(28 de septiembre del 2020. El Venezolano).- Una embarcación que transportaba unos 100.000 barriles de combustible que una compañía naviera sospechaba iba destinada a Venezuela llegó a un puerto estadounidense el lunes, según mostraron datos de Refinitiv Eikon, luego de que un tribunal estadounidense aprobó una venta privada de la carga.
En una demanda presentada en mayo, Brujo Finance Company, con sede en las Islas Marshall, dijo que temía que Sea Energy Company, el fletador de su petrolero Alkimos, planeara enviar el barco cargado de gasolina a Venezuela, que está sujeta a estrictas sanciones de Estados Unidos, y no a Aruba o Curazao como dijo inicialmente Sea Energy.
Washington sancionó a la petrolera estatal Petróleos de Venezuela como parte de su intento por sacar del poder al presidente Nicolás Maduro y advirtió a otras empresas que no hagan negocios con PDVSA. Tales medidas han exacerbado la escasez de gasolina en la nación sudamericana, que también sufre por la baja de su producción nacional de combustible.
La empresa que anteriormente era propietaria de la carga, ES Euroshipping, es propiedad de Wilmer Ruperti, un magnate empresarial venezolano con estrechos vínculos con el gobierno de Caracas.
A fines del mes pasado, el Tribunal de Distrito de Estados Unidos para el Distrito Sur de Texas aprobó una venta privada de la carga al comerciante Kolmar Americas, con sede en Bridgeport, Connecticut, por unos 2,75 millones de dólares. Los intentos anteriores de subastar la carga y realizar una venta privada supervisada por un tribunal habían fracasado.
Kolmar no respondió de inmediato a una solicitud de comentarios.
La embarcación comenzó a navegar hacia la Terminal Vopak, en Houston, a última hora del domingo, mostraron los datos de Refinitiv Eikon.
Por otra parte, varios cargamentos de gasolina iraní que tenían como destino Venezuela, pero que fueron incautados por Estados Unidos a través de un caso de decomiso civil, permanecían en el mar, después de luchar durante semanas para descargarlos en puertos estadounidenses.
Reuters