(12 de diciembre del 2019. El Venezolano).- “Creíamos que aquello era el fin del mundo”, recuerda María Adelina Gagliardi de aquel fatídico 15 de diciembre de 1999.
Mientras el mundo se preparaba para el cambio de milenio, Venezuela estaba a punto de vivir una de las peores tragedias de su historia: el deslave de Vargas, BBC informó.
El mismo día en que el entonces presidente Hugo Chávez llamaba a los venezolanos a votar en referéndum la Constitución con la que quería consagrar el triunfo definitivo de su “Revolución”, las montañas del estado Vargas, que llevaban semanas empapándose bajo unas lluvias de una intensidad inusual, comenzaron a vomitar ríos de agua, lodo y piedras hacia la costa.
Poblaciones enteras del litoral central del país quedaron sepultadas.
En una de ellas, Carmen de Uria, María Adelina, entonces una niña de 11 años, vivía con su familia.
Aquella mañana había acompañado a su madre a votar en el referéndum. “Nos fijamos en que salía agua de las alcantarillas, pero no le dimos mayor importancia. Al rato, sentimos una gran explosión bajo la tierra”.
Entonces empezó la pesadilla.
La corriente inesperada derribó edificios enteros y las rocas que arrastraba cayeron letales como sobre la gente que buscaba desesperada dónde ponerse a salvo.
“El día que la montaña se tragó al mar”
María Adelina vio escenas espeluznantes.
“El agua empezó a derrumbarlo todo. Vimos cómo un todoterreno con sus ocupantes era arrastrado y se hundía en el mar”, cuenta.
“Un grupo de muchachos se acercó a auxiliar a una mujer que parecía atrapada en la playa, pero al llegar allí se dieron cuenta de que le faltaban las piernas. No se podía hacer nada por ella y tuvieron que dejarla allí”, prosigue.
“Han pasado 20 años y aún sueño con una compañera de la escuela a la que vi por última vez aquel día”.
Las casas destruidas fueron miles. Quizá también los muertos. Ante la falta de una cifra oficial de víctimas, aún hoy se desconoce el número total de los que murieron. Las estimaciones van desde los 700 hasta los 50.000.
Los lugareños lo recuerdan como “el día que la montaña se tragó al mar”.
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