(20 de julio del 2020. El Venezolano).- “Hola, soy Craig, soy de Colorado. Soy republicano y he votado a los republicanos durante 42 años. Vote a Trump porque no confiaba en Hillary Clinton, fue un error”.
“Me llamo Monica Bailey, soy una cristiana evangélica provida [de Texas]. Jamás he votado a un demócrata. Voté a Trump porque no podía creer que alguien que se comportase de una forma tan boba como él en televisión lo hiciera en serio”.
“Hola, soy Jay y soy de Pensilvania. Soy un sargento retirado de las Fuerzas Aéreas y un republicano de toda la vida. Voté a Donald Trump en 2016 y no lo voy a hacer ahora. Leo mi declaración porque hay muchos motivos y quiero contarlos…”.
Decenas de testimonios de este cariz, grabados en vídeos caseros y con ese aire de grupo de apoyo emocional, cuelgan de una web bautizada como Votantes Republicanos contra Trump. Es el proyecto lanzado por un grupo de analistas y estrategas conservadores, detractores acérrimos del presidente, que están invirtiendo millones de dólares contra su reelección. Una iniciativa prima hermana, The Lincoln Project, creada el pasado diciembre por también conocidas figuras republicanas, ha puesto en marcha su propia maquinaria publicitaria por tierra, mar y aire con un objetivo para el 3 de noviembre: que salga elegido el demócrata Joe Biden.
Donald Trump ganó las elecciones de 2016 en solitario. Acabó la campaña repudiado por los popes del partido. Aquel magnate inmobiliario y showman, adicto a la astracanada, había dado el golpe de su vida en las primarias republicanas, pero las grandes figuras lo abandonaron en los mítines. Fuera del Capitolio y del partido, también algunos ideólogos e intelectuales conservadores se afiliaron a la idea del “nunca Trump” y llegaron a pedir el voto para Hillary Clinton. El candidato imposible, sin embargo, llegó a la Casa Blanca y, poco a poco, prácticamente todas las capas del Grand Old Party se fueron plegando al nuevo líder.
Otros, como la consultora Sarah Longwell, siguieron en la brecha. Encontró al aliado perfecto, el comentarista y editor Bill Kristol, uno de los referentes intelectuales del neoconservadurismo estadounidense, fundador y director durante 24 años la revista política The Weekly Standard (cerrada en 2018) que había trabajado para los Gobiernos de Reagan y de los dos Bush. Hijo de Irving Kristol -al que se considera padre del movimiento neoconservador-, fue uno de los primeros azotes contra Trump. Junto con Longwell, creó en 2018 la organización Defender Juntos la Democracia. Otros veteranos republicanos, como el asesor Mike Murphy o Tim Miller, que trabajó para Jeb Bush en 2016, se les unieron.
En cuatro años, se han convertido en un grupo organizado y con un notable presupuesto: han recaudado 13 millones de dólares, han comprometido un gasto de 10 y esperan alcanzar los 15.
“Han cambiado cosas respecto a 2016″, explica Sarah Longwell, “primero, que ahora cuestionamos a Trump por sus acciones fuera de la ley durante su presidencia y, segundo, pero más importante, que en los últimos cinco meses muchos de sus votantes están sufriendo las consecuencias personales de su gestión [por la pandemia]. Esto ya no va de asuntos que les resultaban abstractos, y a los que no prestaron demasiada atención, como la trama rusa o el escándalo de Ucrania, esto les está impactando directamente en su vida y Trump no está proporcionando el tipo de liderazgo que hace falta”.
El fenómeno recuerda a la campaña “demócratas por Nixon” de 1972, cuando el candidato George McGovern sufrió una derrota sideral contra el republicano.
Para derrotar a Trump, el grupo de Longwell han colocado anuncios en Fox News, el gran brazo mediático conservador de Estados Unidos, pero, sobre todo, se centra en la estrategia digital. Esa es, explica Longwell, la que mejor les permite identificar y dirigirse “al estrecho nicho de votantes de Trump suave”. Esos, los electores no adictos al culto trumpista, son los que peligran para el mandatario en Estados bisagra, como Michigan, Pensilvania o Wisconsin. No son necesariamente moderados, aclara la asesora, los hay centristas y también otros muy conservadores en lo económico, que rechazan el giro proteccionista de Trump, por ejemplo.
“Llevamos unos años estudiando cómo convencer a votantes republicanos de que no le voten, hemos hecho muchos focus group y hemos visto que funciona muy bien escuchar los testimonios reales de gente como ellos”, explica Longwell.
No hay fuego tan letal como el fuego amigo. The Lincoln Project nació en diciembre de 2018 también con esa idea de la mano de los estrategas republicanos Rick Wilson y John Weaver, la expresidenta del Partido en New Hampshire, Jennifer Horn; y el abogado George T. Conway, que es el esposo de Kellyanne Conway, ni más ni menos que una de las asesoras de cabecera del presidente (sí, este uno de los fenómenos más extraños de este extraño tiempo en Washington).
“Trump aún conserva la mayoría del electorado republicanos, reconocemos eso, pero ha perdido apoyo y, con nuestro sistema electoral, solo necesitamos ganar algunos votos en sitios como Wisconsin, Pensilvania o Carolina del Norte para volcar el resultado en favor de Biden”, explica Rick Wilson. Para ello, inundan las redes con vídeos que acribillan a Trump. ¿Hubieran lanzado la misma campaña con el izquierdista Bernie Sanders como candidato demócratas? Negativo, dicen tanto Longwell como Wilson. “No habría sido un candidato viable”, apunta el segundo.
Biden aventaja en casi nueve puntos al republicano (48,7% frente al 40,1%), según el promedio de sondeos nacionales de Real Clear Politics. The Lincoln Project opera como Super-Pac, grupos de apoyo político que pueden recaudar dinero de firma ilimitada sin revelar la identidad de los donantes. Solo entre abril y junio, captaron 16,8 millones de dólares, con datos del Center for Responsive Politics, aunque Wilson asegura que en total han alcanzado 19 millones y tienen aún 14 en el banco para lanzar la munición pesada en otoño. El 45% de lo captado procede de pequeños donantes, de menos de 200 dólares, aunque también han inyectado fondos grandes contribuyentes demócratas.
De momento, algunos de sus vídeos ya han sacado de quicio a Trump, que ha tachado a este grupo de “perdedores”. Uno ponía en el objetivo a Brad Parscale, jefe de campaña electoral de Trump hasta el pasado miércoles por la noche. The Wall Street Journal publicó que aquel vídeo, en el que se acusaba a Parscale de haberse enriquecido a costa de Trump, fue la gota que colmó el vaso para que el presidente le relegase a un segundo plano. El exdirector de Comunicación de la Casa Blanca, el financiero Anthony Scaramucci, también va ha lanzado un grupo anti-Trump, el Right Side PAC.
Algunas campañas también van dirigidas a senadores y congresistas republicanos que se han significado especialmente en su apoyo al presidente [como Martha McSally, en Arizona, o Cory Gardner, en Colorado], ya que “el objetivo no es solo librarse de Trump, sino del trumpismo del partido”, afirma Wilson.
Ese es el dilema de fondo en el futuro del partido de Abraham Lincoln. ¿Quién lo representa mejor en la actualidad, Donald Trump o estos republicanos? “El nacionalismo y el populismo son incompatibles con el conservadurismo”, recalca Wilson. Sarah Longwell admite que los republicanos habían tomado ya una dirección más populista antes de 2016, pero que Trump ganó las primarias por la atomización de sus opositores y acentuó ese giro. El futuro lo marcarán, como siempre, las urnas. Si Trump pierde, dice Rick Wilson, “habrá un colapso dentro del partido, habrá ajustes de cuentas, se pondrá feo, será ruidoso”.
Con información de El País