de noviembre, que él era parte de la tragedia.
En definitiva, el gobernador texano puede que no duerma bien estos días, pero se le pasará porque vienen elecciones en noviembre (puede concurrir a un tercer mandato en su estado) y no puede mostrarse débil ante las bases conservadoras, que él mismo ayudó a radicalizar.
Acto segundo: Cuando el ofendido es Cruz
El senador texano, Ted Cruz, está cortado por el mismo patrón ultraconservador que Abbott, pero el político de origen cubano presenta un nivel de descaro escandaloso.
En la primera foto de Cruz, el senador republicano aparece en la misma ceremonia donde acudió el gobernador, abrazado al sheriff de Uvalde, que llora de impotencia, no se sabe bien si porque lleva tiempo apoyando la idea de que los profesores vayan armados y abran fuego en caso de peligro, o por el fiasco de la operación de rescate de niños (o más bien de no rescate, luego de que durante casi una eterna hora no hubo órdenes de entrar a abatir al terrorista, lo que le dio tiempo a provocar una carnicería en un único salón).
En la segunda, Cruz aparece sonriente como una de las estrellas invitadas a la convención anual de la Asociación Nacional del Rifle (NRA, en inglés). “No debemos reaccionar ante el mal y la tragedia abandonando la Constitución o infringiendo los derechos de nuestros ciudadanos que cumplen con la ley”, afirmó el viernes en el evento. Entre ambas fotos no han pasado ni cuatro días.
En otras palabras, Cruz sigue y seguirá anteponiendo el derecho a portar armas al derecho a que los ciudadanos estén protegidos por leyes que impidan, por ejemplo, que alguien compre un AR-15, aunque sepa que este fusil semiautomático, relativamente barato, pero muy potente y de fácil uso, es el responsable de las mayores matanzas a tiros que han habido en EU en las últimas décadas… y probablemente seguirá siendo noticia en el futuro.
De hecho, el único momento en el que se vio a Cruz realmente indignado en esta semana trágica fue cuando un periodista británico le preguntó si la “excepcionalidad estadounidense” consistía en que es el país con más muertos por tiroteos del mundo, a lo que respondió orgulloso que EU era el país de la libertad.
Tercer acto: Trump, feliz y bailarín
El clímax de esta tragedia en tres actos lo protagonizó, como era de temer, el expresidente Donald Trump, cuya falta de empatía hacia las víctimas de los tiroteos —ni siquiera se aprendió sus nombres y los pronunció mal— y sus promesas de que cuando regrese a la Casa Blanca impulsará si cabe aún más el rearme de la sociedad, roza la provocación criminal.
Con un auditorio lleno de entusiastas seguidores en el evento de Houston, a menos de trescientos kilómetros de donde unos desconsolados padres se preparan para enterrar a sus hijos, Trump se dedicó a bailar sobre sus tumbas, mientras el público le aplaudía.
Mientras los familiares de los niños asesinados en Uvalde hacen los preparativos para los entierros, a lo largo de esta semana, el resto de niños de EU comenzaron este lunes a disfrutar de su primer día de vacaciones de verano… aunque es probable que alguno de ellos, tarde o temprano también sea tiroteado.
Y llegados a este impasse: ¿Alguien piensa que algo va a cambiar en Estados Unidos con semejantes políticos y votantes?