(14 de diciembre del 2021. El Venezolano).- Un horrible ataque con drones estadounidenses que mató a un grupo de civiles, incluidos siete niños, y no acertó a un solo combatiente enemigo, no resultará en ninguna forma de castigo para el personal involucrado, según The New York Times.
El periódico informó el lunes, citando a un alto funcionario del Pentágono, que el Secretario de Defensa Lloyd Austin había optado por aceptar las recomendaciones del general Kenneth McKenzie, jefe del Comando Central de EE.UU., y el general Richard Clarke, del Comando de Operaciones Especiales. Los dos comandantes aparentemente no encontraron ninguna razón para disciplinar a los involucrados.
Sus hallazgos se producen después de que la fallida operación se presentara inicialmente ante los medios como un exitoso golpe contra los militantes alineados con Isis-K, un grupo vinculado con el Estado Islámico que se opone al nuevo liderazgo talibán de Afganistán, el cual llevó a cabo un ataque exitoso contra personal estadounidense que apoyaba con las evacuaciones días antes.
Lo que en un principio se describió como la destrucción de un camión con explosivos resultó ser el bombardeo de un edificio residencial, pues luego se consideró que el camión solo llevaba botellas de agua u otros contenedores. Una segunda explosión ocurrió cuando un tanque de propano cercano u otra fuente de combustible fue alcanzada por la primera explosión.
En total, las dos explosiones provocaron la muerte de 10 ciudadanos afganos, incluidos siete niños.
El portavoz del Pentágono, John Kirby, aseguró a los periodistas el lunes que el golpe, aunque trágico, fue “un fallo en el proceso y ejecución de eventos procesales, no el resultado de negligencia, no el resultado de una mala conducta, no el resultado de un liderazgo deficiente”.
El personal estadounidense rara vez rinde cuentas cuando los ataques con drones u otros usos de la fuerza provocan la muerte involuntaria de civiles. Los militares a menudo aceptan la responsabilidad, pero los castigos tangibles son pocos y poco frecuentes.
En este caso particular, el primer informe público que indicaba que el ejército estadounidense se había equivocado y había afectado a civiles en lugar de militantes de Isis-k, provino de The New York Times. Una semana después, el Pentágono se referiría al incidente como un “trágico error”.
“Ofrezco mi más sentido pésame a la familia y los amigos de aquellos que fueron asesinados”, dijo el general McKenzie en septiembre en una conferencia de prensa.
Uno de los muertos en el ataque fue Zemari Ahmadi, un empleado de una organización humanitaria con sede en Estados Unidos desplegado en Kabul. El grupo humanitario, Nutrition & Education International, expresó su furia por la noticia en un comunicado enviado al Times.
“¿Cómo pueden nuestras fuerzas armadas tomar erróneamente la vida de 10 valiosos afganos y no responsabilizar a nadie de ninguna manera?”, cuestionó Steven Kwon, fundador del grupo.
Otras partes de la retirada también fueron muy analizadas por los medios de comunicación, especialmente aquellas escenas que mostraban el caos en la pista del aeropuerto de Kabul, cuando decenas de civiles afganos desesperados corrieron por la pista de aterrizaje, sobrepasando a las fuerzas estadounidenses e intentando aferrarse a los aviones que partían, lo que provocó varias muertes.