(12 de noviembre del 2020. El Venezolano).- La historia de la humanidad es del intercambio comercial entre las diversas regiones, culturas y civilizaciones que conforman el mundo tal y como lo tenemos. El intercambio es casi tan antiguo como el hombre mismo, y el negocio entre oferentes y demandantes ha sido la forma tradicional para establecer los precios de oferta y demanda. Durante la Colonia Venezuela efectuaba su comercio exterior mediante la exportación de café y cacao, principales rubros de producción durante esa época.
Pero, en todos estos intercambios, la confianza en el medio de pago como se hacían las operaciones era clave. Cuando se inició la explotación petrolera en Venezuela, durante 1914 (Zumaque-1 o MG-1), llegaron al país las transnacionales estadounidenses y europeas; adoptaron al USD, por su firmeza y respaldo como moneda de custodia en lugar del oro. Vista la importancia de las divisas, en 1/1964 el Gobierno Nacional derogó la intimación cambiara impuesta desde 1961 y fijó la divisa petrolera en unos Bs 4,40/USD.
Hoy por hoy, nos limita un control cambiario irracional, aún, que junto al déficit fiscal, se traduce en escasez de divisas, mantiendo al sector privado inerme para generar bienes, con inventarios ralos, cuya crisis se evidencia en estanflación y dolarización “de facto”.
Sabemos que toda moneda fluctúa por su oferta y su demanda; y es lo que llamamos, comúnmente, tipo de cambio. A mayor variación entre monedas, mayor será, también, la incertitud asociada a sus tasas de cambio, que podría ser fatal a las firmas al efectuar comercio internacional.
Cuanto más incierto sea el tipo de cambio de la moneda; es decir, cuan mayor sea el vaivén entre dos monedas, alza/baja, mayor será la duda asociada a cualquier intercambio y las empresas exportadoras podrían, por tanto, perder mucho dinero. Por lo que algunas negocian, solo, con firmas de países cuyo tipo de cambio ofrezca una estabilidad regular, a objeto de cifrar tal incertitud.
Usualmente, los comerciantes salen en búsqueda de fórmulas para mermar este problema, mediante el empleo de una moneda estable que no modifique, tan bruscamente, los precios convenidos. Mucha mercancía se paga, de hecho, en USD y, en efecto, las empresas acopian sumas considerables del mismo.
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