(14 de julio del 2020. El Venezolano).- La crisis de salud en Venezuela se agudiza cada día más, por lo que en muchos centros asistenciales además de no contar con medicamentos e insumos, se suma la falta de una alimentación balanceada para los pacientes.
A través de un reportaje realizado por el periodista Kevin Arteaga al diario El Carabobeño se conoció que en la Ciudad Hospitalaria Enrique Tejera (CHET) de Valencia las opciones son pocas. No solo escasean los insumos médicos, sino también la comida. Bollito con agua de sardinas, arroz o pasta son los únicos alimentos que, por separado, este centro de salud le ofrece a los más de 150 pacientes del área de pediatría.
Ante esta situación, al menos 14 fundaciones y organizaciones no gubernamentales unificaron esfuerzos para llevarles un plato de comida diario, de forma ininterrumpida a pesar de la coyuntura por la pandemia de COVID-19, a cada uno de los niños hospitalizados, e incluso a sus familiares y al personal médico que los atiende.
Pero el gran esfuerzo que hacen los voluntarios en la preparación de los alimentos y su posterior traslado a la CHET no es suficientes para mantener en pie el programa. Cada día reciben menos donaciones para continuar. “Es muy complicado patear calle con la pandemia y pedir que nos regalen arroz, un poquito de cebolla o de zanahoria”, detalló María Gabriela Abreu, presidenta de la Asociación Civil Zadig Villarroel 9.
El ímpetu de Abreu en su lucha por una mejor alimentación para los pacientes pediátricos de la CHET es indetenible. Tras enterarse de que esta mañana lo que le dieron a los niños fue bollitos con agua de sardinas, afirmó que es precisamente por eso “que seguimos adelante pese a las adversidades. Ellos tienen que comer mejor”.
Jesús Díaz, presidente de la fundación Dejando Sonrisas Venezuela, coincidió con Abreu. Seguir con el programa de alimentación para los niños de la CHET se ha vuelto cada día más difícil durante la cuarentena. Sin embargo, no se rinden: hace algunas semanas hicieron una rifa para recaudar fondos.
“Nos fue bien, pero 70% de lo que logramos se invirtió en alimentos para las comidas que preparamos y llevamos a la CHET y a las casas de adultos mayores en condición de precariedad”, señaló. Aunque repusieron el inventario para las comidas, se vieron en la necesidad de reducir considerable las ayudas de medicinas, insumos y pago de exámenes.
Rafael Lugo es uno de los voluntarios del área de la cocina. Narró que el fin de semana pasado se vieron en aprietos porque no tenían todos los ingredientes necesarios. “Hasta el último momento no teníamos la proteína para los 150 almuerzos de los niños del hospital y 300 adicionales que se prepararon para abuelitos de diferentes comunidades. Pero al final recibimos un donativo y lo logramos”.
Díaz resaltó otra necesidad: equipos de seguridad personal para los voluntarios que buscan los donativos y hacen las entregas en la CHET. Requieren protectores faciales, tapabocas, guantes, gel antibaterial, entre otras cosas. A su juicio, los colaboradores “también debemos cuidarnos para seguir trabajando”.